Viaje a las clínicas de la Yihad

Reportaje: Pilar Cebrián

VVisitamos tres clínicas clandestinas de yihadistas en la frontera con Siria. Turquía permite el funcionamiento de estos centros para combatientes con la cooperación de algunas de sus ONG.

EEs el arquetipo del neomuyahidín yihadista: gorra negra, media melena y vestimenta militar; presume de brazos fuertes, mirada severa y osadía al hablar. De espaldas, el tipo sugiere un innegable atractivo pero, de frente, descubre un rostro brutalmente desfigurado. Se desplaza en una silla de ruedas, ha perdido las dos piernas y algunos dedos de la mano izquierda. En la entrada del centro médico, conversa acaloradamente con otros camaradas, marcados también por múltiples lesiones de guerra. Esta podría ser la imagen del Afganistán de los noventa, del Irak post-Sadam o de otros destinos de la yihad. Pero es de hoy, en Turquía, en una clínica clandestina junto a la frontera de Siria.

Dentro del alojamiento, un pequeño inmueble a medio construir, se reparten las distintas habitaciones. “Hospedamos a unos 30 milicianos”, apunta el gerente, Fasad. En un primer vistazo, las amputaciones de extremidades y las heridas por metralla son los únicos traumatismos. “Estos son los denominados casos duros”, explica. “Nuestros pacientes tienen entre 15 y 40 años”. No se avista, lógicamente, a ninguna mujer. “Cada paciente tiene un acompañante”, informa Fasad. La brigada envía a un 'guardaespaldas' que custodia al herido durante el periodo de recuperación.

"La facción salafista Ahrar al Sham podría superar los 20.000 hombres"

El lugar es una de las clínicas de combatientes que se erigen en torno a la frontera turco-siria. Esta pertenece a Ahrar al Sham, una de las facciones salafistas más poderosas en la guerra de Siria. Aunque se presentan a sí mismos como “insurgentes sirios salafistas”, no han renunciado al ideario de la yihad global. Son aliados ideológicos y estratégicos de Al Qaeda en Siria (el Frente al Nusra) y líderes del Frente Islámico de la oposición. Qatar y Kuwait son sus principales patrocinadores. Sus filas no han dejado de crecer en los últimos años, ahora podrían superar los 20.000 hombres. En el año 2013, Ahrar al Sham abrió este centro en Reyhanli (Hatay) para atender a aquellos secuaces que caían en el frente.

Combatiente de Ahrar al Sham que perdió su pierna izquierda en un bombardeo del régimen

Un combatiente de Ahrar al Sham que perdió su pierna izquierda en un bombardeo del régimen. La clínica le lleva cada semana al centro de rehabilitación del pueblo, además de ofrecerle alojamiento, comida, transporte y traducción. (Foto: P. Cebrián)

Los 'pacientes' muyahidines

EEl doctor Hasem apenas pudo terminar sus estudios de Medicina en la Universidad de Alepo, pero ahora es el encargado médico de la clínica de Ahrar al Sham. En una de las habitaciones, conversa con Ahmed, un miliciano de Homs de 30 años que perdió la pierna derecha en un bombardeo del régimen. Según cuenta, recibió el impacto de la metralla mientras combatía en Alepo. “Me había desplazado [el mando] hasta allí”, afirma. En la habitación contigua, Hasan Hayi, un sirio pelirrojo de Idlib de apenas 26 años, explica que antes de llegar recibió tratamiento médico en un hospital público de Antakia (Turquía). “Ahora voy cada semana a un centro de rehabilitación en el pueblo”, concluye el joven, que luce, bordado en el jersey, el emblema de Arabia Saudí.

