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Qué piensan las mujeres que están en puestos de poder
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LOS CARGOS INTERMEDIOS SE ESTÁN FEMINIZANDO

Qué piensan las mujeres que están en puestos de poder

“Nosotras nos encargamos de que funcione el verdadero engranaje del sistema, porque lo que hacemos es el mantenimiento de la máquina”. Tiene razón la directora de

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Qué piensan las mujeres que están en puestos de poder

“Nosotras nos encargamos de que funcione el verdadero engranaje del sistema, porque lo que hacemos es el mantenimiento de la máquina”. Tiene razón la directora de departamento universitaria citada por José Manuel Lavié, profesor de la Universidad de Sevilla, en su estudio Feminizing middle management, en tanto el eje de las organizaciones cada vez descansa más en hombros femeninos.

No se trata sólo de que ellas ocupen con frecuencia cargos intermedios, lo que viene siendo habitual dado ese techo de cristal que impide llegar a lo más alto de la compañías, sino que las cualidades que tradicionalmente se han asociado a la mujer, y vinculadas a ese poder que da el tener mano izquierda son cada vez más demandadas para que las organizaciones funcionen sin demasiados conflictos. Así explica otra directora participante en el estudio los motivos de su elección: “Como se empezaba a tambalear un poco el departamento, se optó por una vía intermedia: es decir, buscar una persona que, en principio, lo que aportase fuese equilibrio y tranquilidad, que apaciguase todas las líneas”.

Esa capacidad para integrar sin fricciones las aspiraciones y el descontento de los subordinados y las exigencias de resultados de la alta dirección es una cualidad cada vez más necesaria. Y eso hace que la figura de la mujer, que posee mayor sabiduría relacional, y que cuenta con mayor sentido de la responsabilidad y del deber, sea más requerida para esos puestos intermedios. Con frecuencia, sin que ella misma lo haya buscado. Como cuenta Lavié, la mujer no suele acceder a esos cargos como resultado de una opción personal, sino debido a las circunstancias presentes en el contexto de su departamento. Suele ser algún miembro de la jerarquía académica el que le sugiere la conveniencia de optar al puesto, ya que posee cualidades como el espíritu conciliador o la capacidad de integración que son especialmente adecuadas. En palabras de otra participante: “me dijeron que este traslado sólo lo podía hacer yo porque tengo un carácter que intenta que nadie se enfade”.  

Sin embargo, este tipo de puestos, tanto en las empresas públicas como en las privadas, no implican un paso adelante. Se adquieren mayores responsabilidades que normalmente no serán recompensadas con un ascenso. En el caso de la universidad, significarán un tiempo de parón, ya que no podrán dedicarse a la investigación o la docencia, como suele ser su pretensión, ni tampoco conseguirán un reconocimiento que les lleve a los escalones superiores de la jerarquía académica.

Trabajo profesional y emocional

No es un situación fácil, ya que esta tarea, que conlleva gran trabajo emocional, termina causando ansiedad. “Lo que a veces te angustia más son las relaciones humanas”, confesaba una de las participantes en el estudio, ya que esa tarea de relaciones públicas genera gran desgaste.  Y máxime cuando la exigencia también aumenta. “Muchos aquí se dedican a competir con otros señores que tienen una vida y mentalidad exclusivas de 48 horas sobre 24 para el trabajo. Y tú, en cambio, quieres tener vida privada y tener hijos, divertirte y tener amigos, y salir y entrar. Y como los hombres son unidimensionales, y las mujeres en cambio somos multidimensionales, pues la competencia es dura y desleal”, afirma una de las entrevistadas.

“Siempre tienes la pelea interna de si lo estás haciendo bien o si tendrías que trabajar más, que ya trabajas las horas que te tocan, pero a veces ves que tus compañeros masculinos pueden apretar más y tú dices, ‘no llego, no puedo hacer más cosas, me es imposible’. Siempre tienes la lucha (…). Ellos han llegado antes, por ejemplo, a catedráticos. Yo no llegaré, está claro, pero tampoco me preocupa (…). Lo cierto es que muchas veces ellos están ahí delante por sus méritos, pero si no hubiera habido gente que hemos hemos hecho sus clases, si no hubiera habido gente que hacía otras tareas, ellos no estarían ahí”, denuncia otra de las afectadas.

Pilar Jericó, directora general de BE-UP, explica que “hay organizaciones muy duras que te exigen que te enfrentes a la dicotomía entre vida profesional y ser madre por las trabas que te imponen los horarios, de los que muchas empresas carecen”.

Para Jericó, la flexibilidad es fundamental para poder tener hijos y alude a Europa como “referente magnífico” en el que mirarse. Considera, además, que es una obligación social dejar espacio a las mujeres para ser madres, ya que “no se puede perder el talento femenino” y no se puede dejar de tener hijos porque si no, nos enfrentaríamos a una población aún más envejecida. “No tenemos que pedir perdón por querer una vida personal”, comenta.

Ana Bujaldón, presidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (Fedepe), llega aún más lejos y asegura que “en el contexto empresarial actual, para mejorar la productividad, la motivación y, por tanto, los resultados”, la flexibilidad es “necesaria”. Según su opinión “ninguna carrera merece el sacrificio del resto de aspectos de la vida. Sin ellos se anularía la realización personal que todos y todas buscamos al querer crecer y triunfar en nuestra profesión”.

Aparte de las limitaciones impuestas a las mujeres, también hay una serie de trabas que ellas se autoimponen. “[La percepción que existe es que] los que tienen que consolidar la plaza son los hombres, no las mujeres (…). Nosotras estamos aquí un poco por vocación, pero no como una cuestión profesional y económica”, comenta una de estas mujeres.

Culpa de la Historia

José Manuel Lavié explica que “probablemente se conformen con menos porque así se ha construido culturalmente. Muchas tenían claro que no iban a llegar alto pero porque no tenían esa aspiración”. Este profesor alude a “la educación y a los prejuicios sociales” como motivos por lo que se limitan a sí mismas, ya que la ambición, por ejemplo, está bien vista en hombres, pero no tanto en mujeres.

Jericó coincide en que “las mujeres han optado por un papel más cómodo en la Historia”, pero asegura que “hay mujeres igual de ambiciosas que los hombres”. Eso mismo piensa Bujaldón, que dice que “las mujeres tienen las mismas aspiraciones laborales que los hombres”.

La presidenta de Fedepe afirma que estos prejuicios son los que “apuntalan el llamado ‘techo de cristal’. Estamos formadas, capacitadas y queremos asumir decisiones y responsabilidades”. Bujaldón achaca el problema a que no hay oportunidades equilibradas para los géneros y alude a datos del Banco Mundial de la Mujer, en los que se visibiliza que “los proyectos empresariales ideados por mujeres tienen muchas más dificultades para encontrar financiación”.

“Nosotras nos encargamos de que funcione el verdadero engranaje del sistema, porque lo que hacemos es el mantenimiento de la máquina”. Tiene razón la directora de departamento universitaria citada por José Manuel Lavié, profesor de la Universidad de Sevilla, en su estudio Feminizing middle management, en tanto el eje de las organizaciones cada vez descansa más en hombros femeninos.