Desde una ampolla con sangre de Churchill, que finalmente no se subastó gracias a sus familiares, hasta cualquier tipo de objeto que haya tocado una estrella del rock, el cine o el arte. Y no piensen sólo en guitarras, manuscritos o ropa, todo -incluso unos calzoncillos sucios o el agua que bebió en un concierto Elvis Presley- es susceptible de participar de la ley de la oferta y la demanda.
Estamos acostumbrado a escuchar hablar de subastas siempre referidas al mundo del arte y los récords que se pagan por obras. El último y más sonado fueron los más de 141,28 millones de dólares y los 179,36 millones de dólares que se pagaron por L'homme au doigt, de Giacometti, y Les femmes d'Alger, de Pablo Picasso. Pero también hay subasta perfectas (y llamativas) para los más fetichistas con objetos de películas, como la colección de coches de cine y televisión vendida este fin de semana, o el lote de acuarelas de Hitler vendido por 400.000 euros.