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La razón evolutiva que hace a los cachorros irresistibles para los humanos

Ositos peludos que se aferran a su madre con la intensidad que nosotros otorgamos a un abrazo, un elefantito que juguetea en el agua y el

Una osezna polar se acurruca contra su madre, Valesca, en su hogar en el zoo de Bremén. Nacida el 11 de diciembre de 2015, la cachorra todavía no tiene nombre (Reuters/Carmen Jaspersen/Pool).

Debbie tenía menos de dos meses en esta foto subacuática, en la que se la ve nadando junto a su madre en el zoo de Duisburg, en Alemania. Debbie nació en Nochebuena de 2015 y fue presentada ante el público del zoo en el mes de febrero (Reuters/Wolfgang Rattay).

Keren Peles es una hembra de rinoceronte de seis años que en agosto de 2015 dio a luz a su primer cachorro, con el que juguetea en esta foto. Fue el rinoceronte número 27 nacido en el Zoo Safari Ramat Gan, en Israel, cerca de Tel Aviv. (Reuters/Nir Elias)

Cuando se tomó esta foto, en junio de 2015, Sanyu era una cría de solo 5 días de edad de jirafa Rothschild. En ella se la ve correteando con una jirafa adulta en el Chester Zoo, en Chester, Gran Bretaña (Reuters/Phil Noble).

Un guereza abisino trata de sujetar a un recién nacido que claramente tiene otros planes en el zoo de Praga (Reuters/David W Cerny).

Mei Xiang es una hembra de panda gigante que está enseñando un par de cosas a Bao Bao, su cachorro, mientras juegan a las peleas y se revuelcan en la nieve en el Zoo Nacional del Smithsonian en Washington (Reuters/Gary Cameron).

Rotem es una gata de las arenas que parió a sus tres cachorros en el verano de 2015. Viven en el zoo safari de Ramat Gan, una zona en la que son animales cercanos a la extinción (Reuters/Baz Ratner).

Polosa es una morsa que, en esta foto, parece presumir de su cachorro de cuatro semanas (Reuters/Fabian Bimmer).

Mjukuu es una cría de gorila occidental de llanura nacido en el zoo Taronga de Sidney. Aquí se la ve a lomos de su madre Mbeli, que lo lleva sobre su espalda de un lado para otro (Reuters/David Gray).

Un bebé hipopótamo nada bajo el agua cerca de su madre, Maruska, que no le pierde de vista, en el zoo de Praga, en la República Checa (Reuters/David W Cerny).

Un elefante bebé de un mes y medio de edad junto a su madre mientras ella descansa en el Parque Nacional de Chitwan, en Katmandú (Reuters/Navesh Chitrakar).

Una leona juega con su cachorro en el zoo de Sarajevo. Con cuatro semanas de edad en el momento de tomarse esta foto, fue el primer leoncito nacido en este zoo a partir de una pareja de leones donados 20 años después de que los anteriores leones que vivieron en este zoo muriesen de hambre durante el sitio se Sarajevo durante la guerra de los Balcanes (Reuters/Dado Ruvic).

Una cría de manatí junto a su madre en las aguas de Three Sisters Springs, en Florida. En los días de invierno, los manatís de Florida se refugian a cientos en las aguas cálidas de la zona, atrayendo a muchos buceadores y curiosos que nadan entre ellos. Aunque pacíficos y tolerantes con los humanos, las autoridades ambientales quieren crear espacios protegidos para que estas 'vacas marinas' puedan estar tranquilos lejos de los bañistas (Reuters/Scott Audette).

Un bebé gorila de seis días, junto a su madre, en el zoo de Sydney. (Reuters)

Iris, una imponente tigresa siberiana, lava a lengüetazos a su cachorro de 7 semanas durante uno de sus primeros paseos fuera de la jaula en el zoo Royev Ruchey en la ciudad siberiana de Krasnoyarsk (Reuters/Ilya Naymushin).

Un cachorro de canguro asoma desde la bolsa de Chuck, su madre, en su hogar en el zoo de Barnaul, en Siberia. Cuando Chuck llegó al zoo, los cuidadores se dieron cuenta de que no era un macho, como creían, sino una hembra (Reuters/Andrei Kasprishin).

Una nutria salvaje de solo dos días y su madre duermen en la piscina Great Tide del Acuario de la Bahía de Monterey, en California. La madre dio a luz en las tranquilas aguas de la piscina buscando refugio de las mareas y del viento de la zona (Reuters/Michael Fiala).

Una cría de rinoceronte de diez días de edad junto a su madre, Kumi, en el zoo de Berlín (Reuters/Fabrizio Bensch).

 

Ositos peludos que se aferran a su madre con la intensidad que nosotros otorgamos a un abrazo, un elefantito que juguetea en el agua y el barro, un lencito que intenta escapar de la vigilancia materna para explorar... Cuando nos encontramos ante un cachorro de mamífero, raro es el que no se enternece. Da igual que de adultos nos resulten aterradores: su versión en miniatura nos parece irresistible. Esto, que lo saben bien los publicistas, y de ahí que los utilicen en sus anuncios sin piedad, tiene detrás una razón evolutiva.

Cabezas desproporcionadas respecto al tamaño del resto del cuerpo, ojos grandes y curiosos, cuerpecitos indefensos y patas torponas. ¿Les suena todo esto? Es en lo que se parecen los cachorros a los bebés humanos. 

Según el Nobel de Medicina Konrad Lorenz, muchas crías de animales poseen ciertos rasgos que comparten con los bebés humanos, pero no con los adultos: ojos grandes, narices chatas, frentes abultadas y barbillas pequeñas. Lo que nos pasa cuando los miramos es que somos víctimas de la evolución, que nos compele a cuidar a los bebés.

Lorenz explicaba que, debido a la indefensión absoluta con la que nacen los bebés, y el largo periodo durante el que necesitan muchísisimos cuidadeos, los humanos tenemos el impulso de protección hacia las crías siempre a punto de invadirnos. ¿Un gatito cabezón y torpe? Suficiente. ¿Un rinoceronte pequeñito paticorto? No nos hace falta más. ¿Un monete sobre el lomo de su madre? Acabáramos. 

Tendemos a juzgar a otros animales según su apariencia siguiendo los mismos criterios por los que juzgamos la nuestra: atribuimos a los delfines una sonrisa inteligente y a los tiburones una cruel, a los monos una apariencia burlona y a los gatos una actitud pasota. Esto hace que queramos proteger cualquier cosa que nos recuerde a un bebé.

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