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Las empresas se van cada vez más lejos: "Vivo en el centro y tardo dos horas en llegar al trabajo"
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LA DISPERSIÓN URBANA CRECE

Las empresas se van cada vez más lejos: "Vivo en el centro y tardo dos horas en llegar al trabajo"

No es solo que no vayas a vivir en el centro, es que aunque así fuese, tampoco ibas a trabajar en él. El aumento de los precios ha enviado a las empresas a la periferia urbana

Foto: Atasco en la autovía A6, en Madrid. (Europa Press/Carlos Luján)
Atasco en la autovía A6, en Madrid. (Europa Press/Carlos Luján)
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Hace unos años, Rubén Sánchez Trigos, profesor, guionista y escritor, consiguió cumplir uno de sus sueños. Después de una juventud extrarradial entre Fuenlabrada y Móstoles, logró mudarse al centro. O, al menos, un relativo centro: Marqués de Vadillo, al otro lado del Manzanares. “Siempre quise vivir en Madrid porque es donde estaba todo lo que me gustaba, culturalmente hablando y en otros sentidos, y también porque cuando empecé a trabajar los desplazamientos desde Móstoles eran terroríficos (la línea 5 encallando cada dos por tres, aglomeraciones, esperas en los andenes…”).

Vivir en la capital debería haber solucionado sus problemas de desplazamientos, pero no ha sido así. Es más, ahora tarda una hora y media o dos en llegar a su espacio de trabajo, una universidad privada situada en las afueras de Las Rozas. “La paradoja es que ahora que he conseguido vivir en la capital, tengo que hacerme hora y media o dos de transporte para ir a clase”, lamenta. “A veces, si los horarios caen mal, para dar una sola clase de dos horas”.

El ejemplo de Sánchez Trigos muestra que no solo la escalada de precios está expulsando a la población del centro, sino también a las empresas. No solo resulta más caro vivir en los barrios más céntricos de las grandes ciudades, sino que determinadas compañías, centros de estudio y otras instituciones tienen menos alicientes para instalarse en el cada vez más caro centro, por lo que se desplazan a la periferia. El resultado, una dispersión urbana en la que cada vez se vive y se trabaja más lejos.

“Es consecuencia del funcionamiento del mercado”, explica Alberto Hidalgo, investigador de la Universidad de Lucca que acaba de publicar un trabajo sobre el impacto de la apertura de hoteles en el renacimiento urbano. “Ahora estamos viviendo un período de boom de actividad económica en el centro de las ciudades, por lo que el precio del alquiler es mucho más elevado que antes, así que las empresas prefieren localizarse en la periferia, donde el coste del alquiler de la oficina es mucho más bajo, y el centro se queda para el consumo”.

"El centro de las ciudades se vacía porque los empresarios buscan otras alternativas"

La clave se encuentra precisamente en qué se traduce esta actividad económica. Se trata, como él mismo explicó en otro de sus trabajos, en una economía destinada al turismo: hoteles, restaurantes, comercios y otra clase de servicios asociados con el tercer sector. Al mismo tiempo, eso provoca la salida de otros negocios del centro. La semana pasada, por ejemplo, la veterana tienda de cómics Elektra anunciaba que buscaba local después de que un fondo de inversión haya realizado una oferta imposible de igualar para construir pisos turísticos.

El proceso de sustitución de viviendas y oficinas por pisos turísticos es cada vez más habitual. De ahí que el centro, como recuerda Hidalgo, esté “renaciendo, pero transformándose”. “Ahora es un centro de consumo, donde los ciudadanos de la periferia van a consumir, pero no a vivir”, explica. “El turismo está impactando en todos los países, y eso está provocando que el centro de las ciudades se vacíe. Los empresarios y los negocios buscan localizaciones alternativas, donde el coste de alquiler de esas oficinas sea menor”.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, acaba de poner en marcha el plan RESIDE, que incentivará la transformación de oficinas dentro de la M-30 en edificios residenciales, lo que puede agudizar aún más esta tendencia. Un movimiento excepcional en una capital dada al laissez faire. Los datos muestran cómo San Blas-Canillejas es el distrito donde más crecen las oficinas, junto con Puente de Vallecas (principalmente, en el Ensanche) y Villaverde. Por el contrario, se reducen dentro de la M-30, excepto en el barrio de Salamanca. En Madrid Centro, la variación respecto a 2014 es de un 4,2% menos de oficinas.

