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El genocidio rohingyá y el silencio de Suu Kyi en Birmania, en viñetas

La historia apuntaba a que Aung San Suu Kyi, activista por la democracia, defensora de los Derechos Humanos y ni más ni menos que Premio Nobel

Suu Kyi recibió el Premio Nobel de la Paz en 1991, un año después de recibir el premio Sajarov por la libertad de pensamiento. En 2007, hizo pública esta declaración: "Yo apoyo la no violencia por razones morales". Ahora, muchos la critican por su silencio ante la masacre de los rohingyás. Viñeta: Awantha Artigala

El exgeneral Thein Sein gobernó la junta militar en Birmania desde 2011 hasta 2016, cuando fue retirado del poder por el movimiento democrático birmano liderado por Suu Kyi. Durante su mandato se retiró el derecho a voto a la comunidad rohingyá y lanzó un proceso de verificación de ciudadanía para crear una 'lista negra' de rohingyás bengalíes. El Gobierno birmano nunca ha reconocido la ciudadanía birmana a este colectivo y la propia comunidad rohingyá lo denunció por genocidio. Viñeta: Carlos Lattuf

"No creo que haya limpieza étnica". Estas fueron las palabras de Suu Kyi a una de las múltiples advertencias de Naciones Unidas. La comunidad musulmana rohingyá, apartada en una especie de campos de refugiados en el estado de Rajine, en el norte de Birmania, y también en varias áreas de Bangladesh, junto a la frontera, ha sufrido hostilidad de sus vecinos budistas desde la Segunda Guerra Mundial. Viñeta: Shahid Atiqullah

La comunidad rohingyá está considerada apátrida. Ni Birmania, donde han nacido y vivido cientos de años, los reconoce como ciudadanos de pleno derecho, ni tampoco en los países de la región. Una gran cantidad de gente ha tenido que huir a Bangladesh, donde viven en campos de refugiados en la frontera. Viñeta: Syed Rashad Imam Tanmoy

En 1978, el Gobierno de Birmania puso en marcha la 'operación Dragón', destinada a evaluar la situación de los habitantes en zonas fronterizas y tomar medidas contra los que habían entrado en el país de forma ilegal. Esta operación acabó con la expulsión y detención de rohingyás. En este operativo, cerca de 250.000 rohingyás lograron huir hacia Bangladesh. Viñeta: Jean Gouders

 

 

En octubre de 2016, ya con Suu Kyi al mando de Birmania, desde la sombra, varios cientos de hombres atacaron tres puestos fronterizos en el estado de Rajine, en el norte de Birmania. Este ataque provocó una de las mayores intervenciones militares en la zona, al considerar que la comunidad rohingyá estaba directamente detrás de ellos, dejando tras de sí miles de muertos y desplazados. Viñeta: Shahid Atiqullah

En 2016, Bangladesh pidió ayuda a la comunidad internacional para tratar de solventar la crisis en la región, tras la llegada de miles de musulmanes rohingyás procedentes de Birmania. No obstante, la principal llamada llega de la sociedad, no de los Gobiernos de la zona, que se lanzan la pelota unos a otros sobre la cuestión rohingyá. Viñeta: Nath Paresh

En la década de los noventa, otros cerca de 250.000 musulmanes rohingyás se vieron obligados a abandonar sus viviendas en el norte de Birmania y a huir hacia Bangladesh. Allí el Gobierno bangladeshí levantó más de una veintena de campamentos, en los puntos fronterizos de Cox's Bazar y Bandarban. Viñeta: Shahid Atiqullah

La ONU no ha dejado de insistir en el último año. "Limpieza étnica". "Genocidio". Desde otros organismos, como HRW, señalan que es el propio Gobierno el que está detrás de la quema de viviendas de musulmanes rohingyá, situación que demostró publicando varias imágenes tomadas por satélite. Viñeta: Nath Paresh

Después de meses de silencio, Suu Kyi habló por vez primera sobre los rohingyás. Lo hizo desde la capital birmana, Naipyidó, ante diplomáticos y periodistas, donde dijo que sentía "profundamente" el "sufrimiento de todos los que se han visto afectados por el conflicto". Amnistía Internacional, por su parte, ha criticado que siga silenciando el papel de las fuerzas de seguridad y ha pedido el fin de la campaña de violencia llevada a cabo por los militares contra los rohingyás. Viñeta: Syed Rashad Imam Tanmoy

 

La historia apuntaba a que Aung San Suu Kyi, activista por la democracia, defensora de los Derechos Humanos y ni más ni menos que Premio Nobel de la Paz, sería la responsable de poner fin al 'apartheid' que sufre la minoría rohingyá, una de las más perseguidas del mundo y ahora calificada como objeto de una auténtica limpieza étnica. Pero no fue así. Desde la llegada de Suu Kyi al 'poder' en Birmania su silencio ha estado contribuyendo al genocidio de esta minoría. Y 'poder' tiene que ir, efectivamente, entrecomillado, porque a pesar de que es quien de facto gobierna el país, no lo es oficialmente: el presidente de Birmania, por ley, no puede tener hijos extranjeros, y los de Suu Kyi son británicos. Pero esto no le ha impedido alcanzar ese poder. Ostenta actualmente los ministerios de Exteriores, Energía y Educación y la oficina de la Presidencia. Y, además, es consejera de Estado. Todos estos cargos para callar. 

Su silencio le ha valido más de una crítica. Y no en vano: en el más de un año y medio que lleva gobernando en la sombra, el norte de Birmania ha sufrido al menos dos crisis extremadamente graves, en las que miles de rohingyás tuvieron que huir al país vecino, Bangladesh, y otros miles han muerto, asesinados, quemados vivos, a manos incluso del propio Ejército. 

En todo el mundo han respondido a este genocidio, desde Naciones Unidas, hasta diferentes premios Nobel de la Paz, que se preguntan cómo una política que antes de llegar al Gobierno disponía de una altura ética considerable ha pasado a permitir una situación como la que viven los rohingyás de Birmania. A estos se han sumado decenas, cientos de artistas, que han querido plasmar no sólo la terrible situación de los musulmanes rohingyás del sudeste asiático, que se cuentan por miles, sino también el silencio genocida de la propia Suu Kyi.

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