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Tony Blair con una taza de té. (Reuters)

La libra esterlina ha alcanzado su mínimo histórico en la cotización frente al euro. Esta semana tocó el nivel más bajo desde la implantación de la moneda común en 1999. El Gobierno británico siempre se ha resistido a prescindir de su propio sello, pero ¿ha llegado el momento de un cambio? El debate lo inició esta semana el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, cuando afirmó que algunos políticos afincados en Wetsminster le habían confesado en privado su deseo de integrarse a la eurozona. "No voy a violar la confidencialidad de ciertas conversaciones, pero algunos me han dicho que estarían mejor si estuvieran con el euro", matizó a una radio francesa. 

A pesar de que Downing Street haya negado categóricamente tal afirmación con un escueto "no hay ninguna intención de hacer nada", el intento de Gordon Brown por zanjar de manera rauda y veloz el asunto se fue al traste cuando su propio ministro de Negocios, Peter Mandelson, aseguró que el objetivo debería ser precisamente el contrario. El piloto rojo de peligro se encendió de inmediato, ya que dos de cada tres personas en edad de votar están en contra de la moneda común.

El tema colea desde entonces y más que la declaración en sí, lo que ha llamado la atención es el momento elegido para hacer público el deseo de pagar con euros el té. "Ha sido totalmente premeditado, ya que es Inglaterra y su Banco Central los que están marcando la pauta de esta recuperación, lo cual obviamente dentro de la Unión Europea no hace excesiva gracia", afirma un analista financiero de la City consultado por Cotizalia. "Aunque se mencionasen a políticos británicos, creo que la necesidad real viene de los países nórdicos e incluso de aquellos países de Europa del Este con un elevado déficit que o no pudieron o no han entrado a tiempo en el euro", recalca el experto.

En 1997, cuando Gordon Brown era ministro de Economía, estableció cinco puntos que debían cumplirse antes de la celebración de un referéndum. Todas ellos estaban encaminadas a comprobar el impacto que tendría la moneda única en ámbitos como el empleo, los servicios financieros o la inversión extranjera. En 2003, el Tesoro determinó que esas condiciones, por el momento, no se cumplían y obviamente, el panorama actual no les ha hecho cambiar de opinión.

"Los beneficios son claros y no se basan principalmente en la libra, sino en contar con un Banco Central que puede instrumentalizar de manera inmediata las decisiones del Gobierno", explica el analista. "El Banco de Inglaterra tiene como mandato la inflación hasta el momento que Downing Street decida otra cosa. Esto le ha permitido bajar los tipos de una manera muchísimo más activa, obligar a los bancos a traspasar estos tipos al consumidor final e instrumentalizar la nacionalización de su sistema financiero", matiza. Según el experto, Inglaterra quiere ser parte de la Unión Europea, pero históricamente ha demostrado que reacciona mas rápido que la burocracia Europea y nunca va a dejar que su economía este a merced de las decisiones alemanas y francesas.

Son precisamente estas acciones aisladas las que, según los expertos, van a conseguir que Reino Unido solvente antes que el resto la crisis. A nadie se le escapa además que al frente del Ejecutivo se encuentra la misma persona que durante diez años llevó a las islas al período ininterrumpido más largo de crecimiento económico de los últimos dos siglos. "Siendo más ágil en la toma de decisiones y adoptando por lo tanto medidas más rápidas es razonable pensar que podría tener una más rápida recuperación. Su histórica situación de "aislamiento geográfico" le ha funcionado muy bien, pero no podemos olvidar que la actual situación financiera es a nivel internacional y por lo tanto dependerá de una recuperación global", explica el departamento de análisis de Xtrade Brokers.

Brown actúa por su cuenta

Y es que, a pesar de que la libra no se encuentra en su mejor momento, el sentimiento generalizado de la city es que aún juegan con ventaja. El planteamiento es sencillo: una libra débil acelera inmediatamente la recuperación del país porque las  exportaciones son inmediatamente más baratas con lo que se reactivas el sector industrial y se reduce el déficit de balanza por cuenta corriente. ¿Conclusión? La "depreciación" deja a la economía y a los productores de la zona común en desventaja competitiva con los británicos.

Aunque en un principio Gordon Brown se postuló como el gran superhéroe europeo capaz de solventar el problema, ahora poco le importa que el resto de los países vayan en caía libre. El "premier" ha decidido actuar por cuenta propia y si en Bruselas se dice A, en Londres se tira por B. De momento, el órdago ya lo ha echado rebajando el IVA hasta los niveles permitidos en un momento en el que sus colegas han decidido no tocarlo. Sólo el tiempo dirá quien tomó la decisión correcta.

Según los expertos de la city, la medida no sólo ha sido la acertada, era además una decisión "totalmente necesaria". "El IVA es  un impuesto en cascada que grava todas y cada una de las fases del proceso productivo incrementando el coste del producto hasta llegar a manos del consumidor, que al final es el pagano de la operación. Esto hace que en momentos como los que vivimos la demanda se contraiga y se reduzca el consumo agotando una de las posibles vías de recuperación del ciclo", matiza.

A pesar de que los Conservadores han calificado la medida como el principio del fin, desde Xtrade Brokers apuntan que, a priori, el mayor endeudamiento de los estados "no sería peligroso si con estas medidas se consiguen unos niveles de crecimiento suficientes como para pagar solventemente la deuda adquirida".

En definitiva, aunque Barroso abrió el debate ayudado por el capote de Dinamarca – que se está pensando de nuevo formar parte de la eurozona tras su negativa en el año 2000-, está claro que Reino Unido no tiene previsto ningún cambio. La libra aún tiene para rato.

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