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Climas extremos: los diez fenómenos meteorológicos más extraños del Sistema Solar

¿Las tormentas primaverales te han arruinado el plan del fin de semana? No te quejes, podría ser peor: podría estar lloviendo ácido sulfúrico. En serio. Es

Mercurio no tiene apenas atmósfera y es el planeta más cercano al Sol, factores que causan una variación térmica extrema en el planeta, ya que éste se calienta mucho en las zonas donde incide el Sol (hasta más de 430 grados) pero no es capaz de retener el calor de forma que hace mucho frío donde no (por debajo de los 180 grados negativos). Además, rota tan despacio que allí tres días duran dos años terrestres. Si un ser humano visitase Mercurio, se asaría o se congelaría dependiendo de la zona del planeta en que aterrizase.

Venus es un buen ejemplo de cómo los gases con efecto invernadero crean una atmósfera infernal. Básicamente compuesta por dióxido de carbono, la atmósfera es tan densa que la presión sobre la superficie es unas 90 veces mayor, y además retiene muy bien el calor. Tanto que la temperatura ronda los 480 grados todo el año. Además, la lluvia en este planeta está formada casi exclusivamente de ácido sulfúrico, por lo que es tremendamente corrosiva, claro que en la superficie no habría que preocuparse por ello porque la temperatura es tan alta que se evapora antes de llegar al suelo.

Marte es actualmente objeto de muchos estudios, porque se considera un planeta que fue capaz de albergar vida, o al menos una atmósfera que retuviese el agua que se sabe que hubo allí. Pero además de qué pasó con su atmósfera, hay otros fenómenos meteorológicos curiosos que analizar. Por ejemplo, sus tormentas de nieve, que no están formadas por agua, sino por dióxido de carbono helado (lo que llamamos hielo seco). Igual que Mercurio, con su débil atmósfera Marte no logra retener el calor del sol: de día su superficie se encuentra a unos agradables 20 grados, pero por la noche baja por debajo de -50. Por no mencionar las tormentas de arena que pueden envolver el planeta entero durante varios días.

Júpiter es conocido por sus grandes tormentas, algunas visibles con telescopios relativamente simples. La mayor de todas es la que se conoce como el Gran Punto Rojo, un enorme huracán en el que cabrían tres planetas del tamaño de la Tierra y que lleva en marcha unos cuatro siglos. Estas grandes tormentas están causadas por corrientes de aire. En la Tierra, suele haber dos de estas grandes corrientes por hemisferio, y las interacciones entre ellas causan fenómenos como temporales y huracanes. En Júpiter soplan unas 30 corrientes de aire en direcciones opuestas que alcanzan los 480 kilómetros por hora. Dos de ellas alimentan el Gran Punto Rojo. Las corrientes que se ven desde la Tierra son estelas de amoniaco congelado, ya que las temperaturas en parte de su superficie son inferiores a -140 grados.

Europa es uno de los satélites de Júpiter, y tiene también sus propias peculiaridades climáticas. Por ejemplo: su superficie está cubierta por un océano de agua salada de unos 100 kilómetros de profundidad, pero este está cubierto por una capa de hielo. Y es que en Europa hace frío: -163 grados en el ecuador y -223 grados en los polos. Sin embargo, el agua del océano se mantendría en niveles más cálidos y podría tener las condiciones necesarias para albergar vida, por lo que en la misión de exploración Galileo se tuvo especial cuidado en no contaminarla.

Io es otro de los satélites de Júpiter, y su superficie está marcada por más de 400 de volcanes (el el objeto geológicamente más activo del Sistema Solar) cuya actividad depende de la influencia gravitacional de Júpiter. Sus erupciones pueden alcanzar los 400 kilómetros de altura debida a la poca gravedad que hay en la superficie del satélite.

En el polo norte de Saturno se observó hace ahora casi 30 años una curiosa tormenta con forma perfectamente hexagonal. Ha sido vista de nuevo en varias ocasiones posteriores: tiene unos 25.000 kilómetros de diámetro (caben unas tres Tierras dentro) y rota a un ritmo de una vuelta cada 10 horas y 40 minutos. Los astrónomos aún tienen muchas dudas al respecto, pero se cree que está causada por un cambio en la velocidad a la que se mueve el viento atmosférico del planeta.

Titán es el mayor satélite de Saturno, y el único conocido en el que hay una atmósfera importante. Además, es el único cuerpo, además de la Tierra, en el que se han encontrado evidencias de cuerpos líquidos estables en la superficie: se trata de grandes lagos, pero no de agua, sino de metano líquido. Además, la temperatura de su superficie ronda los -162 grados.

Urano tiene la atmósfera más fría del Sistema Solar, con una temperatura mínima de -224 grados. A simple vista parece una bola azul verdosa en la que no pasa gran cosa, pero vista con telescopios de infrarrojos la atmósfera de Urano aparece poblada de huracanes enormes y un complejo patrón de nubes que en algunas zonas parece una intrincada trenza.

Neptuno es el planeta más lejano a nosotros, y presenta fenómenos climáticos extremos, como gigantescas tormentas, pero si destaca por algo es por tener los vientos más violentos de nuestro sistema solar: hasta 2.400 km/h. Puesto que su topografía es principalmente llana, no hay elementos que causen rozamiento y frenen las corrientes de aire que corren por su superficie.
 

¿Las tormentas primaverales te han arruinado el plan del fin de semana? No te quejes, podría ser peor: podría estar lloviendo ácido sulfúrico. En serio. Es lo que ocurre en Venus. Claro que la lluvia no llega al suelo, porque hace tanto calor que se evapora antes de tocar la superficie. 

Venus es quizá el más extremo, pero no es el único cuerpo de nuestro Sistema Solar cuya climatología nos resulta totalmente salvaje. En Io la superficie está llena de volcanes que lanzan sus erupciones a más de 400 kilómetros de altura, y en Júpiter hay una tormenta tan grande que cabrían tres planetas como la Tierra dentro.

Coge el paraguas, la bufanda y el protector solar y prepárate para un repaso por los fenómenos meteorológicos más extraños del Sistema Solar. 

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