Alimentar a 1.300 millones de personas y no morir en el intento es el reto diario al que se enfrenta China. El interior de sus gigantescas plantas de procesado revela una apuesta por las últimas tecnologías, con robots y sistemas informáticos que automatizan los procesos.
Aun así, no se puede prescindir de la mano de obra, y cientos de trabajadores se afanan en revisar y controlar la calidad de los alimentos que saciarán a los habitantes del país más habitado del mundo.