El pueblo medieval más bonito de la Costa Brava: amurallado, con casas de piedra y calas idílicas

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Un precioso pueblo medieval de la Costa Brava cautiva a los visitantes por su perfil de piedra dorada, sus calles empedradas y sus torres antiguas. Rodeado de murallas y casas medievales, conserva intacta la magia de otros tiempos. Se trata de Pals (Girona), en el Baix Empordà, a unos cinco kilómetros del mar.

Este pequeño enclave desprende una calma difícil de encontrar. El tiempo parece avanzar más despacio entre sus casas de piedra y sus rincones llenos de historia, donde cada detalle cuenta algo de su pasado agrícola y marinero. Pasear por sus calles es una forma de conectar con la esencia del Empordà más auténtico, entre aromas de campo, brisa mediterránea y el sonido suave del viento entre los tejados.

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Su silueta se asienta sobre una colina entre arrozales, pinos y alcornoques, con vistas hacia las Islas Medes y el macizo del Montgrí. El mirador de Josep Pla, bautizado así por los vecinos, resume la postal de este lugar único: llanura ampurdanesa, Mediterráneo al fondo y la calma de un pueblo pequeño que, a un ritmo tranquilo, se puede ver en dos o tres horas, con paradas para fotos y algún tentempié.

Historia, recinto medieval y qué ver

El origen de Pals se remonta a la Alta Edad Media: ya figura como Palus en el siglo IX, cuando los humedales marcaban el paisaje del Empordà. Su posición elevada, cercana al mar, la convirtió pronto en punto estratégico, con castillo, murallas y torres que protegían el pequeño núcleo. Tras siglos de conflictos y decadencia, el caserío entró en declive hasta que, a mediados del siglo XX, un proceso de restauración modélico rescató piedra a piedra su trazado histórico.

El recinto medieval se organiza alrededor del barrio del Pedró, una espiral de calles empedradas, arcos góticos y casas de piedra dorada. La Torre de las Horas —alzada entre los siglos XI-XII— es el gran vestigio del castillo, demolido en el XV; la iglesia de Sant Pere, reconstruida en el XV con restos de la fortaleza y con raíces documentadas en el siglo IX, mientras que las murallas (siglos XII-XIV) conservan tramos y cuatro torres circulares que recuerdan la antigua función defensiva. El paseo clásico sube por el carrer de la Creu hacia la Plaça Major y el Portal/Arco Gótico y concluye en el mirador de Josep Pla, balcón al Empordà, los arrozales y las Islas Medes.

Qué ver en Pals

• Ca la Pruna (s. XV-XVI): casa fortificada, hoy Casa de Cultura y espacio expositivo. Ideal para orientarse y entender el vínculo de Pals con sus arrozales y tradiciones.
• Plaça Major y Portal/Arco Gótico: corazón del pueblo y puerta al recinto. Aquí se celebraba el antiguo mercado y se aprecian casas nobles y soportales muy bien conservados.
• Torre de las Horas (XI-XII): símbolo de Pals, 15 metros de torre románica que sobrevivió al derribo del castillo en el XV. Su base regala algunas de las mejores vistas del casco.
• Iglesia de Sant Pere: templo con origen en el siglo IX, reconstruido con piedra del castillo y fachada barroca con restos románicos.
• Tumbas medievales del Carrer Major: sepulturas antropomorfas excavadas en la roca, discretas y auténticas. Conviene mirar con atención las paredes del trazado.
• Murallas y torres circulares (XII-XIV): varios tramos visitables integrados en el tejido urbano y cuatro torres que muestran la antigua línea defensiva del recinto.
• Torre d’en Ramonet (s. XIII): elemento del sistema de vigilancia, menos conocida pero muy bien preservada. Perfecta para completar la lectura del conjunto defensivo.
• Mirador de Josep Pla: homenaje al escritor que tanto difundió el Empordà. Vistas al Montgrí, llanura ampurdanesa y, en días claros, a las Islas Medes. Mejor a última hora.
• Paseo Arqueológico: ruta perimetral que bordea la parte alta del recinto y permite entender el relieve y la implantación de la antigua muralla sobre la colina.

Pals condensa mil años de historia en pocas calles, un conjunto gótico restaurado con mimo y un entorno que une arrozales, piedra y Mediterráneo. Quien sube hasta su mirador entiende rápido por qué aquí cada curva, cada arco y cada torre cuentan un capítulo distinto del Empordà.

Qué hacer: gastronomía, fiestas

El Xiulet de Pals (tren turístico) propone rutas por el municipio; la Ruta Josep Pla de la Fundación homónima invita a leer la comarca sobre el terreno; hay Paseo Arqueológico, salidas en bici o a pie por los arrozales y, a diez minutos en coche, la Playa de Pals (más de 3,5 km), perfecta para realizar kayak, paddle surf, windsurf o simplemente caminar con vistas a las Islas Medes. En el entorno costero destacan además dunas protegidas y el espacio natural de les Basses d’en Coll.

La mesa habla de territorio: el arroz de Pals —cultivado desde el siglo XV— protagoniza arroces a la cazuela y recetas marineras como el suquet de peix. La oferta se completa con vinos DO Empordà, carnes a la brasa y cocina mediterránea en terrazas del casco antiguo o a pie de playa.

En el calendario brillan dos citas: la Fira de l’Arròs de Pals (abril), con degustaciones, showcookings y ambiente medieval, y la Fiesta Mayor (principios de agosto), con conciertos, bailes y actividades para todas las edades. En verano, el municipio programa además música y teatro al aire libre.

Alrededor aguardan excursiones interesantes: Peratallada, Monells o Begur—con calas como sa Riera y la platja del Racó—, la ciudad de Girona y sus monumentos, el macizo del Montgrí con su castillo y, para curiosos de la historia reciente, el legado de la antigua Radio Liberty en la playa de Pals. Un radio corto para una escapada que combina piedra dorada, mar y cultura.