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Los mercados creen que el plan de Barack Obama es el definitivo, pero puede hacer quebrar a muchos bancos

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@E. Segovia - 24/03/2009 06:00h

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Los mercados creen que el plan de Barack Obama es el definitivo, pero puede hacer quebrar a muchos bancos
El presidente de EEUU, Barack Obama (i) (Efe).

El esperadísimo anuncio del plan de compra de activos tóxicos del Gobierno de Barack Obama fue recibido ayer con euforia por las bolsas de todo el mundo, que subieron como la espuma (el Ibex se anotó el 3,14% en su novena sesión alcista consecutiva y Wall Street logró la mayor subida del año, el 7%). Y es que estamos ante la solución más completa que se ha dado al problema de la banca y que puede ser la definitiva, aunque es posible que lleve a la quiebra a bastantes entidades. Además, si sale bien, el coste para el Tesoro será muy reducido y podrá obtener grandes beneficios en el futuro. Ahora bien, es posible que lleve a la quiebra a numerosas entidades y existen grandes riesgos de que salga mal.

Los mercados creen que efectivamente este plan va a resolver la crisis financiera que estalló en verano de 2007, que ha provocado ingentes pérdidas a la banca mundial y ha acabado con la entrada del capital público en la inmensa mayoría de las grandes entidades europeas y norteamericanas para evitar su quiebra. Una solución que se suma a la anunciada la semana pasada por la Fed, que está dispuesta a comprar titulizaciones hipotecarias por importe de hasta 750.000 millones de dólares.

El plan presentado ayer por el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, no es exactamente un 'bad bank' porque da entrada a la iniciativa privada. Este sistema del 'banco malo' con el que Suecia solucionó sus crisis bancaria de los años 90 consiste en la creación de una entidad estatal que compra los activos tóxicos a los bancos a precios de mercado, con lo que la pérdida respecto a su valor teórico contable se la apuntan los bancos. Aquellos que pueden asumir esa pérdida sobreviven con un balance limpio de polvo y paja, y los que no tienen solvencia suficiente para ello quiebran. Es decir, se trata de un sistema de saneamiento del sistema financiero, no de salvamento de entidades insolventes.

El plan norteamericano no es lo mismo, pero sí muy parecido. En esencia, consiste en destinar 100.000 millones de dólares de dinero público, que servirán para comprar activos por valor de 500.000 millones -e incluso puede llegar a un billón- gracias al apalancamiento que proporcionarán la Reserva Federal y el FDIC (fondo de garantía de depósitos). Ahora bien, la ejecución del plan depende de la participación de los inversores privados, que en teoría deben aportar la mitad del capital -antes de apalancamiento- para comprar estos activos. Es más, serán estos inversores privados los que decidan qué precio se pone a estos activos mediante una subasta, según las explicaciones ofrecidas por el Tesoro.

Ayer, el director del Consejo Económico Nacional, Larry Summers, aseguró que ha detectado interés en numerosos inversores potenciales, tales como fondos de inversión o planes de pensiones. Hay que tener en cuenta que, con el fuerte apalancamiento previsto, los inversores privados sólo tendrán que poner el 7,14% del importe de cada operación, Pero claro, no podía decir otra cosa: se trata de apoyar el plan y de incentivar al sector privado a participar en él, por la cuenta que le tiene al Gobierno de Obama.

El plan beneficia al Estado frente a los bancos

MarketWatch señalaba ayer en un editorial que el plan no resuelve el principal problema de las entidades: la valoración de los activos. A su juicio, "los inversores privados que deben participar en esta subasta van a pensárselo mucho, a la vista de lo que ha caído el valor de estos activos en los 18 últimos meses. Si estos títulos fueran fáciles de valorar, los bancos no estarían deseando deshacerse de ellos". Lo cual quiere decir que el plan puede ser perjudicial para los bancos -y conducir a muchos a la quiebra- y beneficioso para el Tesoro. Es decir, lo mismo que un 'bad bank' propiamente dicho. Ahora bien, eso se refiere a los bancos que no hayan amortizado ya las pérdidas en estos activos; los que sí lo hayan hecho podrán sacarlos de su balance sin apenas coste.

Tracy Alloway coincide con este razonamiento en FT Alphaville: como a su juicio no va a haber pujas por parte de los inversores privados a un precio superior al de mercado, en realidad estamos ante un verdadero 'bad bank' que va a obligar al sistema financiero a aceptar los precios reales de los activos y a asumir dolorosas pérdidas. "En ese sentido, el plan de Geithner puede tener éxito al obligar a los bancos a lidiar con sus balances de forma realista. Ahora bien, si el plan pretendía ser una forma subrepticia de recapitalizar los bancos a costa del dinero de los contribuyentes mediante el pago de un sobreprecio por los activos, hay que cuestionarse si funcionará".

Entonces, la duda no está en si los inversores acudirán al plan, sino en si lo harán los bancos que todavía no han asumido las pérdidas por el hundimiento de estos activos -sobre todo los respaldados con hipotecas- en el mercado. "La cuestión es por qué van a vender sus activos los bancos a los que pujen en este programa si no han querido venderlos en el mercado hasta ahora", se plantea Brian Olasov, del bufete McKenna Long & Aldridge. "El apalancamiento barato a través del FDIC ayuda, pero no anulará el enorme diferencial entre los precios de oferta y de demanda de muchos de estos bonos", añade.

Por otro laso, el plan implica grandes riesgos para el Gobierno norteamericano. La principal web financiera del mundo -MarketWatch- critica que, si la jugada le sale bien al Gobierno y hay beneficios -la idea es revender estos activos más adelante cuando se recupere el mercado-, ganarán tanto los contribuyentes como los inversores privados; pero si sale mal y hay pérdidas, las asumirán íntegramente los contribuyentes.

En este sentido, otras críticas se dirigen a la "expansión del balance de la Fed" que va a suponer este plan y que se suma a los 750.000 millones para comprar titulizaciones y los otros 300.000 millones para adquirir bonos del Estado, la medida estrella para incrementar la liquidez una vez que los tipos no pueden bajar más. Esta expansión implica una amenaza inflacionista clara cuando llegue la recuperación económica y, además, requiere que Ben Bernanke sea capaz de reducir ese balance antes de que se le vaya de las manos y se dispare el endeudamiento del país.

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