semblanza con todos los grises del primer submarino español:

La saga/fuga del S-81 Isaac Peral

Cartagena (Murcia)

La saga/fuga del S-81 Isaac Peral

s difícil hacerle justicia al programa de submarinos S-80. Una empresa compleja y ambiciosa, donde abundan los ‘peros’. Un proyecto con sello 100% nacional que eleva a España a la élite de la construcción naval, pero que ha tardado el doble del tiempo previsto y el doble del monto presupuestado en materializarse. Un hito generacional para la Armada española, para la industria de defensa y para el ecosistema de seguridad nacional, pero manejado con una opacidad excesiva y unas expectativas desmesuradas. Una historia fértil para filias y fobias de todo tipo, receptáculo de alabanzas exageradas y críticas dantescas.

Al fin y al cabo, el submarino no es más que un reflejo de la propia España; de sus grandezas y miserias, de sus aspiraciones y torpezas. De su momento histórico. El S-80 es uno de esos episodios de los que podríamos aprender como país y madurar como sociedad, pero del que probablemente quedará más la brocha gorda, las exageraciones y más de una leyenda urbana difícil de erradicar. Por intentarlo, que no quede.

Para comprender la escala de grises de esta semblanza conversamos con Christian D. Villanueva, fundador y director de la revista Ejércitos, quien acaba de publicar ‘El programa S-80: dos décadas luchando por mantenerse a flote’ (Catarata 2023), la obra más completa y actualizada sobre el tema (de la que El Confidencial publicó este extracto). Repasamos con el autor los principales hitos del proyecto; un relato repleto de anhelos y afanes, envidias y traiciones, bastantes fiascos y alguna que otra genialidad. Una historia que comienza hace 40 años.

Vídeo: Juanjo Fernández

Plena Guerra Fría. Ronald Reagan inicia su segundo mandato con su discurso del Imperio Malvado mientras la Unión Soviética sigue empantanada en Afganistán. La tensión entre la OTAN y el Pacto de Varsovia se dispara hasta niveles nucleares en la llamada crisis de los euromisiles. En España, los socialistas de Felipe González se afianzan en el poder (expropiación de Rumasa, despenalización del aborto, jornada laboral de 40 horas, los accidentes de Barajas y 44 asesinados en un año por ETA) pero, aunque se había acometido una profunda reorganización de la defensa, persiste una fuerte impronta del franquismo en las Fuerzas Armadas. El gasto militar todavía superaba el 2% del PIB.

“España tenía que ocuparse del eje Baleares, Estrecho, Canarias, lo que implicaba tener submarinos en la fachada mediterránea y en la fachada atlántica; y defender el Estrecho del paso de naves soviéticas. Éramos muy conscientes de que necesitábamos mantener unas capacidades submarinas significativas. Nuestros submarinos eran entonces eminentemente costeros, aunque los S-70 ya tenían alguna capacidad oceánica. Pero queríamos algo más”.

En este contexto, la Armada acababa de recibir el primero de los cuatro submarinos clase Galerna S-70 (el S-71 Galerna) y comienza a estudiar cómo va a sustituir a los cuatro clase S-60 Delfín cuando finalicen su vida útil, allá por la primera década del siglo XXI. Había varias corrientes sobre cómo acometer el proyecto y con quién (alemanes, franceses, estadounidenses). Entre las posibles opciones, incluso emergió la idea de dotarse de un submarino nuclear como los franceses. El plan llegó a tener nombre propio (Subespron: submarino español de propulsión nuclear) y su comité de expertos.

Se busca remplazo: la Armada buscaba opciones para sustituir los S-60

Pero esa España de los 80 todavía era un país tímido y acomplejado (o prudente y humilde, como se quiera ver) y esquivó ahí una primera bala al descartar un programa infinitamente más complejo y que habría consumido ingentes cantidades de recursos por una ganancia estratégica marginal para sus necesidades.

