Son edificios que se proyectaron y construyeron en los años de bonanza económica, cuando nadie se preguntaba si iban a ser rentables en el futuro o no; construcciones megalómanas que secaron, en algunos casos, las cuentas de las administraciones que las proyectaron y que se levantaban para atender más a los réditos electorales que al interés general. Pero lo cierto es que estas infraestructuras han costado un dineral y, con la llegada de la crisis, sus dueños no tuvieron más remedio que echar el cierre. El Confidencial hace un repaso del nuevo ejemplo del mapa español de los derroches.
Anai Gracia / Pablo López Learte / Enrique Villarino