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Esto es lo (poco) que queda hoy del programa espacial soviético

En el año 1974, la Unión Soviética ponía en marcha el proyecto más ambicioso y caro de su programa espacial. Llamado el Programa Burán, los protagonistas

Este es el aspecto que tiene el hangar desde fuera. El terreno en que se encuentra pertenece al complejo espacial Cosmódromo de Baikonur. Aunque es una ciudad kazaja, Baikonur está bajo la administración de la Federación Rusa, con rango estatal y alquilada hasta 2050. Aún hoy se realizan lanzamientos de cohetes desde este complejo.

La palabra 'buran' en ruso significa tormenta de nieve o ventisca. El gobierno soviético construyó unos cuantos prototipos de estos transbordadores, y solo uno de ellos llegó a despegar.

Los vehículos fueron diseñados para llevar cosmonautas al espacio, pero nunca llegaron a hacerlo. El primer y único vuelo se produjo en 1988 y no llevaba tripulación. Duró en total 206 minutos, durante los cuales el burán despegó, dio dos vueltas a la Tierra y volvió a aterrizar, con éxito.

Los obreros e ingenieros soviéticos que trabajaron el en programa Burán caminaban por estas pasarelas que les permitían acceder a todas las alturas de los transbordadores. Hoy solo los pájaros caminan por ellas.

En el hangar de Baikonur languidecen dos de los transbordadores que nunca despegaron. Uno de ellos no está del todo terminado. El único que sí lo hizo quedó destruido en 2002 cuando el techo de la nave en que se guardaba se hundió sobre él.

Dado el trabajo que se realizaba dentro y de la inversión económica que supuso, las vigas que sostenían, y aún sostienen, la nave estaban construidas con una clase de acero capaz de soportar las ondas de choque en caso de que se produjese alguna explosión.

Abandonados desde hace décadas, los transbordadores que un día fueron la joya del programa espacial soviético no se encuentran hoy en muy buen estado. En esta foto se puede ver un par de ventanas rotas, desconchones en la cubierta y la superficie sucia por el polvo y los excrementos de los pájaros que son los únicos que entran y salen del hangar.

Esta espectacular imagen muestra la 'panza' del transbordador, cubierta por una especie de losetas negras que actuaban como escudo protector de la nave. Al reentrar en la Tierra, cualquier vehículo espacial alcanza unas temperaturas altísimas debido al rozamiento con las moléculas de la atmósfera. Este escudo soporta la temperatura y evita que la nave se desintegre.

La 'nariz' de los transbordadores también estaba cubierta con ese escudo térmico para evitar que la nave se recalentase, 'asando' a los astronautas en la cabina de mando y, por supuesto, destruyéndose durante el viaje.

Igual que los burán, el edificio que los alberga se encuentra en muy mal estado, prácticamente cayéndose a pedazos.

La creación del programa Buran fue una respuesta al programa de transbordadores de la NASA, y uno de sus principales objetivos era lograr el primer paseo espacial realizado por una mujer.

Aquí habrían viajado el piloto y el copiloto del transbordador si éste hubiese llegado a volar. Nadie utilizó nunca esos asientos.

Igor Volk, hoy cosmonauta retirado, habría sido el comandante del primer vuelo tripulado del Buran.

Aunque el estado del hangar y las naves es malo, el sistema de propulsión de los transbordadores, que se encuentra en la parte posterior, sí parece haber aguantado con cierta dignidad el paso del tiempo y el abandono.

A diferencia de los transbordadores estadounidenses, los soviéticos no estaban equipados con motores lo suficientemente potentes como para despegar. Solo contaban con un sistema para maniobrar una vez en órbita. Eran los cohetes Energía los que debían hacerlos despegar y situarse.

 

En el año 1974, la Unión Soviética ponía en marcha el proyecto más ambicioso y caro de su programa espacial. Llamado el Programa Burán, los protagonistas indiscutibles eran una serie de transbordadores con el mismo nombre cuyo diseño fue, según la prensa estadounidense, robado a la NASA. 

Sin embargo, como explica Daniel Marín, esto no era exactamente así. Es verdad que se parecían. Los militares soviéticos obligaron a la oficina de diseño a copiar el aspecto externo de los transbordadores espaciales estadounidenses, pero había varias diferencias técnicas importantes: el Burán tenía la capacidad de hacer vuelos no tripulados, algo que su equivalente norteamericana no podía hacer; tenía espacio para diez cosmonautas, en vez de los ocho del norteamericano; los motores principales no estaban en la propia nave sino en el cohete Energía que debía llevarlo al espacio...

Miles de millones fueron destinados al programa, hasta que fue abandonado en 1993. Y parece que, una vez que el último obrero cerró la puerta al salir de las enormes naves donde se fabricaban los transbordadores, ya nadie volvió a entrar. 

Han pasado más de 20 años desde entonces, y las enormes fábricas de ensamblaje envejecen entre óxido, polvo y aves que han anidad en sus rincones. El fotógrafo Ralph Mirebs logró colarse en una de ellas, el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, y ha plasmado en su web el resultado. Estas son solo algunas de las fotografías que tomó, mostrando cómo ha pasado el tiempo arrollando al que fue una de las principales expresiones tecnológicas del siglo XX.

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