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Por qué la transición energética no será posible sin redes eléctricas inteligentes y flexibles

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Redes eléctricas
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l futuro del sector energético pasa por la electrificación de la demanda, sustentada en las renovables, que solo alcanzaremos a través de la digitalización de las redes

Por Romina Vallés

Imaginemos un sistema eléctrico capaz de recargar millones de vehículos a cualquier hora del día. Estos, por otra parte, pueden devolver la energía almacenada a las viviendas cuando la necesiten. Pensemos que ese sistema recibe y entrega electricidad de todos los rangos de potencia a miles y miles de consumidores cada día y se adapta automáticamente en función de la demanda de grandes industrias, centros comerciales, oficinas y viviendas, equilibrando el déficit o excedente energético.

Supongamos que los clientes pueden conocer su consumo energético o las posibles incidencias en tiempo real. Y que todo este engranaje se alimenta con fuentes renovables —como la fotovoltaica y la eólica— y tecnologías de almacenamiento como baterías. La buena noticia es que no se trata de una película de ciencia ficción y que este escenario energético óptimo de redes flexibles, está, además, mucho más cerca de lo que pensamos.

El camino a las renovables y el autoconsumo están modificando los flujos de energía y aumentando la complejidad en la red

Antes de la pandemia, ya se respiraban aires nuevos en el sector eléctrico español con la progresiva implementación de los ambiciosos objetivos de la Unión Europea en materia de transición energética, la expansión de las renovables o la aparición de un nuevo consumidor que buscaba cada vez más su autoabastecimiento energético. Con la crisis del covid-19 se aceleraron estas tendencias: se entendió que una estrategia de electrificación de la economía sustentada en un ‘mix’ de generación eminentemente renovable era el único camino hacia el futuro.

Autoabastecimiento energético

Un futuro descarbonizado en 2050 requiere una economía electrificada. “La transición energética implica dos grandes transformaciones en la red de distribución eléctrica. En primer lugar, cambia la generación de electricidad: las grandes centrales se están reemplazando por un número elevado de plantas de generación renovable situadas, en muchos casos, más cerca del consumidor final. Además, crece el número de pequeñas instalaciones de autoconsumo, como las placas fotovoltaicas, y soluciones que buscan almacenar la energía no consumida en el momento”, explica José Manuel Revuelta, director general de Infraestructuras y Redes de Endesa.

“En segundo lugar, hay una mayor electrificación de la demanda, incluyendo nuevos usos de la electricidad, como el vehículo eléctrico, y nuevos sistemas de climatización más eficientes. Estos dos grandes cambios modifican los flujos de energía y aumentan la complejidad de la operación de la red, especialmente en la red de distribución de electricidad”. ¿Cuál es la consecuencia directa de esto? Ahora los distribuidores, las compañías encargadas de transportar la energía eléctrica desde las redes hasta los puntos de consumo —como las viviendas—, necesitan nuevas tecnologías basadas en una mayor digitalización y monitorización de sus activos.

Suministro eléctrico

De redes pasivas a redes inteligentes

Una economía electrificada implica, por tanto, disponer de unas redes eléctricas más digitalizadas. “Esa digitalización pasa por aplicar soluciones de ‘big data’ y análisis avanzado que permitan anticipar escenarios como el de la saturación de un activo de red" y mejorar así la calidad del suministro; como en el mundo ideal al que hemos hecho referencia al inicio de este artículo. "Por ejemplo, la predicción meteorológica adquiere una importancia esencial a la hora de prever los flujos eléctricos de las horas siguientes", añade Revuelta.

“España es un caso particular por su elevado número de horas de sol, que está llevando a un fuerte desarrollo de las instalaciones fotovoltaicas, especialmente en las pequeñas instalaciones de generación o autoconsumo”, señala el experto de Endesa. Sin embargo, las plantas fotovoltaicas producen electricidad durante las horas de sol, pero el consumo de electricidad es necesario también de noche. “En este contexto, los servicios de flexibilidad son esenciales para lograr una perfecta coordinación entre la generación, demanda y las redes de distribución”, asegura.

Las redes eléctricas inteligentes ofrecen una visión del consumo y la demanda y permiten la adopción de estrategias de mantenimiento predictivo

Para permitir esta transformación de las redes, serán necesarias inversiones de entre 38 y 46 mil millones de euros hasta 2030, según un estudio de Monitor Deloitte, con una potencial creación de 40.000 empleos, muchos de alta cualificación. Además, se espera una reducción de los costes finales para el consumidor eléctrico de un 10% aproximadamente.

Red eléctrica

España dispone de una red eléctrica resiliente y un sector tecnológico potente: hace diez años la energía eólica ha reducido sus costes a una tercera parte, y la fotovoltaica a una séptima parte. Entonces, la red eléctrica de distribución era, en su mayor parte, pasiva y no inteligente, digital, flexible o capaz de ofrecer una visión simultánea del consumo y la demanda, posibilitando una gestión más eficiente y la adopción de estrategias de mantenimiento preventivo y predictivo.

En estos diez años se han desarrollado nuevas tecnologías digitales y cadenas de valor en la mayor parte de los sectores abanderados de la transición energética y los vehículos eléctricos han pasado de ser meros prototipos a multiplicar por tres sus ventas en nuestro país en 2020 respecto al año anterior, según el 'ranking' del International Council on Clean Transportation. Una electrificación que requerirá de un sistema flexible como palanca fundamental para alcanzar los objetivos de descarbonización, descentralización y digitalización.