Actualidad

40 años de sida: el arte invade Chueca y Malasaña para acabar con el dichoso estigma

Por Pilar Gómez Rodríguez

FOTO: Carmen Castellón

Ayer y hoy el arte ha tenido un papel fundamental en la lucha contra el VIH y el sida. Hace cuatro décadas, rompiendo el silencio sobre la que fue la última pandemia del siglo XX; y ahora, en el XXI, luchando contra el persistente estigma de las personas con VIH. Este año se celebra el primer Pride Positivo (PositHIVo) y el arte ha tenido en él el lugar de preferencia que tuvo desde el principio.

Primero, una aclaración. Se puede dejar a un lado la traducción literal, porque este Pride no va de estar orgullosos de tener un virus: “Las personas con VIH no tienen que estar —ni no estar— orgullosas de tener un virus o de no tenerlo, pero sí pueden sentirse orgullosas de toda la lucha y los logros que se van consiguiendo a la hora de acabar con el estigma”. Así resume Héctor Fernández, de Cesida Madrid, el sentido del primer Pride Positivo, que se ha desarrollado con distintas actividades, a lo largo del mes de noviembre, hasta celebrar el próximo 1 de diciembre el Día Mundial de la Lucha contra el Sida.

Formada por 75 entidades que representan a más de 120 organizaciones de todo el territorio español, Cesida es la Coordinadora estatal de VIH y sida. Su presidente es Toni Poveda, que recuerda una historia de cuarenta años, de millones de muertos y vigente hasta hoy, que va desde el miedo en los inicios hasta el orgullo en la actualidad, pasando por un activismo que no cesa: “Es demasiado tiempo y demasiado sufrimiento como para no sentirse perplejo. El sida es la pandemia que más muertos ha causado y sigue vigente, con unos 4.000 nuevos contagios al año. Lo que pasa es que ha habido unos avances científicos tan extraordinarios que las personas con VIH tienen en la actualidad una calidad y una esperanza de vida similar a los de su generación”.

Pero el increíble avance en la investigación no se corresponde con un avance similar en la erradicación del estigma social. “Indetectable, intrasmisible”, se lee en numerosos folletos en la sede de Cesida en Madrid. Las campañas se refieren al virus porque los prejuicios sí parecen detectables e incluso transmisibles en la actualidad: “El estigma sigue. Yo siempre digo que la mejor herramienta para saber si hay o no discriminación es saber si hay armario o no —prosigue Poveda—; si las personas con VIH temen esa salida, temen decirlo en el trabajo, a sus amigos, a su familia, entonces sí hay discriminación”.

El estigma sigue y la pandemia sigue. Según datos de la OMS, el VIH continúa siendo uno de los mayores problemas para la salud pública mundial y se ha cobrado ya más de 40 millones de vidas (los cálculos oscilan entre los 33,6 y los 48,6 millones). En 2021, 650.000 personas murieron por causas relacionadas con el VIH y contrajeron el virus 1,5 millones. Los contagios descienden de forma global, pero el ritmo se ralentiza y las infecciones aumentan en gran parte del globo, destacando Europa del Este. Bajan solo en África Occidental y Central, y en el Caribe.

Carlos Moure
Dino Caruso
Rubén Evangelista

Desde Robert Mapplethorpe hasta la librería Berkana

Y si la pandemia sigue y el estigma también, la lucha a favor de la información y en contra de los prejuicios hacia las personas con VIH igualmente continúa. Es el contexto en el que hay que entender la idea del primer Pride Positivo. Desde el primer momento el arte estuvo allí, con el protagonismo que desde los primeros años de la epidemia le dieron nombres tan relevantes para la cultura de masas como el fotógrafo Robert Mapplethorpe, el cantante Freddie Mercury, la modelo Gia Carangi o el artista Keith Haring.

Y es que, aunque el Pride Positivo incluye exposiciones en salas como la recientemente inaugurada en Monkey Garaje (Santa Brígida 11, Madrid), ‘40 años después: Relatos de Artivismo, VIHsibilidad y Resistencia. Exposición VIHsible’, una de las acciones más icónicas fue la ocupación callejera y artística de once ventanales de distintos comercios de Chueca y Malasaña. En ellas, once artistas muy jóvenes plasmaron sus ideas sobre cómo romper el estigma, la burbuja de silencio que en muchas ocasiones envuelve los contagios. A veces la cosa era tan sencilla, directa y contundente como el abrazo de unos brazos dentro de un corazón que dibujó Tetabú, o la reinterpretación del lazo rojo alrededor de una figura masculina de Jamalamaja. En otros casos la cosa se vuelve más compleja, como en el de Inopia. Creador de un personaje al que da nombre y de quien lo recibe, Inopia no concibe las obras sin historia y sin mensaje. En esta ocasión, diversos Inopias –seres con un cuerpo mullidito de oveja y un pico afilado– quieren rescatar a la figura encerrada en el círculo de la discriminación, recuerdan que “hay que atacar a la enfermedad y no a la persona porque a veces parece que nos estamos confundiendo de objetivo a la hora de saber contra qué luchar”. ¿Ha dejado de ser el VIH, el sida, una preocupación para los jóvenes?, le preguntamos. “Puede parecer un punto de vista egoísta, pero creo que depende mucho de si te toca o no. En cualquier caso, antes tenía más resonancia, pero no más importancia”.

