Un biofertilizante desarrollado en España reduce las necesidades vegetales hasta en un 60%

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na empresa murciana trabaja para que la industria agrícola no dependa de los fertilizantes basados en el nitrógeno sintético

Por Tomás Muñoz M.

Hace poco más de cien años, el químico alemán Fritz Haber desarrolló una técnica revolucionaria, ampliada posteriormente por su compatriota Carl Bosch, que supuso un antes y un después en la industria agrícola internacional. El conocido como Proceso de Haber-Bosch sirvió para que ambos científicos fueran galardonados con el Premio Nobel de Química en los años 1918 y 1931 respectivamente. Este proceso se basa en una reacción que, partiendo del nitrógeno e hidrógeno del aire, permite obtener amoníaco a nivel industrial, elemento indispensable en la fabricación de fertilizantes.

Desde entonces, los cultivos han sido mucho más productivos debido a que las plantas necesitan nitrógeno en grandes cantidades para crecer, además de potasio, fósforo, agua y luz solar. Por esta razón, este descubrimiento científico permitió alimentar en masa a la población creciente de una época tan convulsa como el siglo XX. De hecho, aún hoy, este sistema permite dar de comer a un tercio de la población mundial.

Sin embargo, esta innovadora solución tiene una cara oculta menos amable, ya que se han detectado efectos negativos en la salud humana derivados del uso de nitratos y nitritos. Entre ellos destacan afecciones relacionadas con la glándula tiroidea, un bajo almacenamiento de vitamina A, efectos cancerígenos relacionados con la fabricación de nitrosaminas y una disminución en la capacidad de transporte de oxígeno en sangre. Por suerte, las investigaciones también apuntan a que es ínfima la cantidad que termina en nuestros estómagos.

La síntesis química del nitrógeno implica un enorme gasto energético, así como la contaminación de aire, suelo y agua

El otro gran problema que plantea la utilización de este elemento químico como abono está relacionado con el medio ambiente. Su fabricación implica una enorme cantidad del consumo energético global, con la consiguiente emisión de gases contaminantes a la atmósfera. Además, la gran mayoría del nitrógeno empleado termina en el aire, suelos y el agua. De hecho, mientras algunos compuestos resultantes, como es el caso del óxido nitroso, se convierten en gases de efecto invernadero e incluso provocan lluvia ácida, otros terminan en el agua. Estos pueden causar floraciones de algas nocivas que consumen oxígeno en grandes cantidades y provocar la muerte de otros seres vivos por hipoxia, como parece haber ocurrido recientemente en el Mar Menor de Murcia.

Poniendo a los microorganismos a trabajar

Una empresa murciana llamada Symborg ha conseguido situarse como líder en la carrera por la búsqueda de sustitutos al nitrógeno de síntesis. Para lograrlo, acaba de lanzar al mercado BlueN, un biofertilizante sostenible que maximiza la eficacia de este elemento en su versión atmosférica gracias a su principal ingrediente activo, la bacteria ‘Methylobacterium symbioticum’. Tras este nombre en latín se encuentra un pequeño microorganismo que “se aloja en las células de las hojas del vegetal para iniciar un mecanismo bioquímico que toma el nitrógeno de la atmósfera y lo convierte en amonio”. Así lo explica Félix Fernández, director de Tecnología e Inteligencia Competitiva de Symborg. “Este amonio se convierte posteriormente en los aminoácidos que nutrirán a la planta de forma natural”.

Félix Fernández fundó Symborg junto a Jesús Juárez, quien actualmente es CEO de la compañía, para “demostrar que sostenibilidad y rentabilidad no están reñidos y la agricultura y el medio ambiente no son enemigos íntimos”. El mejor ejemplo es el funcionamiento de BlueN, cuya eficacia se basa en que, cuando se aplica la bacteria “penetra a través del estoma del vegetal y se instala en las células durante todo el ciclo vital”. De este modo, tan solo hace falta una única aplicación del compuesto. “Aunque la hoja envejezca, el microorganismo se mueve de una a otra y continúa fijando el nitrógeno atmosférico”, subraya.

Los datos corroboran la eficacia

Félix Fernández revela que las experiencias previas a la comercialización del producto “confirman que las necesidades de la planta pueden reducirse entre el 40% y el 60%”, dependiendo del cultivo. Por su parte, Jesús Juárez asemeja este proceso “a la instalación de pequeñas fábricas sintetizadoras de nitrógeno” y ratifica que “con esta sustancia el horticultor ahorra un 20% en su inversión”, a la par que fomenta la agricultura ecológica, un sector en pleno auge y cada vez más demandado.

El próximo reto de Symborg es desarrollar un biopesticida que cumpla con su máxima de buscar soluciones sostenibles para la agricultura

La labor de Symborg comenzó hace ya diez años con el lanzamiento de un bioestimulante agrícola. En este caso, “Félix Fernández descubrió un hongo simbiótico formador de microrrizas llamado ‘Glomus iranicum’ que, para poder sobrevivir, necesita hospedarse en el sistema radicular de las plantas”, según expone Jesús Juárez. “Este mecanismo de simbiosis se basa en que el vegetal fija CO2 a través de la fotosíntesis, libera oxígeno y se queda con el carbono como base energética. Al mismo tiempo —continúa el CEO de Symborg—, con esa misma energía nutre al hongo y este, a cambio, transporta los nutrientes y el agua que necesita la planta a través de su red de micelios, pero lo hace con un menor coste energético. Esto se traduce en un cultivo más abundante”.

El próximo reto de Symborg, ya en fase de investigación, es el desarrollo de un biopesticida que cumpla con su máxima de buscar soluciones sostenibles para la industria agraria. Hasta que llegue el momento de su comercialización, la compañía murciana puede presumir por el momento de que sus artículos y patentes son utilizados en decenas de países, algunos de los cuales son los mercados agrícolas más importantes del mundo. Quizá Félix Fernández y Jesús Juárez no sean reconocidos como lo fueron Fritz Haber y Carl Bosch, pero de momento están demostrando que la innovación y la biotecnología son los grandes aliados del planeta para revertir la situación de emergencia climática, todo ello sin que los agricultores dejen de ser productivos y rentables.