Descubre el desconocido castillo a un paso de Madrid: una fortaleza árabe fundida con la roca en lo alto de un cerro
A escasa distancia de la capital, un imponente vestigio medieval se oculta entre las colinas de un pueblo de Guadalajara. Su silueta se funde con la roca, desafiando al tiempo y al olvido
Una fortaleza árabe fundida con la roca en lo alto de un cerro. (Cultura de Castilla-La Mancha)
En lo alto de un peñón y con vistas privilegiadas a la Serranía de Guadalajara, se alza una fortaleza medieval que permanece ajena al turismo de masas, pero que deslumbra a quienes se aventuran a descubrirla. Su silueta alargada y sus muros almenados parecen prolongarse desde la roca misma, generando la sensación de que fue tallada directamente en el cerro. Este bastión de piedra, inaccesible para muchos siglos atrás, se mantiene en pie como testimonio de los tiempos convulsos en los que la frontera entre el mundo musulmán y cristiano dividía la península. Aunque no es visitable por dentro, el entorno y su estructura convierten su exterior en un espectáculo histórico y visual único.
Se trata del castillo de Riba de Santiuste, una fortaleza árabe de carácter fronterizo situada en una pedanía del municipio de Sigüenza. Su origen se remonta al siglo IX, en pleno dominio andalusí, y su historia ha estado marcada por conquistas, asedios y reconstrucciones. Tras la caída de Toledo en 1085, pasó a manos del rey Alfonso VI, quien lo cedió al primer obispo de Sigüenza, Bernardo de Agén. Su función estratégica fue clave durante siglos, y su peculiar emplazamiento —una cresta de acceso difícil— hacía que cualquier ataque tuviera que sortear antes el cerro que la propia fortaleza. Hoy, gracias a una profunda restauración, conserva buena parte de su planta original y muestra elementos como sus torreones, patios interiores y una torre pentagonal al norte.
Una estructura adaptada al terreno y cargada de historia
El castillo de Riba de Santiustepresenta una planta estrecha y alargada, de unos noventa metros de largo por catorce de ancho, perfectamente adaptada a la cima del cerro. Su acceso se realiza por el flanco norte, a través de un estrecho camino defendido por dos torreones. En el interior se distinguen varios niveles, patios de armas, estancias distribuidas en dos pisos, aljibes y compartimentos que podían cerrarse de forma independiente. En el extremo sur, destaca un recinto adicional con forma trapezoidal y dos cubos gemelos, que actuaba como primer obstáculo antes de alcanzar el núcleo de la fortaleza. Esta compleja estructura defensiva la convirtió en una posición clave durante los enfrentamientos entre reinos y también en la Guerra de la Independencia, cuando las tropas napoleónicas la volaron para evitar su uso como refugio.
En 1973, tras décadas en ruinas, el castillo fue subastado por el Estado y pasó a manos privadas. Desde entonces, sus propietarios han acometido una profunda restauración que ha permitido recuperar almenas, chimeneas y buena parte de sus estructuras originales. Aunque no se permite el acceso a su interior, su contemplación desde los alrededores es un plan más que recomendable para quienes recorren la provincia de Guadalajara. Pocos lugares ofrecen una fusión tan armónica entre arquitectura militar y entorno natural, ni una panorámica tan evocadora de la historia medieval de Castilla.
En lo alto de un peñón y con vistas privilegiadas a la Serranía de Guadalajara, se alza una fortaleza medieval que permanece ajena al turismo de masas, pero que deslumbra a quienes se aventuran a descubrirla. Su silueta alargada y sus muros almenados parecen prolongarse desde la roca misma, generando la sensación de que fue tallada directamente en el cerro. Este bastión de piedra, inaccesible para muchos siglos atrás, se mantiene en pie como testimonio de los tiempos convulsos en los que la frontera entre el mundo musulmán y cristiano dividía la península. Aunque no es visitable por dentro, el entorno y su estructura convierten su exterior en un espectáculo histórico y visual único.