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Antònia Fort, de 105 años: "Las mujeres eran antes un cero a la izquierda"

Ares Biescas Rué.

Barcelona, 13 ene (EFE).- Antònia Fort, una anciana que el próximo mes de junio cumplirá 106 años, reconoce, en una entrevista con Efe, que "antes las mujeres eran tratadas como un cero a la izquierda" y dice que ahora está contenta de ver que sus amigas más jóvenes "no quieren estar supeditadas a un hombre".

Antònia Fort (Vilanova i la Geltrú, Barcelona, 13 de junio de 1913), que vive en Barcelona con su hija de 75 años desde hace dos décadas y es una de las personas más mayores de Cataluña, recuerda que "la situación de las mujeres cambió de la noche a la mañana con la llegada de la democracia, porque antes no tenían aliciente para hacer nada: eran como un cero a la izquierda".

"Antes una pareja en la que el hombre pegaba a la mujer era normal y, si la mujer se quejaba, era mal vista por las propias mujeres", según Fort, que en su juventud trabajó en la fábrica de neumáticos Pirelli de Vilanova i la Geltrú.

Fort, que conserva una extraordinaria lucidez mental pese a su avanzada edad, afirma que era "impensable" que una mujer "saliese sola de noche" y rememora que, "si una quería ir al cine, tenía que ir acompañada de su madre". "La mujeres esperábamos a casarnos para tener una pizca de libertad", sentencia.

Las mujeres que no cumplían "el único sueño de las muchachas de entonces, casarse, ¡eran tachadas de solteronas!", exclama la mujer, que sale a pasear acompañada por los voluntarios del programa Anem del Plan de Barrios del Ayuntamiento de Barcelona, que incentiva actividades para las personas mayores.

Antònia Fort, que es vegetariana, como su padre, atiende a Efe en su casa del barrio de la Teixonera de Barcelona, abrigada con un chaquetón porque está resfriada, y recita con esfuerzo un poema popular en catalán de su juventud sobre las mujeres solteras: "El mundo ingrato de las entrañas de las solteras se va burlando, como si la chica que nunca se casa cometiese un pecado muy grande".

"¡Claro que me gusta el feminismo!", suelta Antònia Fort con una sonrisa perenne en su rostro, y lamenta que lo que vivían las mujeres en el pasado "no era vida".

"Tenían que llegar vírgenes al matrimonio a pesar de que había hombres que tenían el morro de cortejar a las chicas para intentar que 'patinasen'. Teníamos que estar muy alerta porque, si patinábamos, ya estábamos perdidas", enfatiza la anciana, que ha tenido sólo una hija y carece de nietos.

Antònia recuerda que su madre, cuando era joven, "iba vestida de largo hasta los pies" y, "cuando llovía y se recogía las faldas para no mojarse, los hombres decían disfrutar al ver sus tobillos".

De todas formas, Fort pide prudencia porque "los jóvenes de hoy en día quizá lo han llevado al extremo" y no ve bien que el sexo "ahora se da sin contemplación".

Fort, que ha vivido la República, la Guerra Civil, la Transición y la democracia en España y ha visto pasar a muchos políticos en el poder, no se moja políticamente y dice ser "neutral" en el problema político de Cataluña.

No está segura de que "delegar en los otros para resolver los problemas sea la mejor opción", porque, "si uno delega los cambios en los otros, no se consiguen las cosas" y recuerda que la fábrica donde trabajó, la popular Pirelli, fue la primera en lograr ocho horas de jornada laboral tras las protestas de los trabajadores.

Aunque está a favor de las manifestaciones independentistas "porque son pacíficas, y mi hija y yo somos sobre todo pacifistas", el conflicto catalán le "asusta" porque dice que aún tiene vivo "el recuerdo de la guerra, y las guerras son lo peor que puede ocurrirle a una sociedad".

Confiesa que lo que sufrió durante la Guerra Civil Española le ha dejado secuelas en su cuerpo: "Sufro de nervios desde entonces, perdí 14 kilos durante la Guerra (Civil) y llegué a pesar sólo 42".

Con los ojos muy abiertos y cogiendo la mano de esta periodista, la anciana recalca que ella lo que desea es "que las personas se quieran entre ellas", una idea que le demuestra cada día su hija, quien la reclama desde la cocina porque le ha preparado ya el desayuno.

"Mis amigas me tratan como una reina", agrega para remarcar el sentido de la amistad, mientras explica que sus mejores amigas viven en Zaragoza. "Si nos quisiésemos más entre todos, no habría tantos problemas. Yo siempre he tenido cariño y me he sentido querida", concluye. EFE

ares-fjn/ram

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