Cuenta Nicholas Nixon (Detroit, 1974) que sus mayores influencias son Faulkner, Willa Carther, Proust, Trollope, Eliot, Dickens, Hemingway. Pero Nicholas Nixon no escribe. O, al menos, si escribe, no lo hace con una pluma, un boli o un teclado: lo hace con luz. A mitad de camino de convertirse en licenciado en Lengua Inglesa, Nixon se desvió por los inescrutables caminos de la fotografía. Y no volvió. Ahora, ya convertido en uno de los fotógrafos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, la Fundación Mapfre le dedica una exposición que permanecerá en la madrileña sala Bárbara de Braganza hasta el próximo 7 de enero.

La muestra recoge más de 200 fotografías tomadas desde 1974 hasta 2017, entre ellas los famosos retratos de la serie de 'Las hermanas Brown', en la que reúne a su mujer, Beverly Brown (Bebe) y a sus tres hermanas, a las que ha fotografiado juntas en varias ocasiones a lo largo de su vida y que conforman el estudio sobre el retrato y el tiempo más interesante de la fotografía contemporánea.

Los primeros planos íntimos, ya sea de sus propios familiares como de los vecinos de los barrios pobres de Florida y Kentucky que conforman gran parte de su obra más reciente contrastan con las capturas de edificios de los alrededores de Alburquerque (Nuevo México), Nueva York y Boston de los principios de una obra que comenzó con la participación en 'New Topographics', una de las exposiciones más importantes de la historia de la fotografía. 

En un mundo digital, Nixon ha apostado por el analógico. Por cámaras de gran formato, por el blanco y negro, por los planos detalle, por los porches de la América rural, por las escenas caseras. Por la conexión profunda entre el observador y la revelación (física y metafórica) de su propia intimidad.