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EL SPUTNIK, UN ASTRONAUTA PERDIDO Y SU PERRA KLOKA: HISTORIA DE UNA FARSA EN EL MUSEO RUSO DE MÁLAGA

Por Pilar Gómez Rodríguez

© Istochnikov. Joan Fontcuberta, VEGAP, Málaga, 2022

Una exposición en la Colección Museo Ruso de Málaga devuelve a la actualidad los casos de los cosmonautas abandonados, perdidos en el espacio en plena carrera espacial. 'Sputnik. La odisea del Soyuz 2' desvela el rostro y la historia de uno de ellos, Iván Istochnikov, clavadito, oiga, al Premio Nacional de Fotografía (y Ensayo) Joan Fontcuberta.

¡Soledad atroz! Inmediatamente Alexis Belokonev no solo había muerto o había sido abandonado a su suerte en el espacio, sino que se ordenó hacerlo desaparecer, que no hubiese rastro de él ni de su existencia hasta ese momento. A partir de aquel día, el cosmonauta Belokonev nunca había existido, y por tanto nadie relacionado directamente con él”.

Alexis Belokonev es el padre de Irina, la protagonista de la novela 'La muñeca rusa'. Ella ha ido a parar al psiquiátrico de Praga porque cuenta obsesivamente la extraña historia de un cosmonauta abandonado a su suerte en el limbo espacial. Ese cosmonauta era su padre pero, ¿quién iba a creerla? Irina no tiene rostro, más allá del que quiera darle quien se acerque a esta novela de Juan Miguel Contreras, publicada por Baile del Sol. Tampoco el padre tiene rostro, si no lo pone de su parte el lector, pues para eso está la ficción, para ser rematada.

No como la fotografía, que está ahí para dar testimonio, cual notario, de la realidad. Y es que donde esté una imagen que se quiten mil palabras, ¿verdad? Mentira. 25, 26 años no son nada a la hora de seguir cayendo en sus trampas. Algunas son divertidas, inquietantes, irritantes y se exponen en los museos.

Imagen de la serie 'Sputnik', Joan Fontcuberta

Los cosmonautas borrados

Hasta la próxima primavera, la Colección Museo Ruso de Málaga expone la muestra 'Sputnik. La odisea del Soyuz 2'. En ella se descubre el rostro de Iván Istochnikov, uno de aquellos cosmonautas soviéticos “esfumados” durante los años que precedieron a la conquista de la Luna. Istochnikov desapareció en 1968 en pleno vuelo. Explicado con mayor detalle, el suceso constituye uno de los enigmáticos episodios de aquella carrera espacial. La nave Soyuz 2 fue lanzada al espacio el 25 de octubre de 1968 con el coronel Istochnikov y la perra Kloka a bordo.

Imagen de la serie 'Sputnik', Joan Fontcubert
Imagen de la serie 'Sputnik', Joan Fontcubert

Por motivos aún desconocidos, el cosmonauta desapareció al intentar llevar a cabo el acoplamiento en órbita con la nave gemela Soyuz 3. Las autoridades soviéticas no quisieron reconocer la pérdida de un hombre en el espacio y arguyeron que la Soyuz 2 era una nave manejada por control remoto y sin piloto a bordo, lo cual exigía la desaparición del cosmonauta en la tierra, rastros y vínculos incluidos: las fotos de Istochnikov tendrían que ser manipuladas; los compañeros, chantajeados; y la familia fue confinada a Siberia. A efectos oficiales, el cosmonauta Istochnikov no habría existido nunca, pero tampoco todos aquellos que lo conocieron o guardaron alguna relación con él. Su rastro, como el de Belokonev en La muñeca rusa, fue también borrado.