La clínica mixta se encuentra en una villa privada apartada de la localidad de Kilis

La clínica mixta se encuentra en una villa privada apartada de la localidad de Kilis, en la carretera que lleva al paso fronterizo de Siria. En este inmueble se recuperan cerca de 30 milicianos de diferentes brigadas. Según cuenta el supervisor, el letrero es de una organización falsa creada para conseguir el permiso de Turquía. (Foto: P. Cebrián)

“Este es uno de los mejores centros de este tipo, es el más grande”, interrumpe de nuevo el gerente. El grupo salafista ha invertido en la reforma del interior. Las ventanas y puertas conservan todavía el precinto, los pasillos están limpios y huele a detergente. Los pacientes, tres en cada dormitorio, disponen de un televisor en cada habitación. "Los bombardeos rusos han herido su mano", replica otro de los combatientes mientras sostiene a su hija en brazos. “Recibí un aviso en el 'walkie talkie' de la 'katiba' [batallón]. Me dijeron que cuatro cazas rusos iban a atacar nuestro cuartel general. Sin embargo, solo bombardearon nuestra casa. (…) [En la frontera] alguien de Ahrar al Sham me comentó que teníamos este sitio para recuperarnos a salvo”, concluye.

"El grupo salafista ha invertido en la reforma del interior"

En los pasillos, muchachos mutilados deambulan entre las distintas habitaciones. El inhóspito lugar es la fiel representación de la barbarie. Hace 10 años, estos chicos disfrutaban de la inocencia propia de la adolescencia. Ahora, se han transformado en máquinas de matar. “¡Podéis hacerme fotos, en cualquier caso, ya estoy en la lista negra del régimen!”, grita Hatem, cuya pierna izquierda ha sido amputada. “La primera planta se reserva a los pacientes que van volver a Siria”, concluye el doctor, “abajo se encargan de las tareas de limpiar y de cocinar. Ahí es donde aprenden a volver a ser independientes”.

Ahmed (30), de Homs, perdió la pierna derecha combatiendo en la Brigada de Ahrar al Sham en Alepo

Ahmed (30), de Homs, perdió la pierna derecha combatiendo en la Brigada de Ahrar al Sham en Alepo. Como el resto de los pacientes, un guardaespaldas de la brigada le acompaña durante su recuperación. (Foto: P. Cebrián)

La red sanitaria paralela de Turquía

DDesde el estallido de las revueltas en Siria, el país de Recep Tayyip Erdogan prestó apoyo económico y estratégico a la oposición. La caída del régimen alauí de Damasco abría la posibilidad de una mayor influencia de Ankara en Oriente Medio, mediante alianzas con grupos suníes afines. Como parte de este plan, Turquía comenzó a ofrecer atención gratuita en los hospitales públicos del país a quienes luchaban contra Bashar al Asad. Fue así como surgieron los 'sanatorios de recuperación'. Ya en los albores de la guerra civil siria, allá por el año 2012, la oposición tejió una red de residencias donde los heridos pudieran descansar y no estuvieran expuestos en los hospitales de Turquía. Sobre todo, cuando empezaron a mostrar cada vez una estética más yihadista.

La financiación entró por distintas vías: organizaciones islámicas benéficas, donaciones desde el exilio o desde las propias milicias. “Solo en este pueblo hay 21 centros”, confirma Fasad. Normalmente, son casas que pasan inadvertidas para la población local, algunas están camufladas tras un negocio, como un taller mecánico, o en villas particulares aisladas. “Operamos con el consentimiento de Turquía”, revela Fasad. “Pero aquí no se da tratamiento. Es simplemente un centro de cuidados, donde se ofrece comida, transporte, alojamiento e incluso traducción”. Aquí, durante el día, los pacientes van a un centro de rehabilitación en el pueblo, de la organización canadiense UOSSM, y aseguran recibir ayuda de la organización islámica turca IHH.

La clínica de Ahrar al Shams hospeda a cerca de 30 combatientes de la brigada y se ubica en un inmueble a medio construir tras un taller mecánico.

