A solo media hora en ferry desde Ibiza se esconde uno de los pueblos más auténticos y sorprendentes del Mediterráneo. Sant Francesc Xavier, capital de Formentera, es el corazón de la isla más pequeña del archipiélago balear, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido entre casas encaladas, tiendas artesanales y una iglesia que en su día fue fortaleza contra los piratas.
El alma del pueblo late en la Plaza de la Constitución, donde se alza la Parroquia de Sant Francesc Xavier, un templo con aspecto sobrio que fue levantado entre 1726 y 1738. No es una iglesia cualquiera: sus gruesos muros, la puerta revestida en hierro y la bóveda de cañón recuerdan su pasado defensivo, cuando las incursiones piratas eran una amenaza constante en el Mediterráneo. Tal es su belleza paisajística que fue declarada Bien de Interés Cultural, es hoy uno de los símbolos más reconocibles de Formentera.
A pocos metros, una pequeña joya arquitectónica habla de los orígenes religiosos de la isla: la Capella de Sa Tanca Vella, una capilla del siglo XIV construida con una sola nave y sin ornamentos, símbolo de la humildad de los primeros pobladores. Restaurada y abierta al público, mantiene el encanto de lo primitivo y sencillo.
Caminar por las calles de Sant Francesc Xavier es adentrarse en la esencia más pura de Formentera. Los tonos blancos de sus fachadas contrastan con los colores vivos de las buganvillas, mientras los comercios locales exhiben piezas de cerámica, joyería artesanal y ropa de lino hecha a mano. El ambiente, relajado incluso en los meses de verano, invita a detenerse en una terraza o curiosear entre los tenderetes del mercado de artesanía, que se instala a diario entre mayo y octubre.
La espectacular costa de Formentera queda a pocos kilómetros del municipio (iStock)
En el Jardí de Ses Eres, justo detrás de la iglesia, cada martes y sábado las mañanas se llenan de vida con un mercadillo de ropa, libros y objetos de segunda mano, muy apreciado por locales y visitantes. Todo ocurre sin prisas, al ritmo lento que caracteriza a la isla.
Además de su valor patrimonial, el pueblo guarda rincones que conectan con su pasado agrícola y marinero. Uno de los más interesantes es el Fossar Vell, el antiguo cementerio restaurado por el arquitecto formenterés Marià Castelló, cuya intervención fue finalista en los premios FAD de arquitectura de 2017. Desde allí, un corto paseo conduce a los molinos de sa Miranda, desde donde se obtienen vistas panorámicas espectaculares del Estany des Peix, La Savina y la silueta lejana de Ibiza.
Para quienes quieran conocer cómo era la vida tradicional formenterense, el Museo Etnográfico, en la calle Jaume I, conserva una colección de herramientas, muebles y vestimentas que narran la historia de la isla antes de la llegada del turismo.
Sant Francesc Xavier también es el centro cultural de Formentera. La Sala d’Exposicions Ajuntament Vell, situada frente a la iglesia, ofrece desde hace más de una década una programación constante de artistas locales y nacionales. Muy cerca, el Centro Antoni Tur “Gabrielet” acoge talleres y exposiciones relacionadas con la artesanía, manteniendo vivo el espíritu creativo de la isla.
Muchos viajeros llegan a Formentera atraídos por sus playas turquesas, pero descubren en Sant Francesc Xavier su verdadero tesoro oculto. Entre el rumor del mar y las campanas de su iglesia-fortaleza, este pueblo resume la esencia más íntima del Mediterráneo: belleza, historia y serenidad.
Un destino que demuestra que el encanto balear no siempre está en Mallorca ni en Menorca, sino en los rincones silenciosos donde el tiempo y la tradición siguen caminando juntos.
A solo media hora en ferry desde Ibiza se esconde uno de los pueblos más auténticos y sorprendentes del Mediterráneo. Sant Francesc Xavier, capital de Formentera, es el corazón de la isla más pequeña del archipiélago balear, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido entre casas encaladas, tiendas artesanales y una iglesia que en su día fue fortaleza contra los piratas.