El desconocido monumento que tienes que ver una vez en la vida en Burgos: una iglesia que es uno de los exponentes más importantes del románico burgalés
El desconocido monumento que tienes que ver una vez en la vida en Burgos: una iglesia que es uno de los exponentes más importantes del románico burgalés
En el corazón de la provincia de Burgos se esconde un templo que ha sobrevivido al paso de los siglos. Su historia, grabada en piedra, resume la esencia de uno de los estilos más emblemáticos del medievo burgalés
El desconocido monumento que tienes que ver una vez en la vida en Burgos. (Ayuntamiento de Quintanaélez)
Entre los paisajes silenciosos de la comarca de La Bureba, se levanta un monumento que representa uno de los mayores tesoros delrománico burgalés. Declarada Bien de Interés Culturalen 1981, esta iglesia, erigida en el siglo XII, es una joya arquitectónica que combina la sencillez rural con una sorprendente riqueza escultórica. Su construcción en sillería de arenisca y caliza, junto con una estructura de dos naves —la principal de origen medieval y otra posterior del gótico tardío—, refleja la evolución de un templo que ha resistido el abandono y las inclemencias del tiempo. Según una inscripción en el arco de entrada, la obra fue realizada en el año 1175 por los maestros Pedro de Ega y Juan Miguélez, testimonio directo de su autenticidad y de su antigüedad.
Una obra única del románico burgalés
La Iglesia de San Andrés, situada en Soto de Bureba —perteneciente al municipio de Quintanaélez—, destaca por su bóveda esquifada, un elemento arquitectónico casi inexistente en Castilla y León, que la convierte en una pieza única del románico peninsular. El ábside semicircular, la portada abocinada con triple arquivolta y las columnas acodilladas conforman un conjunto armónico de gran valor artístico. Su portada, ligeramente apuntada, presenta un elaborado programa iconográfico que representa escenas simbólicas y figuras mitológicas, entre las que sobresalen un unicornio, un Agnus Dei y diversas arpías y dragones. Todo ello enmarca la espiritualidad y el pensamiento religioso de la época a través del arte en piedra.
Los capiteles y canecillos de la iglesia refuerzan su singularidad, mostrando un repertorio de motivos que van desde animales fantásticos hasta representaciones delZodiaco, un recurso poco habitual en templos rurales del siglo XII. Este lenguaje simbólico convierte al templo en una auténtica enciclopedia de piedra, comparable con las grandes obras monásticas deSanto Domingo de Silos. Su espadaña, erigida sobre el arco triunfal, y el acceso mediante husillo en el lado sur completan una silueta que domina discretamente el paisaje burebano, entre los Montes Obarenes y los campos de cereal que lo rodean.
Un monumento que guarda la memoria de Burgos
A pesar de los siglos y de los episodios de deterioro que sufrió antes de su restauración, la Iglesia de San Andrés de Soto de Bureba ha mantenido intacta su esencia. En su interior se conservaban antiguamente una Virgen con el Niño de estilo barroco y varias tablas de la escuela castellana, hoy desaparecidas. Más allá de su tamaño o de su ubicación en un pequeño pueblo de apenas dos habitantes, esta joya burgalesa representa una de las expresiones más puras del arte románico en Burgos. Su valor no reside en la monumentalidad, sino en la autenticidad de una obra que resume siglos de fe, arte y tradición en el corazón de la España más silenciosa.
Entre los paisajes silenciosos de la comarca de La Bureba, se levanta un monumento que representa uno de los mayores tesoros delrománico burgalés. Declarada Bien de Interés Culturalen 1981, esta iglesia, erigida en el siglo XII, es una joya arquitectónica que combina la sencillez rural con una sorprendente riqueza escultórica. Su construcción en sillería de arenisca y caliza, junto con una estructura de dos naves —la principal de origen medieval y otra posterior del gótico tardío—, refleja la evolución de un templo que ha resistido el abandono y las inclemencias del tiempo. Según una inscripción en el arco de entrada, la obra fue realizada en el año 1175 por los maestros Pedro de Ega y Juan Miguélez, testimonio directo de su autenticidad y de su antigüedad.