“Tener un submarino nuclear con autonomía ilimitada y capacidad oceánica total da muchas ventajas desde el punto de vista táctico. ¿Lo necesitaba España? No. Pero éramos una potencia nuclear civil y parecía lógico profundizar en la cuestión. Tras analizarlo, se determinó que era prohibitivo”.

Tras la caída del Muro de Berlín y el colapso del bloque soviético, el tablero geopolítico cambia a una velocidad de vértigo, alumbrando un mundo unipolar bajo el signo de la ‘Pax Americana’. Una España adrenalínica ya firmemente integrada en la Unión Europea (1986) se prepara para los Juegos Olímpicos de Barcelona. Descartada la opción nuclear, ese año se terminan los estudios preliminares para el futuro del programa S-80. Las expectativas todavía eran modestas. Más autonomía, más desplazamiento, ataque a tierra, maniobrable, veloz y sigiloso. Todo bastante razonable. En el camino, como el propio país, nos vinimos arriba.

“Este es un momento clave, porque en los años 90 se pensó un submarino y al papel llegó uno muy diferente, mucho más ambicioso. Se buscaba un submarino costero con capacidad de ‘aguas azules’ (oceánicas), pero todavía no se hablaba de sistema de propulsión independiente del aire o integración de misiles. Y aquí es donde se empiezan a conjugar varios elementos que cambiarán el rumbo del S-80 para siempre. España estaba comenzando, poco a poco, a abandonar lo nuclear y la apuesta de futuro eran las renovables. El país era una potencia en hidrógeno y había una empresa, Abengoa, que empieza a despuntar; además de origen andaluz -nunca hay que olvidar el factor político-”.

Ejemplar de submarino S-60
Ejemplar de submarino S-60
Dos ejemplares de submarinos Scorpène. Efe

En los pasillos del cuartel general de la Armada conviven varias corrientes, pero empieza a ganar peso la idea de hacer un submarino 100% nacional. El objetivo era independizarse industrial y tecnológicamente de Francia, con la que España llevaba varias décadas construyendo sumergibles (principalmente en labores conocidas como de chapa y pintura). En ese momento, los astillero Izar (luego Navantia) construían junto a DCNS (luego Naval Group) los submarinos Scorpène, un éxito comercial exportado a Chile y luego a Malasia.

“Más del 40% de los Scorpène se hacían en España e incluso el Gobierno llegó a anunciar en 1997 que se comprarían a Francia. ¿Qué sucedió? Que coincidió con un momento histórico muy concreto en el cambio de siglo. Durante la segunda legislatura de José María Aznar, con mayoría absoluta y una visión más pro-atlantista, ocurre el 11 de septiembre de 2001 y cambia el perfil de las misiones. Ahora estamos en una guerra global contra el terror. Para defender a España no bastaba estar en el Estrecho; había que ir más allá, hasta el Sahel, Oriente Medio o incluso Asia Central. Eso ya imponía un submarino diferente. Pero además está el factor Perejil (la breve captura de un islote por tropas marroquíes en 2002), donde Francia nos dejó tirados. Eso hizo que muchos en España se planteasen hasta qué punto merecía la pena ser dependiente de un país que te la podía jugar así. Parecía muy juicioso empezar a diseñar y producir un submarino nosotros mismos”.

Momento fundacional. En marzo de ese año, en uno de los últimos Consejos de Ministros del mandato de Aznar (pocos días antes de los atentados de Atocha que acabarían dando un vuelco electoral), se dio luz verde al programa S-80 con un techo de gasto de unos 1.800 millones de euros. Para los que solo han vivido crisis económicas sucesivas, pandemias y guerras, les será difícil imaginar una España que parecía no tener límites. Pero ese era el ambiente en un país que ahora apoyaba los pies en la mesa de la gran geopolítica, con una economía dopada por fondos europeos, en plena vorágine privatizadora y alimentando una burbuja inmobiliaria que todos sabemos cómo acabó.

