El monumento de Navarra que todo peregrino del Camino de Santiago debe visitar: sorprende por su forma octogonal

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​Entre colinas y barrancos, se levanta una de las joyas más enigmáticas del románico navarro: la iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río. Este templo, de origen medieval y planta octogonal, es una parada imprescindible para los peregrinos del Camino de Santiago.

Quien recorre la ruta jacobea por Navarra descubre mucho más que paisajes. A medida que el Camino se aproxima a los límites con La Rioja, un edificio de piedra dorada, discreto y misterioso, se alza sobre el caserío de Torres del Río. Su silueta octogonal rompe con los cánones del románico y despierta la curiosidad de todo viajero.

La primera impresión es la de un templo distinto, casi ajeno a su entorno rural. A diferencia de las iglesias tradicionales, su estructura invita a mirar hacia arriba, guiando la vista hasta una linterna superior que parece tocar el cielo. Este diseño, concebido hace más de ocho siglos, dota al lugar de una espiritualidad única que ha fascinado a historiadores y arquitectos.

Un templo con forma de estrella y alma jacobea

La iglesia del Santo Sepulcro fue construida entre 1160 y 1170, en pleno auge del Camino de Santiago, y muchos estudios la vinculan al Monasterio de Irache o a la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Su planta octogonal —de una precisión geométrica admirable— podría haber simbolizado la eternidad y la resurrección, conceptos profundamente ligados al espíritu peregrino.

Los investigadores coinciden en que su diseño se inspiró en el templo del Santo Sepulcro de Jerusalén, aunque adaptado al estilo del románico navarro y con influencias mudéjares. En el interior, los nervios entrecruzados de la bóveda forman una estrella de ocho puntas que deja pasar una tenue luz a través de celosías de piedra.

Una linterna para guiar a los peregrinos

Su torrecilla superior, también octogonal, cumplía una función práctica y simbólica: actuaba como faro para los caminantes que atravesaban las montañas en dirección a Santiago. Se decía que allí ardía una llama perpetua, visible desde lejos, que orientaba a los viajeros y representaba la luz de la resurrección.

La puerta sur, sencilla y sobria, da acceso a un espacio íntimo en el que la verticalidad sustituye al peso característico del románico. El visitante percibe una sensación de ligereza y equilibrio casi mística. Cada elemento —los capiteles, las columnas, las arquivoltas— responde a una armonía precisa que hace de este templo una obra maestra del siglo XII.

Una joya escondida en Navarra

Integrada en el pequeño núcleo urbano de Torres del Río, la iglesia se sitúa muy cerca de los límites riojanos, rodeada de caminos históricos y viñedos. Su ubicación, estratégica y silenciosa, refuerza su carácter sagrado y funerario: durante siglos fue capilla y cementerio de peregrinos.

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El viajero que se adentra en su interior no solo contempla una pieza única del patrimonio de Navarra, sino también un testimonio del diálogo entre culturas que caracterizó al medievo peninsular. Las visitas a la iglesia están gestionadas por guías locales y pueden concertarse llamando a Ofelia (666 988 255) o Mari Carmen (626 325 691). La entrada tiene un coste simbólico de 1 euro. Los horarios pueden variar según la temporada, aunque suele abrirse por la mañana y primeras horas de la tarde para atender tanto a peregrinos como a turistas.