Pero no todos estos 'puntos médicos' cuentan con infraestructuras óptimas para el cuidado sanitario. En la carretera de Kilis, una localidad turca cercana a la frontera siria, una villa ajardinada hace las funciones de otro centro de curas. Abu Amer, un sirio observante que se encarga de la gestión, asegura que alquilan el lugar a un hombre turco “a través una organización caritativa falsa que hemos creado para obtener el permiso”. Las habitaciones están sucias, hace frío y hay más de siete camas por dormitorio. “Aquí aceptamos milicianos de todas las brigadas, menos de Daesh”, reconoce Abu Amer durante la entrevista.

"El hedor a muerte anticipa la sección de los casos más graves"

En la planta sótano, el hedor a muerte anticipa la entrada a la sección de los casos más graves. Algunos pacientes se retuercen bajo las mantas, apenas entra un hilo de luz por la ventana y el silencio solo lo interrumpe una incesante gotera. Sobre una de las camas, un chico esquelético explica que está parapléjico desde el inicio de la revolución. “¿Digo dónde fue?”, pregunta al supervisor. En la cama de atrás, otro muchacho de solo 17 años descansa, tumbado, con parte de su cráneo abierto. “Fue mientras combatía el frente hace dos meses”, revela. Según relata Abu Amer, los hospitales turcos han negado la cobertura a este muchacho.

Un combatiente descansa en su habitación de la clínica de Kilis

Un combatiente descansa en su habitación de la clínica de Kilis. Hay más de siete pacientes por habitación y las instalaciones están sucias. (Foto: P. Cebrián)

¿Cómo es la ruta? Del frente a las clínicas

SSaad, un antiguo recluta de la División 16ª, una facción del Ejército Libre de Siria, describe en primera persona el itinerario que recorren quienes caen malheridos. Las ambulancias que operan dentro de Siria hacen una primera parada en el hospital de campaña, como el de Alepo, o en el de Bab al Hawa, a pocos metros del puesto fronterizo. Si el caso reviste gravedad o no tienen el material necesario, dirigen al paciente hacia la frontera. Ahí, las autoridades turcas abren el paso a cambio de un documento médico, y entonces, la ambulancia transporta al herido hasta un hospital turco en una de las principales localidades del sur del país: Gaziantep, Antakya o Adana.

Este hombre sirio de 29 años estuvo inconsciente durante todo el trayecto pero explica que siempre se sigue un protocolo similar. “Me encontraba luchando contra un batallón de Daesh en Alepo cuando de pronto recibí un disparo en el pecho”, cuenta Saad. Durante las horas que duró el intercambio de fuego, se arrastró por el suelo de la calle en busca de ayuda. Finalmente, sus camaradas le enviaron a la sección de emergencias de campaña, pero los doctores, incapaces de reanimarle, le mandaron en una ambulancia a Turquía. Así, Saad fue operado de urgencia en un hospital público de Gaziantep. “Me desperté sin absolutamente nada, sin dinero, sin documentación, sin siquiera un historial clínico, nadie sabía mi nombre”, recuerda.

"Las autoridades turcas abren el paso a cambio de un documento médico"

Después de tres días de intervenciones y tras recibir siete bolsas de sangre, “todo costeado íntegramente por Turquía”, unos “facilitadores entre las clínicas y los hospitales” le propusieron ir a uno de los centros. “Preferí alquilar una pequeña casa en la ciudad, para que también pudiera venir mi familia [dos mujeres y cinco hijos]”. Estos facilitadores, según explica Saad, son el nexo entre los dos lugares, y en ocasiones se encargan de regular el estatus de los que acaban de llegar al país. “Cuando entrabas en el hospital, te hacían una 'kimlik' [tarjeta de residencia temporal] con un nombre falso y te la metían en el bolsillo”, cuenta. Sin embargo, el mecanismo debe superar ahora más controles, tras las peticiones de Estados Unidos de aumentar el control de tránsito en la frontera.

La ayuda humanitaria como instrumento para la yihad

Cree en Dios y en su mensajero y ofrece lo que él te ha concedido. Aquellos que creen y entregan el 'zakat' [limosna] tendrán una recompensa mayor”. Corán; Sura 57; 7.

