¿El último presidente negro?
El presidente más mediático (y probablemente el mejor orador) de toda la historia de Estados Unidos deja a su paso un país crispado, polarizado por las desigualdades y el hundimiento de la clase media. De sus doce principales promesas electorales, Barack Obama ha cumplido dos, ha incumplido cinco y ha dejado otras cinco a medias. El bloqueo del Capitolio, en manos republicanas durante casi todo su mandato, lo ha mantenido atado de pies y manos. Su carisma arrollador no ha permitido el ascenso de nuevos líderes en el Partido Demócrata. Por imperativo demográfico (los hispanos son ya la minoría dominante), el primer presidente negro podría ser también el último.
Ocho años al frente de la primera potencia mundial han dibujado surcos en su rostro. Las canas avanzaron; la sonrisa de activista docto, retrocedió. Pero el cambio más drástico está en su mirada: más madura, más cínica, sin el brillo de 2008, cuando encarnó la ilusión por un cambio a mejor para EEUU y para el resto del mundo. Obama lo prometió. Y faltó a su promesa, incapaz de vencer la resistencia del Congreso, en manos republicanas durante la mayor parte de su mandato.
El monstruo de la imagen
Esta fue, en su momento, la fotografía más retuiteada de la historia. Bajo la leyenda “Cuatro años más”, Obama abraza a su esposa tras confirmarse su victoria frente a Mitt Romney. La imagen consiguió 3,2 millones de 'me gustas' en Facebook, una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta que es 'falsa'. La foto estaba preparada: se había tomado una semana antes. Bastó con comentar a Michelle que usase el mismo vestido la noche electoral.
La anécdota evidencia el magistral dominio de la imagen de un líder que cree firmemente en el lenguaje simbólico, de un presidente para el que los iconos son una pieza fundamental de su estrategia de comunicación. Obama no solo es consciente de su telegenia, de la elegancia natural que acompaña cada uno de sus movimientos en términos de comunicación no verbal. Por encima de todo, Obama sabe que la fotografía es el icono por excelencia. Y su balance, en este campo, es irrebatible: éxito absoluto.
El título de "arquitecto de la imagen" corresponde a David Axelrod, su jefe de estrategia en la campaña de 2008. Él concibió la idea, pero la tarea de materializarla recayó sobre Pete Souza, el fotógrafo convertido desde hace años en la sombra del presidente. Le acompaña en cada mitin multitudinario, en sus reuniones con jefes de Estado, en el Congreso y Senado, pero también en las Navidades en la Casa Blanca o en sus momentos íntimos rodeado de los suyos.
Souza tocó la gloria cuando su libro 'El ascenso de Obama' -obra que documentaba su primer año en el Senado y los viajes a siete países entre 2005-2006- se mantuvo en la lista de bestsellers del 'New York Times' durante cinco semanas. Pero la mayoría desconoce la trascendencia del trabajo de un reportero gráfico que goza de unos niveles de proximidad física, intimidad y accesibilidad al líder de la primera potencia mundial sin precedentes. No hay mejor ejemplo de ello que la imagen de Obama y su equipo siguiendo en directo la 'eliminación' de Osama Bin Laden; hasta entonces era impensable que un informador accediese a la 'Situation Room' durante una operación.
La clave de esta proximidad se oculta en la relación de Souza con la Primera Dama. El fotógrafo cuenta con el aval y el apoyo sincero de Michelle Obama. Hasta el punto de que Souza cuelga las imágenes en los pasillos de la Casa Blanca para estudiar la reacción de quienes trabajan en el 1600 de Pennsylvania Avenue y, posteriormente, decidir sobre la difusión de sus fotografías. Así, magnificando con las redes sociales una práctica que inició Lyndon B. Johnson, Souza ha documentado momentos de la Administración Obama que jamás será olvidados. Ahora guarda en su haber un muestrario de imágenes icónicas.
El mejor orador de América
Chicago, 2004. Un desconocido llamado Barack Obama
Barack Obama era un absoluto desconocido fuera de Chicago hasta la Convención Demócrata para las elecciones presidenciales de 2004. Aquel día llamó la atención del mundillo político estadounidense en una intervención para reforzar al candidato John Kerry, pero que él aprovechó para presentar ante el gran público su historia personal de superación, la del hijo de un keniata y una chica de Kansas de clase media, una "historia de amor improbable” que “no habría sido posible en ningún otro sitio".
