Descubre el pueblo de La Rioja que fue un imán para músicos y cómicos: llegó a tener tres cines

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Cuzcurrita del Río Tirón, uno de los pueblos más singulares de La Rioja, esconde una historia poco conocida que mezcla nobleza, arte y un inusual fervor por la vida cultural. Sus calles empedradas, sus casas solariegas y el murmullo del río que lo atraviesa ocultan un pasado que convirtió al municipio en un auténtico imán para músicos y cómicos.

Apenas a 50 kilómetros de Logroño, esta villa riojana fue escenario de un fenómeno curioso: llegó a tener tres cines distintos, levantados en casonas del siglo XVII y XVIII por familias acomodadas que competían entre sí por ofrecer el mejor espectáculo. Una historia que, hoy, revive en las fachadas de piedra y en los recuerdos de un pueblo que supo ser más que un destino rural. Hoy se mantiene vivo el espíritu creativo de un pueblo que, entre viñedos y murallas, hizo del arte y el espectáculo parte de su identidad.

Un casco histórico marcado por la nobleza y el arte

Ubicada a los pies del monte Bolo y atravesada por el río Tirón, Cuzcurrita fue una plaza fuerte durante la Edad Media, con murallas y un castillo que aún domina el paisaje. Su origen documentado se remonta a 1062, en una cédula del rey Sancho de Navarra, y su importancia creció con la concesión del señorío en 1367 por Enrique II de Castilla. A lo largo de los siglos, la localidad consolidó su poderío con el levantamiento de casonas y palacios barrocos de piedra sillar, muchas de ellas todavía en pie.

El Castillo de los Velasco, del siglo XIV, y la iglesia de San Miguel, construida entre 1753 y 1766 y declarada Monumento Nacional, simbolizan la riqueza artística de esta villa riojana. La fachada ondulada del templo, de movimiento cóncavo y convexo, es considerada una joya del barroco en La Rioja. En su interior, los retablos y relieves conservan parte del esplendor perdido tras el incendio de 1974 que destruyó buena parte de su patrimonio. Hoy, la luz que entra por su linterna central ilumina los dorados del altar mayor, devolviendo al templo la solemnidad y el encanto que lo convirtieron en emblema del barroco riojano.

El pueblo que amó el cine y el espectáculo

Durante los siglos XVII y XVIII, las familias nobles de Cuzcurrita compitieron por tener el cine o teatro más moderno del pueblo. En la actual Casa Grande de los Salazar —hoy convertida en el Hotel Teatrisso— se proyectaron películas, se organizaron bailes y hasta se almacenó grano. En la calle Mayor se conserva todavía el rastro del Cinema Arzagón, mientras que otro antiguo cine se ubicaba en la calle Carnicerías, donde hoy funciona una panadería.

Aquel pasado artístico convirtió a Cuzcurrita en un punto de encuentro para músicos, actores y vecinos que encontraban en el séptimo arte una forma de vida. La vitalidad cultural de entonces aún se respira en sus calles, donde las casonas y la Plaza Mayor evocan una época en la que el entretenimiento era símbolo de prestigio familiar.

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Gastronomía y cómo llegar

Fuera del casco antiguo, el paseo fluvial del río Tirón ofrece una experiencia serena entre lavaderos, antiguos molinos harineros y pequeñas cascadas. Es un recorrido ideal para descubrir cómo el agua marcó la historia del municipio y dio vida a su agricultura, basada en el cultivo de vid, trigo, patata y remolacha. A lo largo del sendero, los chopos acompañan el cauce con su sombra fresca, invitando al viajero a detenerse y contemplar la armonía entre naturaleza y tradición que define a Cuzcurrita del Río Tirón.

Quien visita hoy Cuzcurrita del Río Tirón puede disfrutar también de la gastronomía local en sus bodegas y restaurantes, donde las patatas a la riojana o el cordero asado se acompañan de vinos de autor elaborados en el propio castillo. Un destino donde historia, arte y tradición se funden en un mismo paisaje, y donde el eco de los antiguos cines aún parece resonar entre los muros de piedra. Se puede llegar fácilmente por la carretera LR-111 desde Logroño, o bien desde Bilbao por la AP-68 hasta Haro y continuar por la N-124, en un trayecto de paisajes que merecen cada kilómetro del viaje.