El arte de iluminar el arte

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os inicios de la arquitectura de luz datan de finales del siglo XIX. Bien entrado el XX, la iluminación se empezó a utilizar con otros fines que los meramente decorativos y hoy, en pleno siglo XXI, la innovación y la eficiencia conviven con los criterios estéticos

Por Jaume Esteve

Pasear hoy de noche por cualquier urbe es una actividad tan cotidiana como cualquier tarea del día a día. Pero cuando el sol ya se ha puesto, la ciudad que se descubre ante nosotros es diferente, se ilumina de manera artificial y salen a la luz colores y formas que antes parecían escondidos. No solo en las aceras o en las fachadas de tu barrio, también en los grandes monumentos.

La luz artificial se ha convertido en una estampa tan habitual que parece que siempre ha estado ahí pero lo cierto es que la iluminación eléctrica llegó a las grandes ciudades bien entrada la revolución industrial. Sus inicios datan de los años ochenta del siglo XIX en Francia aunque no fue hasta bien entrado el siglo XX cuando se empezó a utilizar con otros fines que los meramente iluminativos. Porque la luz es un elemento que, utilizado con cabeza, permite realzar la belleza arquitectónica de edificios o monumentos cuando el sol se pone al atardecer.

Por iluminación artística entendemos aquella que pretende mejorar el patrimonio histórico, artístico y paisajístico a través de soluciones de iluminación innovadoras con una alta eficiencia energética y prestando especial atención a los problemas que puedan surgir de la contaminación lumínica. Unas soluciones que contribuyen a revalorizar áreas de especial interés, incluso para fines turísticos y que también cumplen con la función de realzar la potencialidad expresiva del patrimonio cultural.

En España, la iluminación artificial llegó en 1881 a la madrileña puerta del Sol pero no fue hasta la Exposición Universal de Barcelona de 1929 cuando las actuaciones del arquitecto Carles Buigas demostraron hasta qué punto la iluminación podía resaltar los edificios construidos expresamente para la cita.

El Rockefeller Center de Nueva York, el Lichtburg Berlín, la Lichthaus Luz de Stuttgart o los cines Odeon de Londres son ejemplos de arquitectura de la luz donde el diseño de la imagen nocturna empapa el proyecto arquitectónico

Fue también durante esa época cuando se empezaron a vislumbrar los primeros ejemplos de la llamada arquitectura de la noche, gracias a la construcción de los grandes rascacielos en Estados Unidos. Estos no encontraron luces con la potencia suficiente para la iluminación de la fachada, así que comenzaron a realizarla con otros métodos, como guirnaldas de luz, sin conseguir el efecto deseado. Fue a partir de aqui cuando se empezó a construir terrazas en los propios edificios que permitiesen instalar baterías de equipos, poniéndose de manifiesto la necesidad de una colaboración estrecha entre arquitectos y diseñadores de iluminación.

No solo Estados Unidos abanderó la arquitectura de la luz con edificios singulares como el Rockefeller Center. El Lichtburg Berlín, la Lichthaus Luz de Stuttgart o los cines Odeon de Londres son ejemplos de arquitectura de la luz donde el diseño de la imagen nocturna del edificio empapa el proyecto arquitectónico.

La interacción entre luz y arquitectura todavía evolucionó a lo largo del siglo XX hasta llegar a la conocida como arquitectura mediática. La interacción entre luz y arquitectura varió hasta tal punto que construcciones como el Centro Pompidou de París no solo proyectan luz sobre su fachada sino que la utilizan para exhibir imágenes o vídeos. La Mediateque de Sendai, la Torre de los Vientos de Yokohama o el Egg of Winds de Toyo Ito son otros ejemplos de esta disciplina. Este último es un buen ejemplo de arquitectura mediática: un huevo metálico que durante el día solo refleja la luz del sol pero que durante la noche emite vídeos como si de una pantalla de cine se tratara.

Los retos de iluminar un obelisco

Han pasado los años y no hay monumento que se precie que no esté iluminado en la actualidad. Basta con pensar en los imponentes faros que transforman la Torre Eiffel de noche o el espectáculo de luz de Times Square o Picadilly Circus. La iluminación de edificios emblemáticos ha llegado hasta tal extremo que es habitual encontrarse en las grandes ciudades con recorridos turísticos que se desarrollan expresamente cuando las estrellas brillan en el cielo.

Pero para que esta actividad se desarrolle de forma satisfactoria es necesario seguir unos patrones y adecuarse a unas normas para realzar lo máximo posible el edificio en cuestión. Un ejemplo significativo es el Monumento a Washington en la capital de Estados Unidos, un obelisco de algo más de 150 metros de altura y que ha sido objeto de diferentes estilos lumínicos a lo largo de su historia. Al ser un edificio tan alto y espigado, la iluminación se convirtió en un problema: los responsables querían que la luz fuera uniforme, como cuando el sol la baña durante el día, pero se encontraban con que las técnicas que utilizaban solo la iluminaban de manera parcial.

Sin embargo, todo era un problema de perspectiva. De dar un paso hacia atrás, literalmente, para poder dar dos hacia adelante. La iluminación empleada hasta 2005 estaba situada, en su gran mayoría, a los pies del monumento. La solución pasó por alejar los postes de luz, situarlos a unos ocho metros de altura y combinar los haces de luz de manera que estos creaban la ilusión de reflejar la luz de manera uniforme.

El esmero puesto en la iluminación de este monumento llegó hasta tal punto que, en la última remodelación, sus responsables decidieron organizar un andamiaje que dejaba ver los trabajos y que, por la noche, jugaba con los reflejos en el mármol para recordar a los visitantes de qué estaba hecha la construcción. “De noche, los andamios se iluminan desde el interior por centenares de luces para alumbrar todo el monumento”, declaró Michael Graves, arquitecto encargado de dar a luz, nunca mejor dicho, ese ingenio.

De la catedral de Burgos al teatro romano de Mérida

España no es una excepción a la hora de iluminar espacios con solera. Cualquiera que haya paseado por la Puerta de Alcalá, la Sagrada Familia, la Catedral de Santiago o la Ciudad de las Artes y las Ciencias se habrá dado cuenta. Hablamos de puntos emblemáticos en prácticamente todo el territorio nacional: la catedral de Burgos, la de Palma de Mallorca, la de Zamora, el Museo Thyssen-Bornemisza, la Universidad de Huelva o la Ciudad Califal de Medina Azahara son solo algunos nombres de la lista.

Un ejemplo de las entidades que se dedican a esta tarea es la Fundación Endesa que, desde 1989, trabaja para contribuir en la preservación de grandes obras arquitectónicas mediante la iluminación eficiente de las mismas.

Para Fundación Endesa, no se trata solo de iluminar sino de hacerlo de manera eficiente y con soluciones innovadoras para potenciar la estética de una lista que practicamente alcanza los 700 lugares históricos

Porque no se trata solo de iluminar edificios y monumentos sino de hacerlo de manera eficiente y con soluciones innovadoras para dar solución a una lista de lugares históricos que alcanza casi hasta los 700 puntos de interés. “Con estas actuaciones buscamos una buena iluminación que resalte de una obra su nitidez, su calidad, esa ausencia de sombras, en definitiva que nos permita disfrutar en su totalidad de lo que el artista pretende transmitir con ella”, afirma Gloria Juste, directora de proyectos de Fundación Endesa. Porque el arte, y la arquitectura, pueden y deben disfrutarse durante las 24 horas del día.