“El submarino que se aprueba aspira a tener capacidades oceánicas plenas, lo que obligaba a introducir un sistema de propulsión independiente del aire (AIP) para aumentar la autonomía, con mayor desplazamiento para misiones más largas, capacidad de realizar operaciones de inteligencia con medios electrónicos y de proyectar el poder naval a tierra. Ahora, lejos de las clásicas misiones de denegación de dominio del mar al enemigo, estos buques debían tener una vocación estratégica, con lo que había que integrar misiles de crucero. Visto en retrospectiva, era una apuesta arriesgada. Pero con la mentalidad de la época, un proyecto de esas características no parecía descabellado”.

Isaac Peral S-81, no parecía un proyecto descabellado
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No solo fue una cuestión política o anímica. El factor industrial fue crucial. La industria naval española estaba en jaque por la competencia asiática y las regulaciones europeas (que dieron un vuelco al sector al prohibir las ayudas estatales a los astilleros deficitarios). Se tuvo que disgregar la construcción militar, que daría lugar al nacimiento de Navantia en 2005, de la civil, que acabó rematada en 2006 sin pena ni gloria.

“La alternativa era seguir bajo el ala francesa y estar abocados a la integración en un gigante europeo, algo que nos salió muy mal con CASA y Santa Bárbara, o lanzarnos a ser también constructores de submarinos para ser potencia propia (ya habíamos vendido portaaviones a Tailandia o destructores a Australia). España, un país cuyos intereses geopolíticos pasan necesariamente por el mar, no podía renunciar a esa capacidad estratégica de construcción naval”.

Se comienza a construir el primer submarino de la serie. Hemos llegado a este momento con buenas intenciones, pero poco más. Lo que autoriza el Gobierno de Aznar y hereda el de José Luis Rodríguez Zapatero sin miramientos, es un plan muy general sin diseños, estudios detallados o tecnología disponible. Es apenas un plazo en un papel que promete tener los submarinos listos para 2013. En este momento se cometen tres errores fundamentales que Villanueva analiza en profundidad en su libro y que aquí tratamos de resumir.

01. El primero fue sobrevenido: la descapitalización de Navantia

“Era un momento de reconversión de la industria naval y eso implicó para Navantia un montón de despidos y prejubilaciones, incluyendo ingenieros senior que habían estado asignados al programa Scorpène y que eran los que más experiencia tenían. Además, muchos trabajadores de primera línea estaban asignados a los programas que todavía seguían en marcha con los franceses”.

02. El segundo fue no forzado: 100% español, rápido y sin ayuda

“España renunció a tener un tecnólogo extranjero. Quiso hacerlo todo, pero no dedicó el tiempo y personal adecuados a valorar el riesgo del programa y las capacidades de Navantia para asumirlo. Igual se podría haber optado por un diseño 100% español, pero menos ambicioso. Se podrían haber embarcado en un proceso de aprendizaje gradual, con ayuda de un socio tecnológico extranjero con experiencia, como se acabó haciendo al final. Se creó una inercia enorme sobre el programa, construyendo cuatro submarinos a la vez para entregar en plazos muy cortos con una empresa descapitalizada. No era razonable”.

03. Y el tercero, de bulto: un salto al vacío tecnológico

“El pecado capital en todo el programa fue asumir un riesgo tecnológico excesivo. No estábamos preparados para acometer ese desafío. No porque seamos incapaces, sino porque ese sistema de propulsión independiente del aire (AIP) basado en un reformador de bioetanol que proponía Abengoa no existía. Era una idea que tenía que materializar España y no se podía hacer en el plazo que se estimaba, ni se sabía con certeza la inversión necesaria. Teníamos que haber hecho un submarino convencional con todas las capacidades y mantener el AIP como un proyecto al margen que, en caso de fracasar, no afectara al resto del programa S-80”.

