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Pictoescritura, reinventar la forma de enseñar a escribir

Ángela Sepúlveda

Roser Ballester ha desarrollado un método en la que la imagen toma todo el protagonismo para enseñar a los alumnos a escribir un texto

E

n su forma de jugar, de ver el mundo, de aprender, de ver a sus ídolos en YouTube. La imagen domina la vida de las nuevas generaciones pero cuando entran en un aula para aprender lengua y saber expresarse, la imagen se queda en la puerta y las letras y textos toman la rienda de sus vidas. Aprenden igual que lo hicieron sus padres sin que la forma de interactuar con la vida sea la misma. Esa es la conclusión a la que llegó Roser Ballester cuando con 40 años, y después de ver cómo aprendían sus hijos, decidió emprender un nuevo camino en su vida e ‘inventar’ un nuevo método de aprendizaje para las clases de lengua, la pictoescritura.

“Este nuevo método no solo enseña a leer, o a que la c con la a es ca, sino que les enseña a escribir, generar ideas, redactarlas, estructurarlas, comprender a fondo un texto, a ser un lector competente”, cuenta la propia Roser Ballester quien llamó a ilustradores para implicarles en este nuevo método. Porque ha convertido la imagen de los libros, que antes eran un adorno, en algo con valor, con trazo, huyendo de los dibujos planos a ordenador.

Hace ocho años nació su proyecto Vox Prima y a través de la prueba básica de ensayo error fue conformando su método. Bebió mucho de su experiencia personal: había crecido en una casa donde el lenguaje visual y escrito convivieron durante años. Su madre trabajaba en una galería de arte, su padre era arquitecto y se pasó el día rodeada de artistas, visitando museos e inmersa en su pasión, la lectura.

“La pictoescritura pretende estimular el pensamiento creativo, que aprendan a partir de historias, situaciones, dibujos que están creando y creen su texto”. Un ejemplo práctico: cuando quieren redactar un texto, los niños plasman las ideas de manera desestructurada, sin un desarrollo lógico; van escribiendo aquello que les vienen a la cabeza. Con la pictoescritura empiezan dibujando la historia que quieren contar en viñetas, con su principio, desarrollo y final. Así, cuando lo trasladan al texto, les queda más clara la estructura.

O la riqueza léxica. Tienen juegos donde aparecen imágenes parecidas que tienen que ir discriminando, como por ejemplo que no es lo mismo azotea que fachada, y eso lo trasladan al vocabulario. E igual con conceptos más abstractos.

El proceso es más lento pero se interioriza más; donde unos no llegan, los otros ayudan y discuten. Se genera debate en el aula

La pictoescritura se trabaja en clase, con la implicación de los profesores, pero son los alumnos los que van creando el material con el que luego trabajarán. “Queremos que haya una implicación creativa y emocional del niño con ese material de aprendizaje”, explica la creadora del método que recientemente ha sido nombrada emprendedora social de Ashoka. Destierra, así, el método tradicional de bien o mal, de la respuesta única e impulsa la búsqueda de preguntas.

Además, la idea es que ningún niño se quede atrás. Y eso lo tuvo muy claro la fundadora de Vox Prima porque había vivido la dislexia de su hermano y uno de sus hijos muy de cerca, con la frustración de ambos en un sistema que les dejaba atrás, creciendo con la idea de que no valían o no encajaban. Dicen los profesores que ya han trabajado con este método que el proceso es más lento pero se interioriza más, que donde unos no llegan, los otros ayudan y discuten, se genera debate en el aula. Esto refuerza la autoestima y el trabajo en equipo.

"Muchos acaban suspendiendo matemáticas porque no entienden el enunciado"

Hace un par de años la pictuescritura también se convirtió en plataforma digital, donde los niños pueden seguir trabajando en casa y los profesores pueden ver la evolución de cada alumno que, además, va aprendiendo a su ritmo, dado que los diferentes juegos van ofreciendo a cada uno actividades acorde a su nivel o refuerza ciertas partes. Los profesores pueden ver, por ejemplo, que a un alumno le cuesta leer pero que tiene un léxico amplio, por lo que los esfuerzos se centran en reforzar la parte más débil del estudiante.

¿Y el resultado? Roser implicó a toda la comunidad educativa y puso su método en marcha en siete escuelas de Barcelona durante tres años: en alumnos de tercero de primaria a quinto y de cuarto a sexto. Y llamó a la universidad para, pasados esos tres años, evaluar los resultados. La comprensión lectora mejoró en un 37%, los alumnos aumentaron su capacidad de cohesión textual, se duplicaron la extensión de los textos, se redujeron las repeticiones e incoherencias y se triplicó el uso de los indicadores de estructuración de un relato. “Al final queremos que los niños sean capaces de sacar ideas de un texto, que entiendan lo que leen. No es cosa menor: muchos acaban suspendiendo matemáticas porque no entienden el enunciado”, concluye.

El Confidencial, en colaboración con Banco Santander, tiene como principal objetivo dar a conocer los proyectos de personas que transforman la sociedad e impulsan el progreso.

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