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Malala, el proyecto para enseñarles el mundo a los niños que viven en la cárcel

María Corisco

Los voluntarios de la Asociación Ampara se ocupan de hacer actividades con ellos y de mostrarles la vida cotidiana fuera de la prisión

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ienen menos de tres años. Ríen, lloran, corren, juegan, se pelean, se entretienen y se aburren igual que el resto de los niños de su edad, pero su vida es muy diferente: están en la cárcel. Sus madres están cumpliendo condena y la ley penitenciaria contempla el derecho a que sus hijos puedan vivir con ellas hasta que cumplan los tres años. Estos niños son la razón de ser de Malala, un proyecto de la Asociación Ampara con el que pretenden ayudarles a vivir nuevas experiencias más allá del recinto penitenciario.

“Ampara nació de la ilusión de un grupo de personas que llevábamos más de dos décadas siendo voluntarios en prisiones -explica María Becerril, su presidenta-. Hace cinco años nos decidimos a montar nuestra propia asociación y continuar con nuestra labor de voluntariado, especialmente dirigida a los niños. Así surgió el proyecto Malala”.

La idea, nos cuenta, es ofrecer a estos pequeños que viven en la cárcel las mismas oportunidades que tienen los niños que están en la calle. “Ellos no están presos, pero viven en un recinto cerrado con todos los estigmas de una prisión: la megafonía, las puertas que se cierran tras de ellos… Allí solo se ve cemento, no hay otros estímulos del exterior, y eso es lo que nosotros les brindamos”.

Así, todos los fines de semana, los voluntarios de Malala sacan de la cárcel a los pequeños para hacer diferentes actividades. “Se trata de que aprendan aspectos de la vida cotidiana en libertad. Ir al zoo, a una piscina de bolas, a un parque, un teatro… Que vean coches, autobuses, animales… Están en todo momento atendidos por voluntarios, personas externas al ámbito penitenciario, lo que les permite ampliar su círculo afectivo”.

“Viven en un recinto cerrado con todos los estigmas de una prisión: la megafonía, las puertas que se cierran…”

También organizan campamentos. “En verano les llevamos seis días a Santa María de Huerta; en invierno, un fin de semana a Sigüenza”. A esos campamentos los acompañan también sus madres. “Es muy importante para ellas y para los niños. Se trata de hacer juntos una actividad, de vivir una experiencia en un contexto diferente al de la prisión. Hay también otras salidas conjuntas: a ver un Belén viviente, a la cabalgata de Reyes… Por otra parte, celebramos con ellos todas las fiestas: los cumpleaños, las navidades, carnaval… Es decir, lo mismo que celebra cualquier otro niño que no viva en la cárcel”.

Las madres están encantadas con todas estas oportunidades, que les permiten fomentar las relaciones maternofiliales a la vez que disfrutan de unos momentos de libertad en compañía de sus hijos, consiguiendo disminuir los estados de ansiedad. Porque, señala María Becerril, “es cierto que madres e hijos viven en un módulo especial, mucho más confortable que el resto de la prisión. Es un entorno menos hostil, pero, aun así, la mamá no manda: manda la funcionaria. Y el niño lo percibe, lo absorbe, ve que está a las órdenes de otra persona. Por eso importa también poder hacer actividades fuera del recinto penitenciario, todo más relajado”.

Madres e hijos viven en un módulo especial y allí la mamá no manda, manda la funcionaria. Y el niño lo percibe, lo absorbe”

El objetivo es desarrollar todas las áreas necesarias para que el crecimiento físico y psíquico de los pequeños se produzca de una forma positiva y eficaz.

Además de Malala, en Ampara llevan a cabo otros dos proyectos: el proyecto Padua, “dirigido a adultos presos, hombres y mujeres, mediante el que se imparten talleres de distinta índole - educativos, lúdicos, deportivos…-, con el objetivo de proporcionarles las herramientas necesarias para una integración normalizada en la sociedad tras su estancia en prisión. Y el proyecto Victoria, un programa de voluntariado para formarlos, intentar que se impliquen más y darles una segunda oportunidad”. Tres proyecto con el objetivo de que la prisión no sea un estigma que acompañe toda la vida a la persona. Una dedicación que les ha valido para ser una de las galardonadas en la XI Convocatoria de Proyecto Sociales ‘Euros de tu Nómina’ de Banco Santander. En estas convocatorias son los empleados de la entidad quienes donan parte de sus nóminas para financiar proyectos solidarios.

El Confidencial, en colaboración con Banco Santander, tiene como principal objetivo dar a conocer los proyectos de personas que transforman la sociedad e impulsan el progreso.

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