Será el de la leyenda negra del S-81 Isaac Peral. Navantia y la Armada llevan casi una década inmersos en el proyecto repitiendo como un mantra eso del “submarino no nuclear más moderno del mundo”. Pero hay un enorme vacío informativo y mucho secretismo. Los rumores arrecian. Algo marcha mal en el seno del programa. Pero la crisis de 2008 sigue haciendo estragos en España y el patio no está para cuestiones militares. Menos, cuando hay problemas. En ese momento nos enteramos de que, lejos de estar cerca de entregarse, el submarino se retrasará varios años más.

El gran fallo, el peso. Sobre este punto hay mucho mito urbano que, pese a haber sido repetidas veces refutados, todavía persisten. Uno es que un decimal errado por una coma mal puesta fue la causa de este sobrepeso. Algo ridículo para cualquiera que conozca el trabajo de ingeniería, pero demasiado estrafalario y divertido para que los medios renunciaran a titulares que marcaron el imaginario colectivo. Otra leyenda negra es que el submarino no se sumergía (o que no flotaba, según la versión). Un punto delirante teniendo en cuenta que ese prototipo nunca tocó el agua. El problema real era más aburrido, pero igualmente enervante.

“No fue un gran error de cálculo, sino la suma de muchísimos pequeños desvíos los pesos de cada componente del submarino. Cuando se construye un buque de guerra, la empresa tiene un catálogo de materiales con todas las especificaciones. Pero España no tenía de submarinos porque había estado tirando del catálogo francés. Así que cada vez que había que meter una cañería, una válvula o un inodoro, aunque el elemento respondía a las características necesarias, no siempre cumplía estrictamente el peso fijado en el diseño. Así, la suma de muchos pequeños errores, pieza a pieza, durante años de construcción, dio un desvío que todavía no sabemos a ciencia cierta de cuánto fue. Según las fuentes, entre 80 y 150 toneladas. En cualquier caso, el submarino no podría navegar con seguridad”.

El otro gran contratiempo provino del sistema AIP que debía dotar de una autonomía de hasta un mes a los S-80. Una tecnología que, como hemos dicho, hubo que inventar sobre la marcha.

Isaac Peral S-81, tecnológico que hubo que inventar sobre la marcha
Isaac Peral S-81, se decidió no integrar los misiles Tomahawk
Isaac Peral S-81

“Se hizo un modelo de pruebas a gran escala y funcionó. El problema era miniaturizarlo para que cupiera en una sección de 50 m3. Además, el sistema tenía que erogar 300 kilovatios sometido a todo tipo de movimientos bruscos. También había que desarrollar una célula de combustible, que hubo que contratar a la estadounidense TC Power porque en España no había forma de hacerlo. El reformador fue otro desafío. Hynergreen, filial de Abengoa, incluso tuvo que comprar una empresa neerlandesa para desarrollar la tecnología necesaria para ese subsistema”.

El programa S-80 recupera rumbo y pulso. No ha sido sencillo. España también ha cambiado de mentalidad; sigue siendo un país golpeado y humillado por la crisis, pero el S-80 era demasiado grande para caer. La Armada contrató a la firma estadounidense de ingeniería Electric Boat, del grupo General Dynamics, para enmendar la plana a los ingenieros españoles por 14 millones de euros. Se cambió todo, hasta la forma de trabajar. Es, práctica y literalmente, otro submarino: el S-80+.

“Los asesores de Electric Boat no solo modificaron el diseño general, haciendo el alargamiento de eslora con tres secciones que sumaban diez metros, sino que también se les contrató a posteriori para cambiar la forma de trabajar de Navantia y adaptarla a procesos de trabajo y de ingeniería más modernos, equiparables a los de las empresas estadounidenses o a los de la propia NASA, que era de quien se importó el manual”.

