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¿Rebelarse por la justicia social o por seguir la fiesta?
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JÓVENES, ENTRE EL HEDONISMO Y EL COMPROMISO

¿Rebelarse por la justicia social o por seguir la fiesta?

“La juventud actual es muy apolítica. Se calcula que los que tienen ideología y se movilizan políticamente representan al 8% de los jóvenes. Ellos no se

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¿Rebelarse por la justicia social o por seguir la fiesta?

“La juventud actual es muy apolítica. Se calcula que los que tienen ideología y se movilizan políticamente representan al 8% de los jóvenes. Ellos no se mueven por cuestiones colectivas, sino que están más centrados en la búsqueda laboral o en formarse para salir adelante”. Así describe el psicólogo y escritor Javier Urra el perfil político de las nuevas generaciones que en parte abanderan estos días las protestas en las calles para forzar la dimisión del Gobierno y abrir un proceso constituyente.

El 25-S ha supuesto una reactivación de las movilizaciones surgidas tras el 15-M –activadas inicialmente por colectivos de jóvenes como Juventud Sin Futuro–. Aunque han sido más masivas que otras anteriores (convocadas exclusivamente por los colectivos vinculados al 15-M), todavía distan mucho de alcanzar las cifras de jóvenes congregados para festejar celebraciones deportivas u otros eventos de ocio. Un panorama que, centrándose en las motivaciones, plantea la pregunta, ya clásica, de si los jóvenes se encuentran en una espiral narcisista y hedonista o si, por el contrario, se mueven para defender los intereses colectivos desde la organización política.

Convocatorias festivas frente a políticas, los dos polos de la juventud

Los sucesos ocurridos durante la madrugada del pasado viernes en Madrid, cuando un millar de jóvenes se enfrentaron a las fuerzas de seguridad que acudieron a dispersar un botellón en las inmediaciones del festival de música MTV Beach Madrid, y al que no pudieron acceder por haberse completado el aforo, reflejan más bien una movilización alejada del contenido político. Los altercados se saldaron con 60 personas heridas leves (incluidos policías) y 11 detenidas tras unos disturbios en los que se quemaron varios contenedores y se destrozaron vehículos estacionados en las zonas aledañas. La chispa que encendió la ira de los allí congregados no fue otra que el ‘toque de queda policial’ a unos jóvenes de fiesta que se resistían a terminar su noche de diversión. El alcohol y la decisión de emplear la fuerza hicieron el resto.Los jóvenes se movilizan más para celebrar la victoria de su equipo que para reivindicar cuestiones políticas

Esta lectura meramente descriptiva de los hechos peca de superficialidad en opinión del catedrático de Psicología Social José Miguel Fernández Dols, para quien los disturbios del pasado fin de semana se enmarcan en un “peligroso proceso de expresión rabiosa” de un sector de la población especialmente castigado por la crisis. Las elevadas tasas de paro juvenil, la creciente precarización laboral y la incertidumbre vital en todas sus dimensiones ha generado “una sensación compartida entre los jóvenes de injusticia y frustración, lo que psicológicamente hablando tiene un negativo potencial destructivo tan movilizador como la energía atómica en física”, añade el catedrático. Este análisis lo lleva a exhortar a los responsables políticos a que abran los ojos a la realidad porque, dice, “tanto si se abusa de las injusticias como si se ignoran sus consecuencias, estas expresiones violentas tienen el peligro de convertirse en instrumentales”.

Los dos tipos de movilizaciones ejercidas por los jóvenes, una con contenido meramente ocioso y la otra con contenido político, muestran dos situaciones muy frecuentes en nuestra sociedad. ¿Nuestra juventud está imbuida de un nihilismo ocioso que hace que sólo se movilicen cuando les cortan la fiesta, como ocurrió el viernes o por el contrario se trata de personas concienciadas que quieren cambiar el mundo?. “Estamos en un momento histórico y social en el que la política no es una de las preocupaciones más importantes de los jóvenes, que prefieren el deporte, la música y la fiesta" , explica Daniel Ureña, profesor de Ciencia Política en la Universidad Pontificia de Comillas y vicepresidente de la European Association of Political Consultants (EAPC), quien señala también que esas actitudes forman parte de un contexto, el de nuestra época, del que no se puede responsabilizar exclusivamente a los jóvenes.


Para el psicólogo Luis Muiño, las movilizaciones juveniles alejadas de cualquier tipo de reivindicación política “surgen con mayor frecuencia en las sociedades individualistas cuando previamente existe cierta frustración, y la nuestra responde a estas características”. El psicoterapeuta explica que en España no existen hábitos de participación: “como mucho tenemos acciones reducidas a defender los intereses propios, no los colectivos”.

Las causas de la desmovilización y la falta de compromiso

El caldo de cultivo para las expresiones violentas existe desde hace meses. Cocinada a fuego lento, la posibilidad de que estos episodios se repitan y se acrecienten se hace cada vez más evidente mientras no mejore la situación, según apunta el catedrático de Opinión Pública y Cultura de Masas Fermín Bouza. “Cuando crece el desempleo, los jóvenes siempre son los más perjudicados, y mientras se siga demorando su incorporación al mundo laboral aumentarán los comportamientos violentos”, explica Bouza.

