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Almudena Grandes y su historia de amor con Madrid, más allá de la calle Larra
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Almudena Grandes y su historia de amor con Madrid, más allá de la calle Larra

La escritora, fallecida 27 de noviembre, tenía Madrid, "una ciudad hermosa, pero no lo sabe", como fuente de inspiración. Nunca quiso moverse del barrio de Malasaña, donde vivía

Foto: Almudena Grandes, en la presentación de su novela 'La madre de Frankenstein'. (EFE/Luca Piergiovanni)
Almudena Grandes, en la presentación de su novela 'La madre de Frankenstein'. (EFE/Luca Piergiovanni)

Llevaba Madrid grabado hasta en su identidad: Almudena, un nombre que algunos no entienden fuera de las fronteras castizas. Almudena, patrona de Madrid, Almudena Grandes, una escritora madrileña que amaba su ciudad y empapaba con ella su obra. “Si marcara en un plano de la ciudad todas las casas en las que he vivido, el resultado sería un círculo casi perfecto”.

Lo contaba la recientemente fallecida autora hace años en ‘Esta es mi tierra”, un programa de TVE de principios de la década de los 2000 en el que escritores de lengua española paseaban por las calles de su vida, desde la infancia hasta la madurez.

placeholder Grandes, con la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en su pregón de San Isidro 2018. (EFE)
Grandes, con la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en su pregón de San Isidro 2018. (EFE)

La relación de amor de Grandes con su ciudad ha servido para que sus lectores, muchos alejados de la capital, conozcan sus rincones más castizos y su alma más auténtica. “Madrid es una ciudad hermosa, pero no lo sabe. Su belleza es arisca, secreta, tumultuosa, agitada. Ciudad difícil con vocación populachera. Los madrileños andamos deprisa, hablamos deprisa, lo hacemos todo deprisa, y no nos queremos mucho, eso nunca, a nosotros mismos”, decía.

"Divertido y ruidoso"

La escritora vivió hasta los 10 años en el barrio de Malasaña, entonces llamado Maravillas, hasta que sus padres decidieron mudarse a las afueras, a un lugar que ella describía como “desolado”. No le gustó el cambio y su obsesión fue volver a ‘casa’, al centro de Madrid, a esas calles que rodean la preciosa Glorieta de Bilbao. “Yo vivo en la calle de Larra, en el mismo barrio en el que se instaló mi abuelo al llegar a Madrid. Su barrio y el mío, Maravillas siempre, Malasaña ahora, es como un modelo a escala de la propia ciudad, divertido y ruidoso, intenso y cambiante, muy antiguo y modernísimo a la vez”.

Foto: Inés Sastre, en una imagen de archivo. (Getty/Carlos Álvarez)

El piso de la calle Larra es una de las propiedades que Grandes adquirió a lo largo de su vida. Lo compró con su marido, el poeta Luis García Montero, en 1997. Una casa de algo más de 200 metros cuadrados, amplio y lleno (abarrotado) de libros, que era el lugar desde donde estudiaba el mundo que después reflejaba en sus novelas. Adoraba las calles de Malasaña, pasear por ellas y por su mercado. El relojero, el cerrajero, el zapatero -“sigue oliendo a mi infancia”-.

Estos pequeños comercios le recordaban “otras épocas, otros modos de vida”. Como la “tienda de bombillas de la calle Hortaleza”, decía Grandes, “que me fascina desde que tengo memoria”. Y el mercado, los mercados, eran para Grandes una fuente de inspiración. “Un paseo por los alrededores del mercado sirve para meditar sobre algunos aspectos paradójicos de la idea de progreso, un concepto que aquí, más que identificarse, llega a confundirse con el de consumo, nada ha cambiado, pero todo ha cambiado, porque ha cambiado el valor de las cosas”.

Foto: Almudena Grandes, el pasado año. (EFE/Archivo/Pablo Martín)

Por estos motivos, por ser embajadora de Madrid desde sus obras y desde sus hechos, se habla estos días de cómo le devolverá la ciudad a ella todo lo que ella hizo por la ciudad. Lo primero que se ha aprobado es dedicarle una calle. También, según nos informan desde el Ayuntamiento de Madrid, se organizará un acto de homenaje que aún está por determinar. Falta fijar fecha, en qué consistirá, los detalles, vamos. Porque estas cosas políticas necesitan, además, consenso, un consenso que no se ha logrado para nombrarla hija predilecta de la ciudad (PP, Vox y Ciudadanos votaron en contra).