El casco que había comenzado a construirse para el S-81 original se descartó, y el S-82 pasaría a ser el S-81 y así sucesivamente. Se decidió que los dos primeros de la serie no montarían el sistema AIP para evitar nuevas demoras y que se incluirá el primero en el S-83. En 2020, Navantia volvió a licitar el AIP, ya que otra empresa española -Técnicas Reunidas- tenía una alternativa viable. Para sorpresa de muchos, se volvió a apostar por la filial Abengoa, que recientemente completó la tarea con la última certificación técnica del sistema, listo para ser instalado en las próximas unidades.

El S-81 Isaac Peral es amadrinado por la princesa de Asturias, Leonor de Borbón. El submarino es puesto a flote y comienza su etapa final. El buen ritmo se había visto afectado por el súbito parón de la pandemia, pero ya en 2022 y 2023 comenzarán las pruebas finales: de puerto, de navegación en superficie, de inmersión estática y dinámica.

Últimas maniobras del submarino s-81 en el puerto de Cartagena antes de ser entregado a la Armada Española
Últimas maniobras del submarino s-81 en el puerto de Cartagena antes de ser entregado a la Armada Española. Europa Press

“En el proceso, el submarino ha perdido algunas de sus virtudes. La autonomía, que se suponía que iba a ser un mes (potencial), se reducirá a la mitad. También de velocidad, ya que tienes un submarino 10 metros más grande y más pesado pero con el mismo grupo propulsor que el diseño original. También está el punto de los sistemas de ataque a tierra. Al principio, siempre se pensó en que serían misiles estadounidenses Tomahawk, con 1.500 kilómetros de alcance. Al final, por diferentes razones, se decidió no integrarlos y se confiará de momento en la capacidad secundaria de ataque a tierra de los Harpoon, aunque no tienen ni el alcance ni el poder de los primeros. Pero en sistemas de detección, comunicación electrónica y demás, los S-80 serán punteros. No hay datos de autonomía real y velocidad máxima, pero el submarino es un buen submarino, comparable, y a veces mejor, a los de países similares de nuestro entorno. Podemos decir que estamos bien posicionados”.

El S-81+ Isaac Peral será entregado a la Armada con la merecida pompa y boato. Aún pasarán varios años hasta que esté plenamente operativo, armado y equipado; y la cuenta va por 4.000 millones de euros. Pero este día, España ascenderá a la primera división de potencias navales, donde apenas juegan una docena de países con capacidad de diseñar y construir submarinos. Y, aún más importante, habremos culminado como país un proyecto impulsado durante cuatro décadas a pesar de los pesares. Dejamos unas últimas reflexiones a modo de conclusión de nuestro cicerone por los vericuetos del programa S-80.

“En la parte del debe: la falta de rendición de cuentas y de interés político por indagar y sacar a la luz los problemas reales. Los gobiernos han sido paternalistas en vez de ser honestos con el contribuyente. España debe invertir en desarrollar, innovar, investigar. Pero no a cualquier precio. Se necesitan una fiscalización milimétrica para sacar lecciones y no caer en los mismos errores. Esta labor corresponde a la Comisión de Defensa del Congreso y no se ha hecho. Las preguntas parlamentarias son ridículas o inexistentes, mostrando desconocimiento o desinterés en temas de defensa, cuando no su politización”.

“En la parte del haber: el submarino está en el agua, va a ser entregado. Habrá nuevos desafíos para que esté a plena capacidad. Tuvimos un problema importante de comunicación estratégica, con expectativas desmesuradas que han hecho que el coste de imagen para el proyecto haya sido muy elevado. ¿Se podrá exportar? Es factible, aunque complicado. Pero hemos sido capaces como país, independientemente del gobierno y del momento económico, de sacar un proyecto de esta envergadura adelante. Y eso es motivo de orgullo”.

Cronología submarino

“España habrá ganado en el concierto universal y en la conciencia europea mucho más que en diez siglos de trámites diplomáticos. Media docena de submarinos defenderán las costas de la península y de nuestras colonias, y las prestigiosas marinas hundidas en el mar serán luminosas constelaciones de nuestra gloria”.

Isaac Peral y Caballero