El pueblo de España donde el verano nunca termina: playas y sol eternos en la 'Venecia de Canarias'

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No todos los pueblos pueden decir que el verano es su estado natural. En el suroeste de Gran Canaria, el municipio de Mogán vive bajo un clima que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llegado a calificar como uno de los mejores del planeta. Según la revista Viajar, sus temperaturas oscilan entre 20 y 26 grados durante todo el año, con cielos despejados más de 300 días, lo que convierte su rutina diaria en una sucesión de amaneceres dorados y atardeceres frente al Atlántico.

El secreto está en su microclima protegido por montañas, que suaviza el aire y evita lluvias intensas. Mientras Europa tiembla de frío en invierno, aquí la vida transcurre en manga corta. No en vano, Mogán se ha convertido en refugio de europeos del norte que buscan combinar teletrabajo y descanso junto al mar, atraídos por la constancia de su clima y por un entorno que mezcla paisajes volcánicos, playas doradas y calles cubiertas de buganvillas.

Su corazón es el Puerto de Mogán, conocido popularmente como la “Venecia de Canarias” por sus canales, puentes y fachadas coloridas: pasear por sus callejones floridos o ver cómo el sol se esconde tras el muelle es casi un ritual para quienes lo visitan. Según la web oficial de Turismo de Gran Canaria, este barrio marinero es punto de encuentro de aficionados a la náutica internacional.

Montañas y senderos

Pero Mogán no es solo mar. El interior del municipio esconde montañas volcánicas, barrancos y senderos naturales que descienden hasta el océano. Destaca el Barranco de Veneguera, una ruta que combina palmeras y flora autóctona con vistas espectaculares del Atlántico. También en su territorio se encuentra la Presa de Soria, la más grande de la isla de Gran Canaria, rodeada de cardonales, tabaibales y pinares que dibujan un paisaje muy diferente al de su costa luminosa.

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A pesar del desarrollo turístico, Mogán mantiene la calma de los pueblos canarios auténticos. En el casco histórico aún se conservan casas tradicionales, patios con flores y vecinos que se saludan por su nombre. Y es que, en esta esquina del Atlántico, el verano no termina: simplemente se vive todo el año.