LLas organizaciones benéficas islámicas son las que, en las últimas décadas, han tejido las redes transnacionales de las comunidades más extremas del islam. Se nutren de las donaciones a modo de 'zakat' que aportan los fieles en cualquier parte del mundo: fortunas de la región, personalidades en la diáspora, compañías relacionadas o individuos privados que simpatizan con la causa. Estas ONG destinan sus esfuerzos a proyectos caritativos: asistencia a víctimas de guerra, de una catástrofe, a sectores empobrecidos o a parientes de presos. Aunque la mayoría de ellas se centran en acciones humanitarias, muchas han canalizado fondos para financiar movimientos radicales y terroristas.

"Muchas ONG han canalizado fondos para financiar movimientos radicales"

Desde el 11 de septiembre, la inteligencia de Estados Unidos fijó su acción en estas sociedades islámicas por el vínculo que algunas de ellas habían matenido con Al Qaeda. Por ejemplo, Revival of Islamic Heritage Society (RIHS), una organización kuwaití con oficinas en varios países, resultó estar destinando sus fondos de Pakistán y Afganistán al grupo de Bin Laden. Tras los atentados en EEUU, fue desmantelada por el Departamento de Estado. Los nuevos muyahidines “desviaban los fondos para financiar acciones terroristas”, dijo el secretario de Tesorería, Paul O’Neill. “Estos individuos han estado robando a viudas y a huérfanos para financiar el terrorismo de Al Qaeda”.

Pero los 'nuevos canales' para el envío de dinero no eran una idea nueva. En los años de la yihad afgana (ochenta-noventa), en el germen de Al Qaeda, el mentor de Bin Laden en Afganistán, el palestino Abdullah al Azzam, creó su Maktab al Khadamat (Oficina de Servicios), “una fundación cuya función consistiría en captar aportaciones económicas y voluntarios”, explica Javier Jordán, experto en Terrorismo, Defensa y Tecnología militar, en su libro 'La yihad terrorista'. Con ello se sufragarían los campos de entrenamiento, los distintos refugios, la munición, pero también se conformaría una estructura que permitiría expandir su propaganda para conseguir nuevos reclutas. Esta red, además de ofrecer servicios que les dieran publicidad, sirvió también a fines ideológicos y para difundir su doctrina sobre la yihad global.

La ayuda caritativa, pieza clave para el salafismo en Siria

Las redes caritativas se han presentado durante décadas como una oportunidad para difundir algunas versiones del islam, como el salafismo o la de los Hermanos Musulmanes. El ejemplo más reciente lo tenemos en Siria, donde las facciones de tintes yihadistas, como Ahrar al Sham y Jabhat al Nusra, se han adueñado de la escena militar opositora pero también de la simpatía de la población. En un contexto de desesperación, como puede ser la ciudad de Alepo, donde hay una carestía de servicios básicos, sin seguridad y unos precios extremadamente elevados, la acción benéfica de estos grupos ha mejorado la vida de los vecinos. Es por ello que, dentro del esquema del proselitismo religioso, quienes reciben esa ayuda adoptan el ideario que profesa el grupo particular.

"Las redes caritativas se han presentado como una oportunidad para difundir versiones del islam"

Una de las facciones yihadistas, quizá la número uno, que más éxitos ha cosechado en Siria y que ha conseguido implantarse en las poblaciones de la oposición es Jabhat al Nusra (filial de Al Qaeda en Siria). ¿Cómo? Según explica Charles Lister en su libro 'La yihad siria', Al Qaeda había aprendido de sus errores en Irak en los años 2006 y 2007, y cómo la extorsión a la población podía retirar el apoyo popular que cualquier insurgencia necesita para sobrevivir. Así, “tras consolidarse como una potencia militar en 2013 (…) Al Nusra comenzó a operar en el nivel social, introduciendo la Sharia, ofreciendo ayuda humanitaria a cambio de la Da’wa [proselitismo religioso]”. En un momento de guerra, ofrecer pan a la población, velar por su seguridad o por la educación de los niños es el mejor medio de ganar “los corazones y las mentes” del tejido social.

