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Un equipo multidisciplinar para terminar con la exclusión social y su origen

Tomás Muñoz M.

La asociación Achalay busca terminar con los ciclos negativos que se perpetúan en el tiempo a través de la educación

A

menudo las personas que se encuentran en riesgo de exclusión social tienen que hacer frente a la doble batalla que supone combatir sus problemas más directos mientras intentan cerrar la fuente de la que proceden. La mayoría de las organizaciones que trabajan para ayudarles se centran únicamente en el primero de los factores, desdeñando el origen del mismo. Por este motivo, el cometido de la asociación Achalay es atender las dificultades desde una óptica integral, a través de un equipo multidisciplinar, para tratar la cuestión en toda su magnitud. El objetivo es terminar con los ciclos negativos que se heredan generación tras generación y perpetúan en el tiempo.

Su directora general es Blanca Valentín-Gamazo, quien recuerda que “al principio solo se trataba de un grupo de amigos que tenía muchas inquietudes y ganas de mejorar el mundo”. Actualmente, después de crecer en experiencia y orientar su finalidad —además de apuntalar sus posiciones—, los ejes de su labor son dos: dar oportunidades a los más necesitados y formar a jóvenes con discapacidad intelectual. Para ello, cuentan con instalaciones en el madrileño barrio de San Blas y en el campus de la Universidad Complutense de Madrid.

“Nuestra labor es facilitar herramientas y recursos a los colectivos más vulnerables para que puedan desarrollarse de forma autónoma”, explica Virginia López, compañera de Blanca y coordinadora del Centro de Acción Social de Achalay. “Pese a que siempre existe un trasfondo de precariedad que es común a todos los casos, lo que realmente llama la atención es cómo se entrecruzan unas problemáticas con otras”. Se refiere a la red de obstáculos y contratiempos para encontrar empleo, pagar el alquiler o la hipoteca, las situaciones de pobreza energética, el absentismo escolar o el déficit educativo y cultural. “Terminar con estas complicaciones es urgente para los menores en riesgo de fracaso escolar, los adultos con escasos recursos económicos, los desempleados, los migrantes o las familias necesitadas, sea cual sea su condición”, confirma con tono serio.

Para lograr su misión, los trabajadores y voluntarios de la entidad organizan y coordinan un amplísimo elenco de actividades. “Sobre todo nos centramos en las áreas de refuerzo educativo y ocio. Las del primer tipo van dirigidas a reforzar el nivel académico, mientras que las otras buscan que se produzca un despertar en la forma de ver el mundo de la persona afectada”. La coordinadora de Achalay revela que la meta de este segundo modelo de propuestas es que los jóvenes “vean aquello que no conocen, crean en sí mismos y sepan que pueden formar parte activa, aunque antes no pudieran ni siquiera imaginarlo”.

“Se trata de un programa en el que los adultos se forman para continuar apoyando los procesos de sus hijos”

Las iniciativas se realizan de forma puntual o periódica a través del voluntariado corporativo tanto en sus dependencias del barrio de San Blas (Madrid) como en otros emplazamientos. Las empresas colaboradoras posibilitan la realización de planes que serían totalmente inaccesibles de otro modo. Virginia pone algunos ejemplos, a pesar de que reconoce que la lista se queda corta: “Hemos organizado desde concursos literarios en los que alguna compañía ha ofrecido interesantes premios, hasta excursiones culturales o de entretenimiento, pasando por campamentos urbanos, reparto de ropa y alimentos, cursos para adultos o aulas de búsqueda de empleo”. Los empleados de Banco Santander, por ejemplo, han acudido en varias ocasiones para realizar labores de voluntariado.

Pero la asociación no solo se centra en la infancia y la juventud, sino que cuenta con intervenciones destinadas a familias completas. En ocasiones, se ocupan de una en exclusiva y otras veces lo hacen a través de dinámicas grupales. “Se trata de un programa en el que los adultos se van formando para continuar apoyando los procesos de sus hijos”, apostilla Virginia. En total, al año atienden en torno a 70 núcleos familiares y alrededor de 130 menores. “Necesitábamos incorporar esta perspectiva —amplía la responsable del centro de Acción Social— debido a que los pequeños han ido creciendo y ahora tenemos una franja de jóvenes de 16 a 25 años, a los que no se puede dejar desatendidos”. Precisamente, el próximo objetivo de Achalay es “que puedan dar el salto del barrio a la vida educativa y el mundo empresarial”. Para ello, “les facilitamos recursos y habilidades variadas porque nuestra tipología de intervención es muy flexible”, añade.

“Algunos extranjeros que llegaron en condiciones precarias nos han visitado para confirmarnos que han conseguido estabilizar su situación”

Respecto al éxito de las iniciativas, la coordinadora recuerda los numerosos ‘feedbacks’ positivos que han recibido. “Aquí han venido chavales que fueron atendidos cuando eran niños a decirnos que ahora estudian en la universidad. De igual forma, algunos extranjeros que llegaron en condiciones muy precarias nos han visitado para confirmarnos que han conseguido estabilizar su situación y tener aspiraciones en la vida”. Sin embargo, lo que más satisface a Virginia son “las personas asistidas con éxito y que años más tarde regresan como voluntarios a ayudar a otros”. Esta es la razón por la que se ha impulsado la creación de un plan de premonitores, para que “puedan enseñar lo aprendido y seguir transmitiendo su experiencia”, comenta.

Además de la actividad puesta en marcha en San Blas, Achalay cuenta con un programa de formación para jóvenes con discapacidad intelectual llamado Liceo y que cuenta con el apoyo de Banco Santander. Blanca aclara que este proyecto —implementado en el campus de la Universidad Complutense de Madrid— tiene el doble cometido de “buscar el desarrollo personal de los participantes y acercarles un itinerario profesional que les guste e interese, a la vez que les vincula con un nicho de empleo real”. De momento se imparte en las modalidades de Imagen y Sonido, Cuidado de Animales y Atención a la Dependencia. La directora General concluye poniéndolo en valor porque “sirve para que estos jóvenes se integren en el mundo universitario, a la par que el resto de estudiantes de la facultad también pueden participar en el programa de voluntariado”, explica.

El Confidencial, en colaboración con Banco Santander, tiene como principal objetivo dar a conocer los proyectos de personas que transforman la sociedad e impulsan el progreso.

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