Hacia la descarbonización: así será el mix energético del futuro

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spaña aspira a estar libre de emisiones de CO2 en 2050 pero, para lograrlo, será necesaria una transición en la que tengan cabida distintos modelos de generación eléctrica

Por Jaume Esteve

Lograr una generación de energía limpia de CO2 es uno de los ambiciosos retos a los que se enfrenta el planeta para atajar los efectos del cambio climático y mitigar sus consecuencias. Y los últimos datos obtenidos en España muestran que el país va por el buen camino aunque todavía queda un trecho por recorrer.

Alternativas, afortunadamente, no faltan, y ante el progresivo abandono de las fuentes de energía fósiles durante los próximos años se debería hacer patente un aumento en la generación de energía limpia. Según las últimas cifras facilitadas por Red Eléctrica, en España se produjo un 40% de electricidad que provenía de fuentes de energía renovables, una cifra más o menos en la línea de la producida en los cuatro años anteriores, donde se mantuvo entre el 33,7% y el 42,3%. Ese 40% estuvo encabezado por la energía eólica, que acumuló el 19,8% de la energía producida en nuestro país. La hidráulica se encargó de generar el 13,7% mientras que la solar fotovoltaica y térmica acaparó el 4,8% mientras que otras renovables se quedaron en un 1,7%.

De 2018 a 2019 la potencia instalada de energía solar en España ha pasado de 4.714MW a 5.817MW, un aumento cercano al 25%

La energía solar está llamada a liderar la generación de energía limpia en nuestro país habida cuenta del clima del que gozamos así como de las vastas extensiones de terreno en las que se pueden instalar placas fotovoltaicas. Solo de 2018 a 2019 la potencia instalada en nuestro país ha pasado de 4.714MW a 5.817MW, un aumento cercano al 25%. Y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima tiene, entre sus objetivos, instalar 3GW de fotovoltaica al año a partir de 2021 para alcanzar los 28.000MW de cara a 2030.

De la energía flexible a la generación distribuida

Pero el salto hacia la descarbonización no se va a producir de la noche a la mañana. En ese proceso en el que las fuentes renovables coparán el mercado, con el horizonte puesto en 2050, habrá que apostar por otros modelos energéticos que complementen a la electricidad producidas gracias al viento, al agua y al sol. Ciclos combinados, energía flexible, autoconsumo o generación distribuida son algunos de los nombres que suenan, y sonarán, a la hora de hablar de energía en nuestro país.

Ciclo combinado. Las centrales termoeléctricas de ciclo combinado generan energía gracias a un doble ciclo termodinámico situado en un mismo sistema. Hablando en plata, suelen hacer uso de un combustible fósil (el ciclo combinado de gas en España generó el 10,8% de la electricidad en 2018) que, al calentarse, genera un vapor que mueve una turbina. Los gases calientes ya pasados por la turbina se utilizan para calentar agua, cuyo vapor mueve una segunda turbina generando así el llamado ciclo combinado.

El problema del ciclo combinado en España, que cuenta con 50 centrales a lo largo de toda la geografía, reside en el poco uso que se está dando a las mismas. Según datos de Red Eléctrica, estas centrales solo operaron al 12% de su capacidad máxima en 2018.

parque solar

Energía flexible. La solución, según algunos expertos, para abaratar el recibo de la luz pasa por abrir el mercado a todo tipo de proveedores y a nuevas tecnologías para aumentar la oferta y bajar los costes. ¿Cómo? Gracias a autoconsumidores, al uso de renovables con baterías de almacenamiento, a la generación distribuida (a la que llegaremos en unas líneas) o al uso de contadores y aplicaciones inteligentes que gestionen la demanda energética.

La apertura del mercado hará posible que, mediante una transformación del mercado energético hacia las renovables, se pueda lograr un mix de energía con cada vez mayor peso de energías limpias, desplazando a los combustibles fósiles de manera paulatina. La bajada en el precio de las baterías, ya no solo en el presente sino a largo plazo, se antoja como un elemento fundamental para potenciar la generación de electricidad solar o eólica.

Generación distribuida. Democratizar la generación de energía o, lo que es lo mismo, hacerlo en pequeñas instalaciones muy cerca de los lugares donde se va a generar. Esta alternativa pretende, por ejemplo, que los tejados de un bloque de pisos con unas placas fotovoltaicas instaladas sean capaces de abastecer de energía a una manzana. O que una casa se nutra de la misma y vierta energía a la red si ha acumulado un exceso. También existen fuentes eólicas de generación distribuida que suelen complementar a las solares por aquello de que cuando el sol no aparece, suele soplar más viento.

Las bondades de la generación distribuida se asientan sobre tres pilares: reducen las pérdidas eléctricas en la red, ya que la energía recorre menos camino; tienen una baja potencia, habitualmente por debajo de los 3kW; y la energía que vierten no revierte ningún flujo hacia la red de transporte.

La generación distribuida pretende, por ejemplo, que los tejados de un bloque de pisos con unas placas fotovoltaicas instaladas sean capaces de abastecer de energía a una manzana

Las compañías eléctricas también están trabajando para lograr ese objetivo de libre de emisiones de CO2 en 2050. Un ejemplo de esas firmas que ya ha puesto planes en marcha es Endesa, con un plan que marca como objetivo el ecuador del siglo XXI pero que tendrá hitos intermedios en 2020, 2030 y 2040 para garantizar que se están cumpliendo los objetivos.

Algunas de las acciones que se están acometiendo pasan por aumentar la capacidad instalada bruta de energías renovables o comprometerse con la reducción de emisiones de CO2. En este apartado, Endesa prevé reducir su huella un 21% respecto a los niveles registrados en 1990 de cara a 2020 mientras que esperan aumentar esta cifra hasta el 40% en 2030.

Al cierre progresivo de las centrales de carbón se está uniendo una continuada apuesta por la electrificación del transporte: entre 2018 y 2019 se han instalado 2.000 puntos de recarga en las carreteras españolas que unen ciudades de más de 35.000 habitantes para que haya un punto de carga a una distancia inferior a 100 kilómetros. Medidas, todas, que apuntan a un mismo horizonte: que en el año 2050 se produzca en España una energía libre de CO2.