Producida por la Fundación Sputnik de Moscú, la muestra del Museo Ruso está comisariada por el profesor Joan Fontcuberta, representante de esta institución en la Unión Europea, y coordinada por Sem Kostakovichz, colaborador en España y Portugal de dicha fundación. En ella, a través de objetos, documentos y, por supuesto, fotografías, es posible reconstruir la desaparición del malogrado cosmonauta Istochnikov, que, por cierto, guarda un increíble parecido con el fotógrafo barcelonés, Premio Nacional de Fotografía, Joan Fontcuberta. Qué casualidad…

La fotografía como ficción

Casualidades aparte, y volviendo a los hechos históricos, la caída del comunismo y la glásnost permitieron desclasificar los documentos secretos y recuperar así ciertos acontecimientos que, por mucho que objetos y fotografías hablaran en su favor, seguían siendo increíbles. Y es que, como afirma el comisario Fontcuberta: “Más allá del esplendor del cosmos y del cariz épico revelado en estas imágenes rescatadas de la censura y de la propaganda soviética, esta exposición es también la denuncia de una gran impostura. El espectador atento no dará crédito a sus ojos. La fotografía contribuye a la construcción de conciencias, pero, por encima de todo, nos habla de su propia fragilidad como documento. Aquí vemos cómo un poder totalitario manipula la información y utiliza la tecnología para tergiversar la realidad, pero, de hecho, es toda la credibilidad de la imagen fotográfica lo que queda críticamente en entredicho”.

Radiografia de Solenoglypha Polipodida, 1985, Joan Fontcuberta
Imagen de la serie 'Herbarium', Typhatata pulcra.
Fotografía de la serie Fauna, Joan Fontcuberta y Pere Formiguera
Milagro del fuego, Joan Fontcuberta

El nombre del comisario, el rostro de las fotografías… A esas casualidades hay que añadir también que Fontcuberta sea también Premio Nacional de Ensayo por su labor de crítica y observación del medio fotográfico y audiovisual. En el libro El beso de Judas, Fotografía y verdad, editado por Gustavo Gili, Fontcuberta escribía buena parte de las tesis que han alimentado su trayectoria creativa: “Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad”.

¿Así que todo es mentira? No, solo es mentira a partir de su descubrimiento, que puede darse o no. La mentira es solo un futuro posible de la verdad. Por eso el cosmonauta Iván Istochnikov y la operación fallida de la nave Soyuz 2 tienen un pasado verdadero, el tiempo que tarda en revelarse como fake. Fontcuberta le dio forma, lo recreó y lo convirtió en el proyecto expositivo que ahora se puede ver en Málaga. Trajes, documentos, fotografías, insignias reconstruyen el pasado de aquel a quien se dio por perdido y recuperan su historia. La exposición se completa con un libro técnico, austero, incluso impreso “pobremente —según comenta el propio Fontcuberta— para alejarse de cualquier veleidad ‘artística’. Su contenido viene a ser un acopio de informes extraídos de diferentes archivos y fuentes (desde supuestos informes científicos hasta otros de los servicios de inteligencia), todos ellos explicando desde diferentes perspectivas el mismo suceso”.

Entrenando el pensamiento crítico

“La fotografía es fundamentalmente texto”, prosigue Fontcuberta. Él explica así su manera de trabajar: “Suelo trabajar con proyectos que consisten en series de fotografías cuya disposición y relación entre las imágenes crea deliberadamente una cierta discursividad”. Historias, textos, narración, discursividad… La fotografía, el discurso de este particular fotógrafo necesita algo más que los ojos de un espectador que vea, necesita la capacidad del espectador para extrañarse y preguntarse qué demonios es eso que está pasando delante de sus ojos. “Mi trabajo trata de provocar una confusión de géneros, la narración en el fondo es solo un pretexto. [...] A mí, en fin, me gusta considerar mi obra como piezas de arte conceptual que persiguen la parodia, la crítica y la deconstrucción de los lenguajes narrativos y documentales institucionalizados”.

Joan Fontcuberta

Muchos años antes de que posverdad o fake news fueran nombradas palabras del año, entraran en los diccionarios oficiales y pusieran patas arriba el mundo del periodismo, la información política y sus efectos llegaran a cuestionar incluso la fortaleza de las democracias, el arte hacía prácticas como estas para poner a prueba la capacidad crítica de los espectadores.

En vista de los sucedido en las últimas dos décadas el entrenamiento no ha obtenido los resultado deseados: seguimos sacando tan mala nota como el embajador ruso que salió consternado de la exposición cuando se inauguró por primera vez en Madrid en 1997 y exigió que figurase un rótulo indicando que todo aquello era una ficción, porque podía inducir a error y le parecía insultante para el glorioso pasado de su país. No supo ver la verdad de la ficción ni lo que enseñan las mentiras. No hizo caso a Machado, que lo resumió como nadie en sus Proverbios y Cantares:

Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa.