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El castillo del norte de España que es una joya y hay que ver una vez en la vida: construido en el siglo XII y con vistas al mar
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El castillo del norte de España que es una joya y hay que ver una vez en la vida: construido en el siglo XII y con vistas al mar

Elevado sobre los acantilados de Castro Urdiales, este castillo medieval guarda siglos de historia y ofrece a los viajeros una de las estampas más espectaculares del litoral cántabro

Foto: (Fuente: iStock)
(Fuente: iStock)

Las costas del norte de España esconden auténticas joyas históricas que han resistido el paso de los siglos y hoy son un imán para viajeros que buscan combinar cultura, paisaje y mar. Una de ellas se levanta frente al Cantábrico, dominando la villa que lo acoge y ofreciendo una panorámica que corta la respiración. La fortaleza, rodeada por leyendas y episodios bélicos, conserva aún ese aire solemne de los tiempos medievales.

Su origen se remonta al siglo XII y, pese al paso de guerras y reconstrucciones, sigue siendo uno de los pocos castillos que permanecen en pie en Cantabria. El edificio, de planta pentagonal y muros robustos, nació como bastión defensivo de la villa marinera que lo rodea. Junto a él se levantó la iglesia de Santa María de la Asunción, completando un conjunto único que aún hoy impresiona al visitante. Estamos hablando del Castillo de Castro Urdiales, también conocido como castillo-faro, un lugar que resume como pocos la fusión de historia, mar y tradición del norte peninsular.

El castillo fue levantado hacia 1163, en plena etapa de esplendor de la villa, y pronto se convirtió en pieza clave dentro del sistema defensivo. Formaba parte de un complejo de murallas que cercaban tanto la zona alta, donde estaba la fortaleza y la iglesia, como el resto de la villa medieval. Su posición estratégica no era casual: si los vecinos se veían obligados a huir, podían hacerlo directamente hacia el mar, aprovechando su cercanía a los acantilados y al puerto.

Durante la ocupación francesa de 1813, el castillo volvió a cobrar protagonismo. Sus muros sirvieron como última línea de resistencia frente a las tropas napoleónicas y, cuando la villa cayó en manos enemigas, muchos habitantes escaparon embarcando en buques ingleses desde este punto. Esa función de refugio desesperado explica por qué este monumento está tan presente en la memoria colectiva de Castro Urdiales.

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A la fortaleza se añadió en el siglo XIX un faro que sigue en funcionamiento. Encendido por primera vez en 1853, se encuentra adosado a los muros del castillo y ofrece una imagen difícil de olvidar: piedra medieval y linterna marítima unidas frente al Cantábrico. Este faro ha guiado durante más de siglo y medio a los barcos que se aproximaban a la villa, reforzando la importancia marítima del lugar.

El conjunto se completa con el puente medieval, también llamado puente viejo o romano, que en realidad es de estilo gótico. Su único arco permitía llegar hasta la ermita de Santa Ana, otro rincón cargado de historia. Bajo el parapeto aún se conserva un sillar grabado con las letras MC y el número 617, posiblemente una referencia a alguna de las reformas que sufrió la estructura.

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El castillo también fue escenario de episodios posteriores. Durante la Guerra Civil sirvió como cárcel improvisada para ambos bandos, un uso que da cuenta de la dureza de su estructura. Incluso hoy, buceadores de la zona descubren cañones arrojados al mar desde sus murallas, restos materiales de la violencia que se vivió en torno a esta fortificación.

A pesar de ello, el tiempo ha jugado a su favor. Tras perder su función militar, el castillo se ha reconvertido en un espacio abierto al visitante. Hoy alberga exposiciones, acoge actividades culturales y, sobre todo, regala una experiencia única: recorrer sus muros mientras se contempla la inmensidad del Cantábrico y se escucha el rugir de las olas contra los acantilados.

Las costas del norte de España esconden auténticas joyas históricas que han resistido el paso de los siglos y hoy son un imán para viajeros que buscan combinar cultura, paisaje y mar. Una de ellas se levanta frente al Cantábrico, dominando la villa que lo acoge y ofreciendo una panorámica que corta la respiración. La fortaleza, rodeada por leyendas y episodios bélicos, conserva aún ese aire solemne de los tiempos medievales.

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