Plena Guerra Fría. Ronald Reagan inicia su segundo mandato con su discurso del Imperio Malvado mientras la Unión Soviética sigue empantanada en Afganistán. La tensión entre la OTAN y el Pacto de Varsovia se dispara hasta niveles nucleares en la llamada crisis de los euromisiles. En España, los socialistas de Felipe González se afianzan en el poder (expropiación de Rumasa, despenalización del aborto, jornada laboral de 40 horas, los accidentes de Barajas y 44 asesinados en un año por ETA) pero, aunque se había acometido una profunda reorganización de la defensa, persiste una fuerte impronta del franquismo en las Fuerzas Armadas. El gasto militar todavía superaba el 2% del PIB.
“España tenía que ocuparse del eje Baleares, Estrecho, Canarias, lo que implicaba tener submarinos en la fachada mediterránea y en la fachada atlántica; y defender el Estrecho del paso de naves soviéticas. Éramos muy conscientes de que necesitábamos mantener unas capacidades submarinas significativas. Nuestros submarinos eran entonces eminentemente costeros, aunque los S-70 ya tenían alguna capacidad oceánica. Pero queríamos algo más”.