El éxito que le importaba

Algunos de sus amigos ya han salido a criticar esa decisión. Ella misma se reía a veces, con esa alegría que intentaba mantener siempre, de no haber tenido un homenaje. En un encuentro digital con lectores, una persona de Alicante, enamorada de Madrid por sus libros, le comentó: “¿No cree que el Ayuntamiento de Madrid debería pagarle como embajadora de esa tierra?”. A lo que ella, directa y bromista, respondió: “Pues no solo no me paga, sino que me cobra impuestos. De todas formas, me alegro de saber que mis libros te han hecho amar Madrid, porque eso quiere decir que has podido ‘vivirlos’ y esa es la prueba del verdadero éxito, el único que a mí me interesa”.

Foto: Kiko Matamoros y su pareja, Marta López. (Gtres)

Y ese éxito que a ella le gustaba, el de entrar en la vida de los lectores, es el que le dio, en parte, su Madrid: “Cuando era pequeña, lo que más me gustaba del mundo era venir de compras al centro. El centro era una parte muy concreta de Madrid, un cogollo que incluía la calle Arenal, la Puerta del Sol… Y había tiendas que eran lugares especiales donde había Navidad todo el año. Tiendas en las que se podía encontrar de todo, en cualquier momento. A mi madre no le gustaba nada esta predilección que yo tenía por el centro porque decía que tenía gustos de paleta, que la Gran Vía solo gustaba a quienes venían de los pueblos. Lugares como estos son una especie de túnel que conecta el lugar donde yo nací con el lugar en el que seguí viviendo todos estos años”.

Un pregón recordado

Sí tuvo un reconocimiento cuando en 2018, el Ayuntamiento de Madrid, con Manuela Carmena de alcaldesa, la nombró pregonera de las fiestas de San Isidro. Desde el balcón de la plaza de la Villa, la escritora lanzaba su mensaje de amor a la ciudad de sus amores: “Como un hada madrina populachera y generosa, Madrid hace a sus hijos dos regalos en el instante de su nacimiento. Uno es el agua, la incomparable delicia de beber directamente del grifo. El otro es el anonimato”.

Foto: Luis García Montero besa el libro que reposa junto a su mujer. (EFE/Fernando Villar)

Madrid tiene la capacidad de transportar al pasado a quien la pasea, como si siempre fuera Navidad y uno buscara a Chencho de ‘La gran familia’. Tiene Madrid la virtud de hacerle sentir a uno en casa desde que la pisa por primera vez, y eso es gracias a libros como los de Grandes. Y a sus palabras: “En esta villa plebeya, que se enorgullece de su condición tanto o más que otras de sus viejos y aristocráticos blasones, nadie es más que nadie. A los madrileños nos traen sin cuidado los orígenes, los apellidos y la distinción de nuestros conciudadanos”.

Refugio en el mar

Y de ese ruidoso y complejo Madrid, Grandes se escapaba de vez en cuando a Rota, su segunda casa, un lugar en el que compartía veranos con muchos madrileños que, como ella, buscaban en el mar y en el pueblo su refugio. En Rota tenía una propiedad, también comprada con su marido, esta vez en 2012. Además, juntos compraron en 2010 una casa en Granada, donde nació el poeta. El chalet de Rota es una propiedad muy cercana al mar, en Punta Candor, en una urbanización en la que coincidían con otros personajes de la cultura del país como Benjamín Prado, Miguel Ríos, Joaquín Sabina y Javier Ruibal, quienes formaban el Club de Rota.

Foto:  Almudena Grandes. (EFE/Archivo/Pablo Martín)

El pueblo, del que ella se despidió al saber que tenía cáncer, le ha rendido un homenaje estos días, un acto al que asistieron autoridades de la zona. Porque, como dijo Esther García, delegada del Cultura del Ayuntamiento, Grandes era “una roteña más que andaba inadvertida por nuestras calles, una mujer que encontró en Rota su segundo hogar, su territorio para la felicidad”.

Si algo caracterizaba a Almudena Grandes, lo han dicho quienes la conocían, era su capacidad para ser feliz. Lo escribió ella misma muchas veces, como en su libro ‘Las tres bodas de Manolita’: “Con el tiempo comprendí que la alegría es un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento”.

Llevaba Madrid grabado hasta en su identidad: Almudena, un nombre que algunos no entienden fuera de las fronteras castizas. Almudena, patrona de Madrid, Almudena Grandes, una escritora madrileña que amaba su ciudad y empapaba con ella su obra. “Si marcara en un plano de la ciudad todas las casas en las que he vivido, el resultado sería un círculo casi perfecto”.

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