El otro caso paradigmático es Barcelona, donde por sus características geográficas, rodeada por el mar y la sierra de Collserola, no es tan fácil expulsar oficinas y empresas al exterior de la ciudad, por lo que esta migración se ha concentrado en el proyecto 22@, una zona de antiguas naves abandonadas en Poblenou que ahora está ocupada por startups y empresas emergentes. “El 22@ es un buen ejemplo de la planificación económica del ayuntamiento y la Generalitat”, explica Hidalgo. Zonas industriales reconvertidas en oficinas dentro del perímetro urbano.

De la macrociudad al teletrabajo

“El monstruo del turismo se lo come todo, incluida la diversidad, y el centro queda como monocultivo del turismo”, añade Gonzalo Sánchez-Toscano, doctor en Urbanismo por la Universidad Politécnica que ha publicado diversos trabajos sobre la segregación norte-sur en Madrid. “Sigue habiendo mucha gente que trabaja en el centro, pero son trabajos precarizados, asociados a turismo y hostelería: la gente que trabaja en el centro vive muy lejos del centro, principalmente en la periferia sur”. La otra paradoja es que es muy probable que, como Sánchez, alguien viva en el centro y tenga que trasladarse cada día fuera de la ciudad.

"Que en los 80 un bufete de abogados estuviese en la Gran Vía era signo de prestigio"

En Gran Vía 28 se encuentra desde hace casi un siglo el Edificio Telefónica. Sin embargo, la gente que lo frecuenta hoy es muy distinta a la que lo habría hecho hace apenas unos años. No hace falta remontarse a los años de la guerra civil, cuando fue usada como sede por los corresponsales extranjeros. Las oficinas donde trabajó, por ejemplo, Pedro Almodóvar durante los setenta o donde se ambientó Las chicas del cable se han convertido en un espacio de exposiciones para visitantes y turistas.

El grueso de los trabajadores de la multinacional se desplazan a Las Tablas, donde se encuentra el Distrito Telefónica, una superficie de 140.000 metros cuadrados que puede albergar a casi 14.000 personas. Es un modelo que se repite en otros grandes complejos de oficinas, como la Ciudad Financiera del Banco Santander, las Cuatro Torres o el más céntrico Complejo Azca que durante mucho tiempo cayó en decadencia hasta que distintos planes la rescataron.

Hay varios factores que favorecen esta clase de movimientos. Las grandes plantillas de algunos transatlánticos como la citada Telefónica o el Banco Santander necesitan sedes que funcionen prácticamente como una ciudad, con toda clase de beneficios para sus empleados. Algo imposible de encajar, por precio y por superficie, en el centro de la ciudad. Por otra parte, los beneficios competitivos de pagar el peaje de mantener oficinas en el centro son cada vez menores, sobre todo después de la popularización del teletrabajo, que hace menos atractivo para el empleado que la empresa se encuentre en el centro de la ciudad.

“La idea clásica del urbanismo era que los centros de las ciudades son espacios de diversidad de usos, donde va todo el mundo y hay de todo, y ahora vemos una simplificación muy grande”, recuerda Sánchez-Toscano. “Se habla mucho y con razón de cómo el turismo afecta a la vivienda en el centro, porque la rentabilidad que se obtiene hace que casi nadie pueda vivir ahí, pero eso también ocurre con oficinas o locales comerciales”. Algo que también se extiende a los barrios no tan céntricos (en el caso de Madrid, Bravo Murillo, la calle Alcalá más allá de Retiro o Carabanchel), que sufren “un problema de diversidad funcional bastante grande” con esa pérdida de oficinas y comercios.

El ejemplo que utiliza el urbanista son esos espacios destinados a la cultura como cines históricos o teatros que ahora suelen destinarse a la hostelería o el comercio. “Igual que hay una presión que expulsa población, también la hay para otro tipo de usos que formaban parte de esa diversidad”, añade. “Que en los años ochenta un bufete de abogados estuviese en la Gran Vía era un signo de prestigio; ahora, ya no lo es tanto”.

El poder económico y, por lo tanto, las grandes empresas, se localizan en lugares muy determinados. En Madrid, en el norte. “La tendencia desde los años noventa en el área urbana de Madrid es que los sectores relacionados con las oficinas y el servicio se concentren en la periferia norte”, señala Sánchez-Toscano. El sur madrileño dependía mucho de la industria, que entró en decadencia por aquella época, y por esa misma razón las compañías más grandes, como Telefónica o Santander, han instalado sus sedes en el norte. Un norte para trabajar y un sur para vivir.