Una violencia que el sociólogo prefiere definir como “gamberrada”, pero que nunca surgiría sin otro elemento fundamental, “La expulsión de la vida política de las nuevas generaciones”. Desde el fin de la Transición, recuerda el catedrático, “a los jóvenes se les ha invitado a irse de la política porque el objetivo de la democracia ya estaba cumplido. Éstos picaron el anzuelo y se fueron hasta el punto de sentirse antipolíticos, por lo que ahora solo les queda recurrir a esas gamberradas como quemar contenedores”.

Este auge del individualismo se enmarca, según Ureña, en “una crisis global desde el punto de vista de los valores, en la que los jóvenes, si salen a la calle, lo hacen para celebrar la victoria de su equipo de fútbol”. Se trata de una válvula de escape, añade el politólogo, en una sociedad con muchas tensiones. 

Una alternativa con más costes que beneficios

El incesante alejamiento entre la juventud y la vida pública es, según Muiño, una “reacción realista” ante la escasez e ineficacia de las vías de participación política existentes hoy en día. “En mi opinión, ni desde dentro de los partidos políticos ni desde abajo existe la suficiente participación. Por eso es difícil sentirte parte de la vida política”.

Las dificultades para trasladar y materializar las reivindicaciones sociales en las instituciones públicas, así como la cultura individualista que caracteriza a la sociedad, no han sido obstáculos suficientes para que ciertas capas de la sociedad se sentasen a buscar alternativas y a movilizarse colectivamente para construirlas. El 15-M ha sido ­–y todavía lo es, aunque con menos fuerza social– el ejemplo de este tipo de reacciones políticas que no dejó indiferente a ningún analista, sobre todo cuando saltó el charco a EEUU para transformarse en el movimiento Occupy Wall Street. La jornada de protestas de ayer da cuenta de la presencia juvenil en el movimiento, pero también de los claroscuros que aún posee.Las nuevas generaciones son muy acomodaticias y adaptables

Un proceso con sus altibajos, detractores y defensores, pero que no deja de ser, para mucha de la juventud frustrada y con ganas de canalizar sus inquietudes políticas, la única alternativa ‘inventada’ a las expresiones de violencia incontenida como las producidas el pasado fin de semana en Madrid. Solo hace falta mirar a Francia, donde la juventud apenas ha generado este tipo de espacios de canalización política, para comprobar el auge de las revueltas violentas y los disturbios. Y peor ha sido aún en Inglaterra, donde las revueltas del pasado año se sustanciaron en el puro saqueo de tiendas de marca por toda clase de jóvenes, también de clase media.

Para Urra, la juventud española dista mucho de esos parámentro y no se caracteriza tanto por la búsqueda del enfrentamiento, puesto que se trata de un colectivo“más adaptable y acomodaticio. Su objetivo se centra más en resolver su situación y buscarse un futuro”. Los altos costes de la movilización con contenido político frente a los escasos beneficios a corto y medio plazo es uno de los principales factores que llevan a los jóvenes a buscar soluciones individuales a sus problemas, en lugar de hacerlo colectivamente.

¿De la ‘Spanish revolution’ a la ‘Spanish riot’?

La posibilidad de que la enfurecida masa de jóvenes españoles, desplazados del mercado laboral y de la sociedad en general, reproduzca una escalada en los disturbios “es perfectamente previsible en tiempos difíciles como los actuales. Literalmente es de libro de texto que las acciones se radicalicen, por lo que sorprende que los políticos sigan ignorando esta posibilidad”, advierte Fernández Dols.

Las revueltas no son para desbancar el poder, sino para saquear tiendas de ropa de marca El catedrático cree que ante estas situaciones el balón de la responsabilidad está en el tejado de las autoridades y representantes políticos. “Sería un error intentar gestionar o paliar esas protestas de forma destructiva, el ejemplo lo tenemos en Rusia. Lo que ocurra dependerá de la reacción de las autoridades. Se trata de un tango, un baile entre dos, pero no lo queremos ver así”, lamenta Fernández Dols. Fermín Bouza comparte estas posturas con el añadido de que la frustración hedonista puede ser fácilmente catalizada por los grupos extremistas, algo “muy atractivo y colorista para los jóvenes”.

La realidad griega, donde la facción juvenil de la formación de extrema derecha Amanecer Dorado ha multiplicado su número de seguidores, es un fiel reflejo de esta posibilidad. De hecho, para Muiño los brotes violentos “tienen más que ver con el manejo de las multitudes que con la implantación de medidas sociales drásticas”; si bien, matiza que la violencia tiene sus tiempos, inesperados, pero ceñidos a momentos puntuales y sin opción de perpetuarse.

“La juventud actual es muy apolítica. Se calcula que los que tienen ideología y se movilizan políticamente representan al 8% de los jóvenes. Ellos no se mueven por cuestiones colectivas, sino que están más centrados en la búsqueda laboral o en formarse para salir adelante”. Así describe el psicólogo y escritor Javier Urra el perfil político de las nuevas generaciones que en parte abanderan estos días las protestas en las calles para forzar la dimisión del Gobierno y abrir un proceso constituyente.