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Jóvenes y mayores charlan una hora por teléfono para combatir la soledad
El programa de acompañamiento telefónico Minutos en Compañía permite conectar a mayores con voluntarios de toda España para compartir un rato de charla a la semana
lena y José Luis hablan una hora de media cada semana (si es un fin de semana largo, incluso, más). Nunca se han visto pero desde hace más de dos meses son fieles a una cita que cada uno vive al otro lado del teléfono con emoción. Ella en Madrid, él en Cullera (Valencia). Pese a la distancia y el salto generacional de varias décadas han conectado a la perfección. Ambos participan en el programa Minutos en Compañía, una iniciativa impulsada por Adopta Un Abuelo.
Con apenas un lustro de vida, la 'startup' dirigida por Alberto Cabanes ha tenido que adaptarse a la nueva realidad impuesta por el coronavirus. Las visitas presenciales que realizaban a las residencias y hospitales tuvieron que finalizar por las medidas tomadas para frenar el covid-19. De esa imposición ha surgido, sin embargo, una oportunidad para romper barreras a través de Minutos en Compañía: “Gracias a este acompañamiento telefónico podemos llegar a cualquier persona que pueda necesitar charlar un ratito”, explica Rebeca López, directora de operaciones de Adopta Un Abuelo. Entre las diez de la mañana y las ocho de la tarde, los voluntarios (cerca de 1.400 en estos meses de confinamiento) regalan sus minutos en compañía a quienes más los necesitan.
La infraestructura que ya tenían montada para el programa de acompañamiento intergeneracional sirve como base para el nuevo proyecto, que funciona de manera similar. El equipo de trabajadores sociales de Adopta Un Abuelo se encarga de organizar a los voluntarios y emparejarlos con sus respectivos ‘abuelos’. La disponibilidad, los intereses, las aficiones y hasta su lugar de residencia son criterios tenidos en cuenta a la hora de hacer ‘match’. A partir de ahí, basta un teléfono, tiempo y ganas para poder aliviar el peso del aislamiento en ambas direcciones.
Y es lo que hacen cada semana Elena y José Luis. “Mi abuelo adoptivo es un crack”, dice la voluntaria sobre quien está al otro lado del teléfono. Bastan unos minutos de charla con ella para descubrir que la experiencia está siendo enriquecedora. “En mi primera llamada estaba con mis papeles delante, revisando los temas que no podía tocar… ¡Tenía hasta un guión! Pero cuando escuché a José Luis tan animoso coger el teléfono y empezar a hablar, todo fue súper fácil”, confiesa.
Los trabajadores sociales emparejan a los voluntarios con ‘sus abuelos’. La disponibilidad, los intereses o las aficiones son tenidos en cuenta para hacer ‘match’
Sus más de dos meses de conversaciones telefónicas han dado para mucho. Ahora sabe que José Luis fue jesuita pero abandonó esta senda y se decantó por casarse, estudiar económicas y hasta licenciarse en Bellas Artes pasados ya los 65. Ahora, a sus 82 años, ese talento artístico le ha permitido estar entretenido durante el confinamiento, alternando la acuarela con el óleo e incluso la poesía y, con cierta admiración, Elena confiesa que su ‘abuelo’ se atreve incluso con el diseño gráfico.
Las llamadas de los fines de semana en estos meses han sido, sin embargo, un acicate en la tediosa rutina impuesta por el confinamiento. “No puedes faltar a esa cita, es algo que contribuye a romper su monotonía diaria”, asegura Elena. “Lo que les aportas de verdad es tiempo de escucha aunque José Luis no solo me cuenta sus cosas sino que se interesa por mí. Tiene la cabeza impecable”.
Para esta voluntaria madrileña la experiencia ha resultado de lo más reveladora. Si bien la pandemia ha visibilizado el drama de la soledad que viven muchos mayores, también ha servido para acercarnos a ellos y descubrir que tienen mucho que ofrecer: “Me ha sorprendido la juventud que mantiene una persona que tiene ganas, independientemente de la edad física que tenga. Su espíritu, la lucha, las ganas constantes de hacer cosas nuevas… José Luis es una persona llena de optimismo”.
“No puedes faltar a esa cita, es algo que contribuye a romper su monotonía diaria”
No es la primera vez que Elena es voluntaria. Su trabajo en Banco Santander le ha permitido participar en otras iniciativas en las que colabora la entidad: desde ejercer como mentora de una mujer víctima de violencia de género a través del programa De Mujer a Mujer en colaboración con la Fundación Integra, hasta recoger alimentos y juguetes para Cruz Roja, pasando por ser ‘coach’ de un joven en el programa Coach Exit de la entidad para la prevención del abandono escolar, entre otros. “Yo siempre animo a la gente a que haga voluntariado porque engancha. En el momento que empiezas a hacer cosas por otras personas y no solamente por ti, sientes la necesidad de seguir haciéndolo”, confiesa.
De momento sus esfuerzos se centran en seguir aportando Minutos en Compañía a su abuelo valenciano. “Es un poco de tiempo que pueda cambiarle la vida a una persona o al menos hacérsela más llevadera y a mí me gustaría pensar que, si en el futuro, alguna vez necesito llamar a alguien para hablar y para que me escuche, él va a estar ahí”.
Y podrá hacerlo porque aunque el proyecto ha surgido al albor de la situación de crisis sanitaria, tiene vocación de futuro. No en vano cuenta con el aval de empresas como Banco Santander que ya reconoció la propuesta de Adopta Un Abuelo a través del Premio Jóvenes Emprendedores Sociales. “Cuando podamos nos gustaría volver a las visitas en las residencias pero queremos mantener esta parte nueva”, apunta la directora de operaciones de la 'startup' que añade, además, que la gran ventaja de la iniciativa es que ha permitido salvar las distancias. “El ‘feedback’ es súper positivo por ambas partes. Y lo que más nos repiten es que quieren conocerse en persona”, confiesa.
El Confidencial, en colaboración con Banco Santander, tiene como principal objetivo dar a conocer los proyectos de personas que transforman la sociedad e impulsan el progreso.