Visita el pueblo medieval de Cantabria rodeado de montañas y valles que se esconde tras el imponente Desfiladero de la Hermida
Escondido tras el majestuoso Desfiladero de la Hermida, este rincón del suroeste de Cantabria guarda algunos de los paisajes más cautivadores de los Picos de Europa
Imagen del pequeño núcleo medieval de Cantabria rodeado de montañas. (Flickr)
Cillorigo de Liébana, en pleno corazón de los Picos de Europa, es uno de esos lugares de Cantabria que parecen suspendidos en el tiempo. Tras cruzar el impresionante Desfiladero de la Hermida, el viajero se encuentra con un paisaje que mezcla valles fértiles, pueblos de piedra y el rumor constante del río Deva, que ha modelado este rincón durante siglos.
Entre montañas esculpidas por la naturaleza y aldeas que aún conservan el aroma del pasado, se oculta este municipio lebaniego, compuesto por 18 pueblos y barrios donde el ritmo es otro.Tama, su capital, ejerce de punto de partida para descubrir el encanto de un territorio donde la historia, la artesanía y la vida rural conviven con la serenidad de los paisajes cántabros. Los visitantes que se adentran en sus senderos descubren antiguos caminos ganaderos y calzadas romanas, vestigios de una historia que ha dejado huella en cada rincón del valle de Liébana.
El acceso a Cillorigo de Liébana se realiza a través del Desfiladero de la Hermida, una garganta de piedra caliza que se extiende a lo largo de 21 kilómetros. Esta carretera sinuosa, considerada una de las más bellas del norte de España, conecta la costa con la comarca lebaniega y regala al visitante una experiencia visual única antes incluso de llegar a destino.
Desde Santander, el recorrido dura algo más de dos horas por la autovía A-8 hasta Unquera y, desde allí, por la N-621 hasta adentrarse en el desfiladero. Cada curva deja ver cómo las montañas se cierran sobre el cauce del río Deva y cómo, poco a poco, se abre paso el verde intenso de los valles interiores, donde comienzan a aparecer los primeros pueblos de piedra que anuncian la entrada a Liébana.
Uno de los grandes tesoros de este municipio es la iglesia de Santa María de Lebeña, una joya del arte mozárabe del siglo X considerada una de las más importantes de Cantabria. Su arquitectura, rodeada de un paisaje sobrecogedor, mantiene viva la memoria de un tiempo en el que los monasterios y templos servían como refugio espiritual y defensivo.
El patrimonio se completa con la torre medieval de los Ceballos, en San Pedro de Bedoya, y con casas solariegas como la de los Gómez de la Cortina o la casona de Castro, hoy Museo Etnográfico de Cantabria. Cada una de ellas refleja el pasado noble y agrícola de una comarca que ha sabido conservar su esencia sin renunciar al progreso.
Iglesia de Santa María de Lebeña (Cillorigo de Liébana, cerca de #Potes). Mozárabe (prerrománico) s.X, con añadidos posteriores (pórtico y sacristía en s.XVIII; y torre exenta en s.XIX). Una maravilla para visitar, con entorno extraordinario. pic.twitter.com/En65Ut1GU4
La gastronomía es otro de los motivos que invitan a detenerse en Cillorigo de Liébana. Los quesos de Bejes, el orujo elaborado con uvas cultivadas en estas tierras y los guisos de montaña son protagonistas de una cocina sencilla, de raíces campesinas, que aprovecha los productos de un clima más templado que el del resto de Cantabria. También destacan las frutas locales, como manzanas y peras, cultivadas en pequeños huertos familiares, que aportan frescura y autenticidad a la mesa lebaniega.
En otoño, la berrea del ciervo rojollena de vida los bosques cercanos, convirtiendo la comarca en uno de los mejores escenarios naturales para disfrutar de este espectáculo sonoro. Los senderistas pueden recorrer las rutas que ascienden hasta los Picos de Europa o perderse entre los montes del valle de Bedoya, donde el silencio y el murmullo de los ríos marcan el compás del tiempo.
Más allá de su belleza natural, Cillorigo de Liébana representa la esencia del turismo verde en Cantabria: un destino que combina naturaleza, patrimonio y autenticidad. Aquí se pueden practicar actividades como el senderismo, el alpinismo o los paseos a caballo, siempre con la presencia constante de los valles y montañas que abrazan el territorio.
Visitarlo es descubrir un rincón donde la vida transcurre sin prisa, donde cada piedra y cada casa cuentan una historia, y donde el paisaje parece resistirse al paso del tiempo. Tras el desfiladero, la calma tiene nombre propio: Cillorigo de Liébana.
Cillorigo de Liébana, en pleno corazón de los Picos de Europa, es uno de esos lugares de Cantabria que parecen suspendidos en el tiempo. Tras cruzar el impresionante Desfiladero de la Hermida, el viajero se encuentra con un paisaje que mezcla valles fértiles, pueblos de piedra y el rumor constante del río Deva, que ha modelado este rincón durante siglos.