Esbozó un proyecto de país y empezó a dar forma a su alegato de resucitar el "verdadero sueño americano". No se trata, insistió, "de aplastar como un rodillo", ni tampoco de que "el gobierno arregle todos nuestros problemas", sino de demostrar que América sigue siendo capaz de "creer en lo que todavía no se ha visto, en lo que parece imposible". Su carisma y su estilo retórico estaban todavía por depurar, pero impresionó a mucha gente dentro y fuera del partido.
El nacimiento del "Yes, we can"
Será el discurso más recordado de Obama y uno de los más importantes de la política moderna. Se pronunció durante las primarias demócratas, cuando el candidato sorpresa empezaba a ser considerado una alternativa real por primera vez. Obama entró al escenario de New Hampshire tras haber sido derrotado por la maquinaria electoral de Hillary Clinton y salió como claro favorito para las bases demócratas.
Durante este speech lanzó sus dos grandes eslóganes ("We Believe in Change" y "Yes, we can"), imitados después una y mil veces por políticos de todo el planeta, incluidos los españoles. A diferencia de lo ocurrido en otras latitudes, Obama nunca propuso una ruptura total. Al revés, siempre apeló a los principios fundacionales de la patria. "Cuando nos han dicho que no deberíamos intentarlo, que no podíamos hacerlo, generaciones de americanos han respondido con una idea sencilla que resume el espíritu de un pueblo: Sí, Podemos".
Tucson, 2011. Emocionar a un país hasta las lágrimas
La capacidad de Obama para emocionar con palabras reunió ante el televisor este día a más de 30 millones de americanos. Habla en el memorial de las víctimas por la masacre de Tucson en 2011, donde murieron nueve personas, incluida la congresista Gabby Gifford, y se deja llevar hasta las lágrimas al hablar de Christina Taylor Green, una niña de nueve años que falleció en el tiroteo. Se trataba de levantar la moral del país y elevarse sobre la crispación y polarización política que, dijo, había motivado al tirador, Jared Loughner, a cometer su crimen.
"En un momento en que nuestro discurso se ha polarizado bruscamente -cuando insistimos en arrojar la culpa de los males del mundo a los pies de todos aquellos que piensan de manera diferente a nosotros- es muy importante que nos detengamos un momento y nos cercioremos de que nos hablamos de una forma que cura, y no de una forma que hiere", proclamó Obama en la mejor versión de sus conocidas dotes para la retórica.
El conflicto racial como un concierto de Gospel
Esta intervención condensa la capacidad de Obama para teatralizar su puesta en escena utilizando todos los registros y manejando los símbolos como nadie para seducir a su audiencia. Aquí se enfrentaba a un momento difícil, durante la despedida de Clementa Pinckney, un pastor y senador estatal de Carolina del Sur que fue asesinado durante un ataque armado a una iglesia negra.
Se esperaba un discurso emotivo y conciliador para cerrar heridas, pero Obama habló con una crudeza poco común de la historia de los afroamericanos, desde los días de la esclavitud al presente. Acabó cantando como si fuese una misa gospel y llegó a decir que el ataque a la iglesia metodista "profundizará las divisiones que se remontan al pecado original de nuestra nación". Recuperó su credibilidad entre los afroamericanos, cuestionada durante diferentes momentos de su mandato.
El Obama más maduro callando al Congreso
Aquí tenemos al Obama más maduro, en la recta final de su segunda presidencia (discurso del estado de la Unión, enero de 2015), levantando al auditorio con pausas dramáticas de varios segundos, improvisando para silenciar los murmullo de los congresistas republicanos y sacando pecho pocas semanas después del golpe de efecto que supuso el anuncio del deshielo con Cuba.
Este discurso lo dedicó a hacer un repaso triunfalista de su presidencia y a desafiar en casa a su peor enemigo, cargando a cuenta del Capitolio el peso del bloqueo legislativo que ha sufrido el país. “Esta noche, pasamos página”, desafía. “En este momento,con una economía en crecimiento, déficits menguantes, una industria desbordante y un boom en la producción energética, hemos salido de la recesión más libres para escribir nuestro futuro que cualquier nación en la tierra.
Sus promesas, a examen
Solo unos días después de ocupar el Despacho Oval, Obama firmó la orden ejecutiva con la que pretendía cumplir la promesa lanzada en la campaña de 2008. Un compromiso sostenido con argumentos humanitarios y económicos que alcanzó tintes de cruzada político-legal. La mayoría republicana en el Congreso ha sido su peor enemigo, al aprobar una serie de normas que enterraron las esperanzas del presidente. El escollo insalvable fue lograr que dicha mayoría aprobase el traslado a territorio estadounidense de casi 40 presos considerados “demasiado peligrosos”. De los 780 sospechosos de terrorismo que han pasado por las celdas de la base naval desde el año 2012, quedaban 242 presos cuando Obama llegó a la Casa Blanca. Actualmente, 61 reclusos siguen en un limbo de detención indefinida.
