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Ni Mykonos ni Santorini (aunque lo parezca): la cala española escondida con casas blancas y agua turquesa
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Ni Mykonos ni Santorini (aunque lo parezca): la cala española escondida con casas blancas y agua turquesa

Parece una postal griega, pero está en nuestras costas españolas. Un entorno salvaje hace de este rincón junto al mar uno de los más sorprendentes de nuestra geografía

Foto: Cala Portitxol (Fuente: iStock)
Cala Portitxol (Fuente: iStock)

Las imágenes podrían haber sido tomadas en Mykonos. Un mar turquesa en calma, pequeñas barcas flotando frente a una costa rocosa, acantilados verdes de fondo y casitas blancas con puertas y ventanas azul intenso posadas junto al mar. Pero este rincón de postal no se encuentra en Grecia. Ni siquiera hace falta tomar un avión para llegar hasta allí.

Lo que parecía un escenario mediterráneo sacado de una película rodada en Santorini está en realidad mucho más cerca de lo que muchos piensan. Su fama ha crecido en los últimos años gracias a las redes sociales, donde se ha convertido en una parada imprescindible para los amantes de los paisajes singulares y las calas con encanto. Las fotos no engañan: quienes han visitado este lugar lo describen como un paraíso de belleza serena, ideal para desconectar y perder la noción del tiempo.

Foto: Beniardà, Alicante (comunitatvalenciana.com)

Al final del recorrido, en la localidad alicantina de Jávea (Xàbia), aparece la joya: la cala Portitxol, también conocida como cala de la Barraca. Se trata de una ensenada rústica con aguas cristalinas que sorprenden con tonos que van desde el turquesa más claro hasta el azul profundo. El entorno es totalmente natural, con acantilados cubiertos de vegetación mediterránea que se funden con una playa formada por grava, rocas y bolos. Frente a ella, a solo 300 metros, descansa la Illa del Portitxol, un islote con valor botánico y arqueológico que añade aún más magnetismo a la escena.

Actividades en la cala Portitxol

Aunque simplemente tumbarse frente al mar ya es suficiente para muchos, la cala ofrece múltiples actividades para quienes buscan algo más que relax. Por ejemplo, es uno de los mejores rincones de la costa valenciana para practicar snorkel. Sus aguas tranquilas, protegidas de las corrientes, permiten ver fácilmente bancos de peces, cangrejos, erizos o incluso pulpos entre las rocas. Basta con unas gafas de buceo para disfrutar del espectáculo submarino.

También es una cala ideal para quienes practican submarinismo, sobre todo en la zona cercana al islote. Sus fondos no muy profundos y su gran riqueza marina la convierten en un enclave perfecto tanto para quienes se inician como para buceadores experimentados. Y si se prefiere el remo, la tranquilidad del mar la convierte en un lugar excelente para ir en kayak, bordeando la costa o acercándose a la isla.

Además de sus opciones acuáticas, el entorno invita a caminar por sus senderos. Desde el mirador de la Cruz del Portitxol parte una ruta sencilla que permite bajar a la cala a pie mientras se disfruta de panorámicas espectaculares. Es un paseo corto, de apenas 1,5 kilómetros, que se convierte en una antesala perfecta al paraíso que espera abajo.

Qué ver en los alrededores de la cala

Más allá de la cala en sí, el entorno de Portitxol ofrece una colección de paisajes para recorrer sin prisa. Los acantilados que la rodean están salpicados de miradores naturales que ofrecen vistas impactantes del litoral de Jávea. Además del mirador de la Cruz, destacan el Cap Negre y el Cap Prim, dos puntos perfectos para captar la silueta de la costa recortada contra el mar.

Esta cala está en un rincón escondido de la costa alicantina más mediterránea y, por qué no decirlo, con un toque muy griego

A pocos kilómetros se encuentra la cala Granadella, otro tesoro natural escondido entre montañas y pinos, con aguas verde esmeralda que invitan al baño y al buceo. De menor tamaño que Portitxol, su belleza salvaje atrae a quienes buscan rincones más íntimos en plena naturaleza, aunque su popularidad exige madrugar si se quiere encontrar sitio.

Para los más urbanos, el núcleo histórico de Jávea ofrece un cambio de registro interesante. Su trazado medieval, la iglesia de San Bartolomé, el Mercado Municipal o el Museo Arqueológico Soler Blasco son paradas recomendadas. Y si hay tiempo, una excursión hasta Calpe y su yacimiento romano de los Baños de la Reina completa una jornada redonda por la costa alicantina más mediterránea y, por qué no decirlo, más griega que nunca.

Las imágenes podrían haber sido tomadas en Mykonos. Un mar turquesa en calma, pequeñas barcas flotando frente a una costa rocosa, acantilados verdes de fondo y casitas blancas con puertas y ventanas azul intenso posadas junto al mar. Pero este rincón de postal no se encuentra en Grecia. Ni siquiera hace falta tomar un avión para llegar hasta allí.

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