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Olas gigantescas y la ciencia que las provoca

Olas tan altas como un edificio de diez pisos, paredes verticales de agua en un océano enfurecido, puertos inundados, barcos destrozados, edificios dañados por la fuerza

Una ola es una perturbación que mueve energía entre dos puntos. Aunque estamos más familiarizados con las del agua, las hay de otros tipos, como las ondas de radio que viajan de forma imperceptible para nosotros a través del aire. 

Las olas gigantes, olas vagabundo u olas monstruo son aquellas que tienen al menos dos veces la altura de una ola estándar, que se refiere a la media de las tres olas más altas de un periodo de tiempo concreto. Según las imágenes por satélite, esas olas no solo existen, sino que son relativamente frecuentes. 

Esto causa varias preguntas: si efectivamente esas olas monstruosas existen, ¿qué las causa? Y, lo que importa más a la gente que vive cerca de la costa, ¿se pueden predecir?

Hasta los años 90, el estudio de las ondas estaba muy influenciado por el trabajo del oceanógrafo y matemático británico Michael Selwyn Longue-Higgins, que en uno de sus trabajos postuló que, cuando dos o más olas chocas, se combinan para crear una mayor en un proceso denominado "interferencia constructiva. La altura de la nueva ola sería la suma de las alturas de las olas originales. Así, una ola monstruo solo existiría si coincidiesen las suficientes olas en un mismo punto. 

Sin embargo, durante los 60 aparecieron nuevas evidencias que sugerían que la cosa no era tan sencilla. El matemático y físico Thomas Brooke Benjamin observó en un gran tanque de agua que mientras que las olas comienzan con frecuencia y longitud de onda estables, eso cambia de forma inesperada poco después de su formación, y las que tienen una mayor longitud de onda alcanzan a las que la tienen menor. Eso significa que mucha energía termina concentrada en olas grandes de vida corta. 

Durante mucho tiempo, los científicos creyeron que este fenómeno, denominado "inestabilidad de Benjamin-Feir" (por el ayudante de Benjamin) solo ocurrían en las olas generadas en el laboratorio que viajan en la misma dirección, una situación muy artificial, y por tanto no se consideraba apropiada para describir el mundo real. 

Pero la teoría lineal no servía para explicar el número de grandes olas que los satélites comenzaron a captar: había demasiadas, tenía que haber otro mecanismo involucrado. Así que los científicos proponen ahora que se trata de un sistema no lineal, en el que un cambio en una aportación al sistema no es proporcional al cambio en su resultado. 

Eso querría decir que, si las olas interaccionan en un sistema no lineal, podría ser imposible calcular la altura de una nueva ola simplemente sumando la de las olas originales, sino que una ola en un grupo puede crecer rápidamente a expensas de las otras. 

 

Olas tan altas como un edificio de diez pisos, paredes verticales de agua en un océano enfurecido, puertos inundados, barcos destrozados, edificios dañados por la fuerza del mar. Las descripciones de oleajes ilusualmente violentos han sido considerados durante siglos como poco más que cuentos de marineros. Con pocas o ninguna evidencia y el tamaño de las olas aumentando a medida que la historia se contaba una vez, y otra y otra, no es raro que los científicos las considerasen eso, un cuento. 

Hace aproximadamente medio siglo, cuenta este reportaje de la BBC, cambió la historia y las evidencias convencieron a los escepticos de que estas olas descomunales podían existir. Serían extremadamente raras (una ola de 30 metros puede tener lugar cada 30.000 años), pero posibles. 

Estas fotos no son de esas olas gigantes y raras, sino de otras, también grandes y violentas pero no tan extremas. Para que vayan echando sus cálculos...

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