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El final de la comida barata
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LOS PRECIOS MARCARÁN MÁXIMOS EN 2013

El final de la comida barata

El origen de la crisis económica se ha achacado al alza de precios en los alimentos básicos a nivel global. Una tendencia cíclica que ya azotó

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El final de la comida barata

El origen de la crisis económica se ha achacado al alza de precios en los alimentos básicos a nivel global. Una tendencia cíclica que ya azotó en 2005 a los países en vías de desarrollo, pero que se intensificó en 2007 dando lugar a hambrunas en el cuerno de África y América Latina. Los principales analistas, basándose en informes solventes como los del Banco Mundial, auguran que el próximo año se volverán a marcar récords en el precio de los alimentos. El mes pasado los cereales ya subieron en un 17%. La era de la comida barata ha tocado a su fin sin muestras de que este cambio de paradigma tenga vuelta atrás.

Las causas de esta situación son múltiples y variadas. El auge de los biocombustibles, potenciados debido a la disminución de las reservas mundiales de petróleo, las sequías crónicas provocadas por los desajustes climáticos y el constante aumento de la demanda por el crecimiento demográfico, son los principales factores a los que apuntan la mayoría de los expertos.

A estos se suman otros elementos en los que no existe tanta unanimidad al respecto, como la especulación con productos agroalimentarios, que ha aumentado exponencialmente desde principios de la década pasada, el acaparamiento de grandes extensiones de terreno por las multinacionales y la privatización del agua. “Las causas de la crisis alimentaria no son eminentemente naturales, sino que tienen más relación con los fenómenos especulativos y la privatización de los recursos”, explica el economista y experto en soberanía alimentaria Arcadi Oliveres.

Desregulación y proteccionismo

Rafael Bardají, analista del GEES y del Center for Transatlantic Studies de la Universidad Johns Hopkins, rebaja la influencia del factor especulativo en la subida de precios, que vincula a causas climáticas y estructurales, principalmente al aumento de la demanda mundial de alimentos y, sobre todo, de estas materias primas para la industria de agrocombustibles. La forma de evitar esta peligrosa deriva pasa para Bardají por “seguir liberalizando el mercado internacional, recuperando para ello la Ronda de Doha y eliminando las medidas proteccionistas creadas al amparo de la crisis, las cuáles tienden a producir una guerra de precios que no será nada positiva para la recuperación”.El precio del cereal subió un 17% durante el mes de julio

Esta desregulación que defiende Bardají debe ir acompañada de “una integración global de los mercados, que se deben regir bajo los mismos estándares”, pues si no se avanza en este espíritu liberalizador la escalada de los precios será todavía mayor y, según las previsiones actuales, la producción mundial de materias primas podría caer estrepitosamente.

Los grandes fondos de inversión abrazan las materias primas

El tiempo apremia y la necesidad de intervenir para evitar un nuevo colapso económico global se hace más que evidente. En este contexto, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha alertado en un informe sobre la subida de la cotización internacional del trigo. Este mes de julio lo hizo en un 19%, mientras que el maíz lo hizo en un 23% alcanzando su máximo histórico en la Bolsa de Chicago (dedicada exclusivamente al mercado de productos agroganaderos). Una estrepitosa subida que está directamente relacionada con el aumento de la demanda de biocombustibles, pues actualmente en Estados Unidos el 40% de la producción de maíz se destina a la generación de combustible para automóviles.

La especulación con estos productos, más allá de estabilizarse, “continuará creciendo porque los inversionistas seguirán apostando por estos valores al fallar las expectativas puestas en los productos de alta tecnología y ahora también en los inmobiliarios”, explica Oliveres. Caixa Catalunya lanzó hace unos meses un nuevo depósito financiero –denominado Natural 100%– para invertir en materias primas como el maíz o el azúcar, aunque finalmente fue desechado debido a las protestas de las ONG dedicadas a la lucha contra el hambre en el tercer mundo.

Consecuencias globales para la economía

La tendencia alcista en el precio de los alimentos –según los datos más recientes del Banco Mundial subieron un 10% entre junio y julio a nivel mundial– provocará fuertes hambrunas en los países del tercer mundo, mientras que en Occidente dificultará la recuperación económica. Más allá de superar la crisis, existen visos de que se convierta en crónica en los países actualmente más vulnerables, como los de la periferia europea. Un extremo del que ya advertía George Soros a la prensa española hace escasos días: "La periferia estará permanentemente deprimida y dependiente del centro, y ese es el destino que le espera a España e Italia".

