En 2017 se cumplió una década desde el inicio de la mayor crisis que ha vivido el mundo en casi un siglo. Un colapso económico y financiero que comenzó a gestarse tras el verano de 2007 y que terminó por explotar un año después, con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Esta crisis ha sido tan intensa que diez años después no solo España no ha recuperado el nivel de empleo que se alcanzó en los años de la burbuja, sino que el mercado laboral ha sufrido importantes cambios estructurales.

Actualmente hay el doble de parados que hace una década, según la Encuesta de Población Activa (EPA), y también 1,72 millones de ocupados menos para producir el mismo nivel de PIB. Uno de los cambios más importantes que se ha vivido es la incorporación de la mujer al mercado laboral, hasta tal punto que el número de trabajadoras hoy casi ha recuperado los máximos de 2008, mientras que en el caso de los hombres, hay 1,75 millones menos de ocupados.

Antes de la crisis, casi el 60% de los ocupados eran hombres. Muchos de ellos tenían acomodo en el sector de la construcción, pero con el estallido de la burbuja de ladrillo se fueron masivamente al paro. Este ajuste sirvió para igualar la ocupación hasta el punto de que el 46% de los trabajadores llegaron a ser mujeres en el primer trimestre de 2014. En esta fase de la recuperación, el ritmo de creación de empleo ha sido similar en los dos sexos, lo que ha permitido mantener estable el porcentaje de ocupadas y ha evitado que la brecha entre hombres y mujeres no supere los 10 puntos.

En contra de lo que pueda parecer, la crisis ha sido benigna con las largas carreras profesionales de los trabajadores de mediana edad. Como consecuencia, hoy hay una gran bolsa de ocupados que siguen en la misma empresa que hace una década, con un nivel salarial medio/alto, cada vez más envejecidos y que han pasado la crisis apenas sin agobios. A día de hoy hay 10,6 millones de ocupados que llevan más de seis años en el mismo puesto, esto es, desde antes de 2012 (año del rescate a España).

Este colectivo representaba el 46% de todos los ocupados antes de la crisis, y hoy ya supera el 56%. Esta tendencia de España supone una anomalía en Europa, donde cada vez prima más la rotación en el mercado laboral, con trabajadores que cambian periódicamente de empresa para prosperar en su carrera profesional.

El hecho de que exista esta bolsa de trabajadores estables hace que el porcentaje de contratos indefinidos en el mercado sea hoy mayor al que había antes del estallido de la crisis. Las tasas de precariedad no alcanzan las que había en 2007. Actualmente el 73% de los asalariados tienen un contrato indefinido, cuatro puntos por encima del 69% que había antes del estallido de la crisis. Sin embargo, en esta fase de recuperación del empleo, la mayor parte del trabajo que se crea es precario. Desde el primer trimestre de 2013, el número de trabajadores fijos ha crecido un 7%, mientras que el empleo temporal ha aumentado un 38%.

Todos estos trabajadores que llevan más de seis años en el mismo empleo son, en su gran mayoría, profesionales de mediana edad que lentamente van aproximándose a la jubilación. Esto hace que el grupo de trabajadores de entre 40 y 65 años haya aumentado durante la crisis, mientras que la ocupación de los jóvenes se ha hundido en este periodo.

Durante la crisis también ha crecido el empleo a tiempo parcial, lo que da más flexibilidad a las empresas para hacer turnos y repartir carga de trabajo. Desde el estallido de la crisis, el número de asalariados a tiempo parcial se ha incrementado un 19%, mientras que el de los trabajadores con contrato a tiempo completo son un 12% inferiores.

Además del empleo a jornada parcial, las empresas también han reducido las horas extra que pagan a los trabajadores. Antes de la crisis, las empresas pagaban más de 6 millones de horas extra a sus trabajadores, pero en apenas dos años las recortaron hasta la mitad. También se han reducido el número de horas extra sin remuneración, pero mucho menos, hasta el punto de suponer hoy el 70% de las que fueron.

La economía española ha conseguido volver a los niveles de PIB que tenía antes de la crisis con 1,72 millones de ocupados menos, lo que significa una importante ganancia de productividad. Una buena parte se ha conseguido sustituyendo a un sector muy poco productivo como era el de la construcción. Sin embargo, la recuperación se está asentando sobre otro que es también muy intensivo en mano de obra pero que aporta bajo valor añadido: el turístico.

Otro de los sectores que ha destruido mucho empleo durante la crisis ha sido el manufacturero, con 652.000 ocupados menos. Un dato que demuestra que la industria tampoco es ajena al ciclo económico. Por el contrario, España ha destinado muchos más recursos a los servicios sanitarios y de dependencia debido al envejecimiento paulatino de la población, un cambio estructural que es ajeno al ciclo económico. Actualmente hay 87.000 ocupados más trabajando en residencias que antes de la crisis y 221.000 profesionales más de la medicina. Esta es una transformación del mercado laboral español que mantendrá su tendencia en las próximas décadas.