"Hay una idea de capital simbólico para ciertos sectores en estar en el norte"

Una idea unida al prestigio de localidades de mayor renta que se sitúan alrededor de la A6 como Pozuelo de Alarcón, Las Rozas, Tres Cantos o Majadahonda. Los nuevos campus de las universidades privadas que se han abierto durante las últimas décadas se sitúan lejos de la capital, y algunas de ellas han llegado a rechazar la posibilidad de alojarse en un emplazamiento más céntrico por razones de prestigio. “Hay una idea de capital simbólico para ciertos sectores en estar en la periferia norte, que hace que muchas empresas busquen este tipo de ubicación”, explica Sánchez-Toscano.

Algunos partidos políticos han intentado atajar este desequilibrio promoviendo desarrollos en el sur. La semana pasada, sin ir más lejos, Más Madrid presentaba el proyecto Distrito 4.0, que tiene como objetivo convertir las instalaciones logísticas de Adif en Abroñigal (Puente de Vallecas) en un campus politécnico y empresarial con viviendas públicas y dotaciones culturales. Dos años antes, había propuesto el proyecto Villa Verde, centrado en el polígono El Gato.

La evolución de la ciudad

Las grandes urbes se desarrollaron gracias a disfrutar de determinadas ventajas competitivas que les permitían diferenciarse como centros de producción. Es decir, estaban cerca de un río navegable (de Londres a Sevilla) o tenían acceso al mar, como Nueva York. A medida que el sector manufacturero ha perdido importancia, las ciudades se han convertido ya no en centros de producción, sino en centros de consumo, como recuerda Hidalgo.

placeholder Las instalaciones del Distrito Telefónica. (Europa Press/Eduardo Parra)
Las instalaciones del Distrito Telefónica. (Europa Press/Eduardo Parra)

“Hace diez o veinte años, la gente se iba a vivir a los suburbios de las principales ciudades, donde la actividad económica propició la aparición de los centros comerciales, y el centro de la ciudad se vació”, recuerda. Madrid es uno de esos ejemplos paradigmáticos, en los que los centros que hoy están llenos de oferta turística como Malasaña o Lavapiés se deterioraron, provocando al mismo tiempo que las empresas saliesen y la actividad económica se deteriorase. Muchas de ellas no han vuelto, y ahora otras se le unen.

“Lo más plausible es que el centro se convierta un lugar de gente joven, probablemente adinerada”, concluye Hidalgo. Para el investigador, la solución no pasa por repoblar el centro de las ciudades, porque va a tener un efecto muy limitado, ya que “ofrece una serie de atractivos tan solo a un grupo de población muy determinado”. Justo aquel en el que Sánchez Trigos encajaría: más o menos joven y de determinado nivel sociocultural. “El centro se está especializando en los jóvenes, y la periferia, en las familias”, añade Hidalgo.

El proceso es irreversible, y por eso mismo, como señala en su investigación, no resulta útil invertir grandes cantidades de dinero en la compra, reforma y mantenimiento de edificios protegidos como se está haciendo en algunas ciudades. Pero sin una intervención política o una planificación territorial concreta, todo apunta a que la dispersión (y segregación) se seguirá produciendo, siguiendo un efecto Mateo. Unas amplias zonas de población trabajadora cada vez más segregada, y donde hay menos diversidad de actividad económica; un distrito centro como monocultivo de turismo; y una periferia donde se concentren los ganadores económicos de este tipo de dinámicas. Tardar dos horas en llegar al trabajo desde el centro quizá también sea un símbolo de estatus.

Hace unos años, Rubén Sánchez Trigos, profesor, guionista y escritor, consiguió cumplir uno de sus sueños. Después de una juventud extrarradial entre Fuenlabrada y Móstoles, logró mudarse al centro. O, al menos, un relativo centro: Marqués de Vadillo, al otro lado del Manzanares. “Siempre quise vivir en Madrid porque es donde estaba todo lo que me gustaba, culturalmente hablando y en otros sentidos, y también porque cuando empecé a trabajar los desplazamientos desde Móstoles eran terroríficos (la línea 5 encallando cada dos por tres, aglomeraciones, esperas en los andenes…”).

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