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Diez planes que no te esperas para redescubrir Lisboa

Han pasado más de 250 años desde que una gran ola arrasara la ciudad de Lisboa, tiempo que la urbe portuguesa ha aprovechado para convertirse en

Uno de los grandes atractivos de Lisboa son sus vistas panorámicas, siempre presididas por el majestuoso Tajo. Uno de los mejores lugares, aunque algo escondido, para disfrutar de la ciudad en todo su esplendor es el Miradouro da Nossa Senhora do Monte, aunque para llegar a él tendrás que marcarte una buena caminata. Especialmente recomendable para disfrutar del atardecer.

Esa mezcla entre lo antiguo y lo moderno que tanto ama lo hípster se da la mano en el café da Garagem, una cafetería de aire retro con una sala de exposiciones en la planta superior donde se pueden contemplar muestras de arte. ¿Qué es lo mejor de este lugar situado cerca del Castelo de São Jorge? Las vistas de Lisboa desde cualquiera de sus mesas mientras degustamos un café o, si la hora ya lo aconseja, una cerveza.

Es uno de los símbolos más conocidos y destacados de la ciudad, y dada la gran cantidad de cuestas que encontramos en Lisboa, también tiene gran utilidad, ya que comunica de forma rápida y cómoda La Baixa con el Barrio Alto. Además, las vistas desde la parte superior lo han convertido en uno de los miradores más visitados de la ciudad.

La orografía de la ciudad permite no solo contemplar grandes paisajes desde puntos elevados sino deleitarse con espectaculares amaneceres que bañan los tejados del casco antiguo. El hotel Palacio Belmonte se sitúa donde antes se encontraba una mezquita. Ahora, en el lugar desde el que se llamaba a la oración, y que señala a La Meca, se puede disfrutar de un desayuno con algunas de las mejores vistas de la ciudad, por las que bien merece la pena madrugar.

Construido como pabellón de caza para Joao de Mascarenhas, primer marqués de Fronteira, fue declarado monumento nacional en 1982 y sus jardines barrocos (así como la biblioteca o algunas salas) están abiertos al público. Cerca del parque forestal de Monsanto, el palacio se encuentra en una zona tranquila en la que se puede contemplar el paso del tiempo mientras paseas por sus hermosos jardines.

Los mercados están de moda. Su reinvención en sitios ‘gourmet’ donde comprar productos de primera calidad, tomar algo e incluso comer ha sido todo un éxito, y en Lisboa no podía faltar una referencia de este calibre. En el Mercado da Ribeira, antiguo mercado mayorista, se encuentran ahora algunos de los mejores restaurantes de Lisboa. ¿Te lo vas a perder?

No tiene la fama del Père-Lachaise de París pero este cementerio, levantado en la primera mitad del siglo XIX debido a un brote de cólera que obligó a la construcción de este recinto en la ciudad, ofrece más de una y de dos vistas dignas de postal. El cementerio de los placeres, como se traduciría al castellano, es conocido por ser el lugar en el que están enterrados famosos artistas, cantantes, escritores y pintores portugueses.

Otra mezcla de tradición y modernidad. Esta vez, el protagonista es un palacio reconstruido tras el maremoto de 1755 y que, desde 2009, gestiona Carpe Diem e Pesquisa, un centro de arte contemporáneo. Así, el palacio se ha convertido en un centro de arte en el que hasta una treintena de artistas plasman su visión del palacio en las diferentes salas de esta casa señorial de corte barroco y rococó. 

Es una parada obligada en cualquier visita a Lisboa. Este barrio, situado al oeste de la capital, alberga tres tesoros que te van a maravillar: su famosa y archiconocida torre, una antigua contrucción militar; el precioso Monasterio de los Jerónimos, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y los famosos pastelitos, que harán las delicias de cualquier paladar.

Otro lugar que no suele aparecer en las imágenes tradicionales de Lisboa pero que merece la pena visitar es este acueducto, levantado sobre el valle de Alcántara. Comenzó a transportar agua a todas las zonas de la ciudad a mediados del siglo XVIII. Su extensión se alarga hasta los 58 kilómetros, aunque el tramo más conocido son los 35 arcos construidos sobre el valle y que alcanzan una altura de 65 metros.

 

Han pasado más de 250 años desde que una gran ola arrasara la ciudad de Lisboa, tiempo que la urbe portuguesa ha aprovechado para convertirse en uno de los rincones más pintorescos de la península Ibérica. En los últimos años, Lisboa no solo ha sabido explotar su tradición sino que se ha subido a la ola del turismo con un puñado de nuevas propuestas que la convierten en una visita obligada para todo aquel que no la haya pisado todavía.

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