El 21 de enero de 2009, su primer día 'a tiempo completo' en el Despacho Oval, Obama se reunió en privado con los altos mandos a cargo de la misión en Irak para ordenar “una retirada responsable”. La medida evidenciaba un cambio de estrategia clave en política exterior: la paulatina retirada de Oriente Medio para situar el foco sobre Asia-Pacífico. Cierto es que las “unidades de combate” regresaron a casa, pero alrededor de 50.000 efectivos permanecieron entonces para velar por la 'transición'. Además, en el marco de la operación internacional contra el ISIS que lidera Washington, unos 6.000 militares estadounidenses se han desplegado en territorio iraquí, oficialmente con misiones de apoyo y asesoramiento de las fuerzas gubernamentales. La muerte en mayo de un agente especial de la Marina en un tiroteo con yihadistas reveló en qué medida la fuerza militar de EEUU está involucrada en combates en Irak.
El primer presidente negro de EEUU se convirtió en un símbolo de una igualdad de derechos todavía relativa. Sin embargo, Obama culmina su mandato sin haber acabado con la brecha racial y en medio de un auge de la conflictividad social por la muerte de afroamericanos a manos de la policía. La cruz de sus buenos registros en economía se esconde aquí: el sector de la población más pobre ha visto estancado su nivel de ingresos en las últimas tres décadas. Sus salarios son menores a los que percibían hace cuatro décadas. Entre 2001 y 2014 la renta per cápita creció en un 11% mientras que los salarios aumentaron un 2%. Desempleo, índices de encarcelación, estadísticas de paternidad, pobreza… en cualquier segmento el perjuicio de los afroamericanos es evidente.
Aquel día derramó lágrimas ante las cámaras, al recordar la matanza de menores en una escuela de Sandy Hook, en Newtown, Connecticut. Acompañado por familiares de víctimas de tiroteos, Obama anunció el 5 de enero de 2016 un paquete “limitado” de medidas ejecutivas para endurecer el control de armamento. Sus asesores consideraban que establecer unilateralmente la revisión de antecedentes o la prohibición de cargadores de gran capacidad excedía su autoridad legal. Fue inútil. El control sobre las armas es el ejemplo clásico de los límites de la presidencia en EEUU, un país más enfocado hacia los derechos individuales que a los colectivos y donde 30.000 personas mueren al año en incidentes relacionados con armas de fuego. Sin el apoyo del Congreso, toda iniciativa es vana. Y el Congreso no ha aprobado ni una sola de las medidas presentada por el presidente. A ello se suma el poder de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), uno de los 'lobbies' más efectivos de EEUU.
La Ley de Cuidado Asequible, u “Obamacare”, fue la promesa estrella y empezó a funcionar en 2013, con luces y sombras. El presidente ha logrado que los estados subsidien el seguro médico a personas con bajo poder adquisitivo, que las compañías acepten a clientes “con condiciones preexistentes”, ampliar el programa público Medicaid, garantizar la cobertura a menores y reducir el número de personas sin seguro a menos de la mitad: el 8,6% de la población. Sin embargo, las primas se han encarecido más de lo previsto y grandes aseguradoras como Aetna han abandonado el plan al considerar que no es rentable. Y estos problemas cuestionan su viabilidad a medio plazo.
La administración Obama promovió la Ley de Familias Sanas para obligar a los empleadores de todo el país a garantizar una hora de baja por cada 30 trabajadas. Pero no superó el Congreso. El presidente sólo ha conseguido otorgar, por decreto, en 2015, el derecho a siete días de baja laboral a los 300.000 empleados que trabajan con o para el Gobierno. Tampoco ha tenido éxito con la baja de maternidad, garantizada sólo en tres estados. EEUU sigue siendo el único país del mundo, junto con Omán y Papúa Nueva Guinea, que no garantiza este derecho a nivel nacional.
La independencia energética sigue siendo factible, aunque no en 2018. La técnica del fracking o fracturación hidráulica para acceder al petróleo y el gas de esquisto ha hecho de EEUU el mayor productor energético del mundo, pero sigue importando de países como Arabia Saudí. Según BP, EEUU logrará cortar amarras energéticas en 2035.