Robert Mapplethorpe, “Ken and Tyler,”

Carlos Moure, ilustrador, es de la misma opinión: “Estamos concienciados socialmente, pero tener amigos o familiares, alguien cercano que te cuente sus historias, es lo que te hace preocuparte más”. Era su primera vez trabajando sobre una cristalera y compartía local con Itziar DRA. Con formación en diseño de interiores, esta artista suele trabajar la acuarela y el color, pero cuando se trata de arte urbano prefiere “la realidad sin ser realmente exacta”. Solo ahí puede tener lugar el abrazo entre dos flores, dos figuras orgánicas “elementos básicos con toque humorístico o flores como si fueran personas con las que intento trasmitir la idea de arropar”.

Nat N Blanc, mujer, lesbiana, se presenta: “Hago arte muy político porque soy de la teoría de que lo personal es político. Soy de los 90 y, todavía en esa época, quizá como herencia de los padres, cuando hablabas de “maricón” o “bollera” significaba sida. Y ahora la crisis continúa. Es verdad que dejó de haber tantas muertes, pero el estigma sigue y a mí, cuando salí del armario, fue lo primero de lo que me hablaron”. Ahora ella habla con sus palabras y sobre todo con su trabajo. Su escaparate fue la mítica librería Berkana, la que el historiador Arturo Arnalte definió como nadie al llamarla “consultorio sentimental, confesionario y refugio” en una época de libertad a cuentagotas. Allí aparecen sus dos mujeres fundidas en un abrazo. Una de ellas “racializada, porque también dentro de las minorías hay minorías y ellas son las que más sufren. Y mucho simbolismo. Con los colores, con la propia simbología asociada al VIH y al sida”. Estaba tardando en aparecer, pero debía hacerlo, el ensayo de Andrea Galaxina ‘Nadie miraba hacia aquí’, que explora las confluencias entre la última gran epidemia del siglo XX y el arte contemporáneo. “Lo recomiendo mucho. Explica cómo muchas personas de las comunidades afectadas eran artistas y lo llevaron a su gremio. Las obras que surgieron fueron importantes no solo para el colectivo, sino para el arte contemporáneo”. Y hasta la fecha: “El arte y la reivindicación por medio del arte siguen haciendo muchísimo a día de hoy a la hora de romper el estigma sobre las personas con VIH”.

Itziar DRA
Nat N Blanc

Rubén Evangelista, Mother of Queer, es ilustrador. Su trabajo es altamente pedagógico sin ser coñazo: instruye a través de viñetas, escenas con situaciones reconocibles que, con grandes dosis de ironía, hacen sonreír y pensar. No solo sobre VIH, pero también: “Es algo que se puede tratar sin miedo y sin estigma. Normalizarlo ayuda a que no lo tengas que llevar a escondidas, para los infectados, y para quienes no lo están, a conocer la realidad actual y no la que está llena de ideas que se arrastran desde la crisis del sida”. En su obra, el lazo rojo de verdad enlaza, une, ata a dos personas que rebosan diversidad.

Cuenta Oscar Münchausen que la aplicación de citas Grindr pide información sobre VIH. “¿Por qué? Es algo muy personal y si la carga viral es tan pequeña que es indetectable no lo vas a contagiar”. Artista y activista, ese lema, indetectable=intransmisible, lo ha plasmado en su superficie, dentro de un perro que acompaña el abrazo de los dos personajes y que sirve de homenaje y recuerdo a Keith Haring . Mucho ha cambiado la situación desde la muerte del artista: “Antes había mucho miedo, miedo de morirse; y ahora, al no ser una enfermedad mortal, es muy distinto. Hay miedo al rechazo, que sigue pesando muchísimo a la hora de salir del armario con tu pareja, en el trabajo… Para muchas personas, se trata de una salida del armario que se suma a otra”.

Oscar Münchausen
Ignorance = Fear

Por su parte, el ilustrador siciliano Dino Caruso daba forma en Malasaña a una melé de personas de dónde surge una figura izando a un hombre. Suele trabajar en el mundo editorial y sobre la experiencia de hacerlo en la calle afirma: “Ha sido increíble, y no me refiero solo al escalofrío de poder desarrollar una obra entre la gente, en la calle. Me refiero al hecho de que todo era muy interactivo. La gente paraba a preguntar qué hacía, con que finalidad, el significado del mural, etcétera”. Califica la acción de una forma hermosa y gráfica: “Se trata de abrir ventanas de conversación sobre temas como este, que es extremadamente importante. El canal del arte para la mayoría es universal y permite la comunicación a distintos niveles, dependiendo de la disponibilidad y la sensibilidad del espectador”.

El próximo día 1 de diciembre se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el Sida y por los derechos de las personas con VIH. Entidades como Cesida lo han recordado y celebrado a lo largo del mes de noviembre, con acciones como esta del arte en la calle o como la gran marcha del pasado sábado 19. Si la primera tenía como inspiración la vida y la obra del mencionado Keith Haring, la del 19 revivía en su recorrido el mítico Carrying en el que el artista Pepe Espaliú era llevado en brazos por amigos, conocidos y desconocidos desde el Ministerio de Sanidad al Museo Reina Sofía. Y del Madrid de los años 90 hasta la década de los 20, de lleno ya en el siglo XXI, Toni Poveda, responsable de Cesida tiene un mensaje para todos aquellos que en estos días dudan en si será una buena idea decir aquello que les quema por dentro, pero temen el fuego que puede llegar desde fuera: “Se ha avanzado muchísimo en lo científico, hasta el punto de que va a vivir una vida igual que cualquier otra persona de su generación, pero que hay que buscar el momento, cada uno el suyo, para contarlo. Y si decides no hacerlo, será una decisión respetable, pero quienes lo hemos hecho sabemos que no hay marcha atrás: no solo tu vida es más plena, sino que con ese paso estás haciendo una pedagogía social muy importante, que visibilidad es dignidad y que justo por eso es por lo que estamos peleando”.