Con el estancamiento de los salarios y la constante pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, llenar el carro de la compra, cada vez más caro, se ha convertido en el principal gasto de las familias españolas. Las organizaciones asistenciales, como Cáritas, están desbordadas y en las últimas semanas los ‘robos-protesta’ de comida en supermercados, protagonizados por los jornaleros del SAT, han mediatizado todavía más estas problemáticas.

Las alarmas comienzan a sonar también en España, y aunque la UE cuenta con mecanismos reguladores para intervenir en los precios –como los fondos europeos agrícolas–, los efectos globales de la próxima crisis alimentaria también se dejarán sentir aquí. El secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), Lorenzo Ramos, ya advirtió que las constantes subidas del precio del pienso desembocarán en un cierre masivo de este tipo de explotaciones. Solo con la crisis alimentaria del 2007-2008 echaron el cierre más de 30.000.

Auge y caída de los BRICs

El freno de las economías emergentes será una consecuencia inevitable de esta tendencia. La demanda de carne en China, India y Brasil está aumentando, lo que acelera todavía más el ascenso de los precios. Para producir un kilo de carne de ternera se necesitan otros siete de maíz, mientras que para el de cerdo se precisan cuatro. Si a esto le sumamos que para producir un litro de biocombustible son necesarios cerca de tres kilogramos de maíz, todo apunta a que el aumento del precio de los cereales será inevitable y, con ello, el hambre en el mundo.Para producir un kilo de carne de ternera se necesitan otros siete de maíz

Según los cálculos de la organización Oxfam, por cada aumento del 1% en el precio de los alimentos habrá 16 millones de personas más que pasen hambre. De hecho, en estos países el gasto promedio en bienes de primera necesidad asciende a tres cuartas partes de los ingresos, como explicaba a El Confidencial el vicepresidente del Consejo Consultivo de Derechos Humanos de la ONU, Jean Ziegler. Unos argumentos en los que profundiza en su último ensayo, titulado Destrucción masiva: Geopolítica del hambre (Península).

Como vaticina el presidente del Grupo de Estudios Estratégicos y experto en política internacional, Manuel Coma, la crisis alimentaria tendrá una serie de consecuencias geoestratégicas que reconfiguran el mapa de las relaciones internacionales. “Los BRICs dejarán de tirar del carro económico. Ya está sucediendo que no crecen al ritmo esperado. En la India se está paralizando la economía y en China ha bajado cuatro puntos, del 12 al 8%”, explica Coma.

Efecto arrastre en Occidente

Consciente de que este asunto tiene muchas implicaciones y que en un mundo interconectado las repercusiones son siempre globales, el presidente del GEES sí apunta a una consecuencia segura debido al alza de los precios: “No va a favorecer la salida de la crisis”. Una situación que, añade, debería abrir un debate sobre la “descarada” política proteccionista de la Unión Europea, Estados Unidos o Japón respecto a los productos agrícolas de los países del tercer mundo “porque esto les impide ser más competitivos”. Ahora todos los ojos están puestos en China, indica Coma. Sobre todo, después de hacerse público que el índice PMI manufacturero de China cayó al 47,6; el peor nivel desde marzo de 2009.

Para Rafael Bardají, la crisis alimentaria, que mostrará su peor cara el próximo año, “complicará la balanza de pagos en los países que importan una cantidad importante de materias primas”. Un duro golpe a las economías occidentales que también sufrirán un efecto arrastre por la contracción económica de los BRICs. “En concreto, Brasil, que era el país más prometedor desde el punto de vista del desarrollo económico sufrirá un fuerte freno, ya no por la subida de precios, sino también por su corrupción política y su regulación excesiva. Esto supone que el tirón que se estaba buscando en los países emergentes con más inversión y consumo, no se va a materializar, lo que complicará la recuperación económica de occidente”.

El origen de la crisis económica se ha achacado al alza de precios en los alimentos básicos a nivel global. Una tendencia cíclica que ya azotó en 2005 a los países en vías de desarrollo, pero que se intensificó en 2007 dando lugar a hambrunas en el cuerno de África y América Latina. Los principales analistas, basándose en informes solventes como los del Banco Mundial, auguran que el próximo año se volverán a marcar récords en el precio de los alimentos. El mes pasado los cereales ya subieron en un 17%. La era de la comida barata ha tocado a su fin sin muestras de que este cambio de paradigma tenga vuelta atrás.