Su administración invirtió más de la mitad del dinero prometido en energías renovables, casi 80.000 millones de dólares, como parte de su plan de estímulo en 2009, junto a aportaciones de menor tamaño. Estas iniciativas han creado decenas de miles de empleos “verdes” cada año, la mayoría en el Gobierno y a ritmo irregular. El objetivo de invertir cinco millones para 2028 sigue siendo lejano y difícil de calibrar.
Aunque el plan de estímulo de 2009 incluyó 100.000 millones de dólares para infraestructuras, la iniciativa de crear una entidad ha sido varias veces tumbada por el Congreso, en diferentes versiones y con diferentes cantidades. El estado de las infraestructuras sigue siendo la cuenta pendiente de la economía estadounidense. La inversión pública en carreteras, aeropuertos, redes ferroviarias o de agua y tendido eléctrico ha ido bajando proporcionalmente desde los años 50. Por eso la fuerte inversión en infraestructuras resulta ser el único punto en común de los programas de los candidatos a la presidencia en 2016, Hillary Clinton y Donald Trump.
Barack Obama llegó al poder en medio a la peor recesión desde la Gran Depresión y durante su mandato el país ha conseguido revertir la situación. Su gobierno se atribuye el mérito de los cerca de 15 millones de puestos de trabajo creados en estos años (para dejar el desempleo en torno al 5%) y de un crecimiento medio del 2% anual (por debajo en todo caso de la media desde los años 50, en torno al 3%).
Los críticos asegura que Obama ha hipotecado el futuro de EEUU con sus planes de estímulo, imprimiendo dinero y endeudando al país. También se le reprocha que cientos de miles de americanos (especialmente americanas) han abandonado el mercado laboral en los últimos años y que el crecimiento ha beneficiado mucho más al 1% más rico del país.
Obama prometió ofrecer un camino hacia la ciudadanía para los millones de inmigrantes ilegales que viven y trabajan en el país, algunos desde hace décadas. Respaldado por las grandes empresas del país, fue uno de los mantras de la primera parte de su segunda legislatura pero se encontró con el bloqueo republicano en el Capitolio y acabó recurriendo a un decreto provisional para frenar las deportaciones y que podría ser revocado en el futuro.
Entre el electorado latino muchos se quejan de que no lo convirtió en una prioridad durante su primer mandato, cuando tenía algo más de margen en las dos Cámaras y cuando dejó el problema al margen para centrarse en sacar al país de la recesión.
Obama no sólo ha cumplido esta promesa sino que ha ido más allá, impulsando una serie de iniciativas que dificultan mucho la vida a quienes ocultan dinero en el extranjero. Tras la aprobación de FACTA, la agencia tributaria estadounidense (el IRS) exige a todas las instituciones financieras en el extranjero que compartan los datos de personas física o jurídica susceptible de tener obligaciones fiscales en Estados Unidos.
El acuerdo ya está en marcha entre las principales economías del mundo y se extenderá a decenas de países más a partir de 2017.
Los críticos aseguran que es un derroche de recursos y se quejan del esfuerzo burocrático extra que tiene que asumir el IRS.
Obama prometió en 2007 incrementar los impuestos sobre dividendos y ganancias de capital del 15 al 20% para los individuos que ganen más de 200.000 dólares al año y las parejas que obtengan más de 250.000.
Fue una promesa olvidada hasta 2015, cuando decidió retomarla durante el discurso sobre el estado de la Unión. Buscando consenso con el Congreso, dio un paso atrás y no mantuvo su palabra pero inició un proceso legislativo para devolver a los tiempos de Regan la carga fiscal para las rentas más altas, elevándola al 28% para quienes ganen más de 400.000 dólares anuales por individuo y 450.000 por pareja.
Obama prometió también ayudas y ventajas para pequeñas empresas y emprendedores a cambio de elevar la presión fiscal y los controles sobre las multinacionales. La mayoría de estas iniciativas se quedaron en el camino.
La era Obama en cuatro gráficos
El Dow Jones, el número de soldados en Afganistán, la evolución de la tasa de desempleo y el porcentaje de personas con seguro sanitario son algunos indicadores que arrojan luz sobre cómo estaba Estados Unidos cuando Obama llegó al poder y en qué situación deja el demócrata el país dos legislaturas después.
EconomíaEvolución tasa de desempleo
EconomíaÍndice Dow Jones
SanidadPersonas no aseguradas (%)
MilitarTropas en Afganistán
América polarizada
El carisma desbordante y la capacidad de movilización de Barack Obama tiene efectos secundarios: genera pasiones fuertes, a favor y en contra, que polarizan a la sociedad americana. Preguntamos a dos neoyorquinos qué piensan de su presidente. Y estas son sus respuestas.