En su primera guardia de 24 horas desde que estalló la crisis —la de este martes— Cristina vivió los momentos de mayor tensión al improvisar una nueva unidad de pacientes críticos. La UCI no daba abasto y la REA (sala de reanimación donde normalmente se traslada a los pacientes posquirúrgicos que sufren complicaciones) se había quedado corta. “Las camas se agotaban. Todo iba evolucionado mucho más rápido de lo que nadie podía haber previsto. Tuvimos que reaccionar”, explica.
Enfermeras, auxiliares y los propios médicos se pusieron manos a la obra. Trasladaron camas, material y respiradores de quirófanos que en este momento no se utilizan. Ya no hay programación quirúrgica. El coronavirus lo ocupa todo y los pocos quirófanos abiertos están destinados a las urgencias que puedan llegar. En tiempo récord, levantaron la nueva unidad de la nada en una sala desocupada. Tuvieron que trasladar a varios pacientes en estado muy grave. Fue agotador. También mentalmente. “Algo impensable en circunstancias normales”.