Desde un primer momento, el Frente Islámico Sirio, una coalición de brigadas salafistas fundada en diciembre de 2012, entre las que se encontraba Ahrar al Sham, dedicó una especial atención a las actividades humanitarias. En este vídeo que anunciaba la formación, mostraban la nueva Maktab al Ighatha (Oficina de Beneficencia) destinada al pavimento de carreteras, la fabricación y venta de pan o el reparto de comida para los niños. Las facciones más islamistas entendieron que para ganar terreno necesitaban dar ese tipo de ayuda. En el vídeo se muestra el rol de las donaciones de algunas organizaciones caritativas islámicas, como la ONG turca IHH (Insan Hak ve Hurriyetleri), que también apoya a las clínicas de combatientes, o la catarí QC (Qatar Charity), que ha co-construido el importante hospital Amal en Reyhanli.

Asistencia médica a combatientes, ¿ayuda benéfica?

“Es un área peligrosa muy fácil de traspasar porque alguien que quiera apoyar a una milicia en concreto puede aprovecharse de estas organizaciones y enviar dinero a través de ellas”, explica Colin P. Clarke, autor del libro 'Terrorismo, Inc. Financiación de terrorismo, insurgencia y guerra irregular'. El problema es que estas organizaciones basan sus aportaciones en “un impuesto religioso que no recibe la misma transparencia si se registra igual que en un sistema de tasación occidental”, afirma Ondrej Beranek, del Departamento de Ciencias del Instituto Oriental de la República Checa.

Este niño recoge ayuda humanitaria de la IHH

Este niño recoge ayuda humanitaria de la IHH en una aldea fronteriza entre Siria y Turquía. Reuters

Por ello, son flujos de dinero difíciles de rastrear. “También porque, cuando las autoridades perciben una ilegalidad, cierran esa organización, pero pronto vuelven a abrir otra con un nombre diferente”, asegura Clarke. “Antes solíamos investigar organizaciones, pero ahora son individuos ricos, en lugares como Kuwait o Qatar o los Emiratos Árabes Unidos, quienes para hacerse famosos presumen en las redes sociales del dinero que han enviado a una milicia concreta. Así, se identifican a sí mismos como individuos que financian el terrorismo”, concluye. Este tipo de donaciones, según Clarke, hacen muy vulnerables a las organizaciones islámicas caritativas. Aunque también hay algunas que tienen una verdadera intención ideológica y son utilizadas por actores regionales que pretenden difundir esa visión religiosa. Por ejemplo, Qatar gastó entre 1.000 y 3.000 millones de dólares en grupos sirios en los dos primeros años de guerra, afirma Emile Hokayem, del IISS (Instituto Internacional de Estudios Estratégicos) en su informe 'Irán, los Estados del Golfo y la guerra civil siria'.

Pero, ¿cuál es la línea roja? “Hay una incompatibilidad fundamental entre participar en una guerra (usando al ejército u otros elementos, incluida la distribución de suministros de asistencia) y conducir acciones humanitarias”, afirma Nicolás de Torrenté, director ejecutivo de Médicos Sin Fronteras de EEUU, quien cree que las ONG humanitarias no deben aliarse con partes militares de una guerra. Por ello, la asistencia que algunas de las organizaciones dan a las clínicas de combatientes no se podría considerar ayuda humanitaria. “No es exactamente financiación de terrorismo, sino apoyo pasivo a grupos insurgentes de naturaleza terrorista”, asegura Clarke.

Créditos

Texto y fotos: Pilar Cebrián

Vídeo: Julio Cerezo

Formato: Pablo López Learte

Programación: Antonio Esquembre y Luis Rodríguez

Edición: Brenda Valverde