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La curiosa historia del gallo que corona la Catedral Vieja de Salamanca: no es tan famosa como la rana de la Universidad, pero merece ser contada
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Un símbolo que desafía al anfibio

La curiosa historia del gallo que corona la Catedral Vieja de Salamanca: no es tan famosa como la rana de la Universidad, pero merece ser contada

Muchos buscan una figura animal muy concreta al visitar esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, pero pocos alzan la vista hacia lo alto de una de sus torres más antiguas

Foto: La curiosa historia del gallo que corona la Catedral Vieja de Salamanca. (Catedral de Salamanca)
La curiosa historia del gallo que corona la Catedral Vieja de Salamanca. (Catedral de Salamanca)

Pocos visitantes lo descubren al primer vistazo, pero su presencia sobrevuela uno de los edificios más emblemáticos del patrimonio salmantino. Aunque la mayoría acude a buscar la popular figura animal de la fachada universitaria, existe otro detalle menos conocido que corona el punto más alto de un templo románico único en España y cuya historia merece ser contada.

placeholder La figura del gallo en el cimborrio de la catedral. (Catedral de Salamanca)
La figura del gallo en el cimborrio de la catedral. (Catedral de Salamanca)

Se trata del gallo de la Catedral Vieja de Salamanca, una veleta de chapa que remata la llamada Torre del Gallo, nombre que recibe el cimborrio que se alza sobre el crucero del templo. Esta estructura, iniciada en el siglo XII, forma parte del grupo de los conocidos como Cimborrios del Duero y muestra claras influencias arquitectónicas del Poitou francés y del mundo bizantino. Su diseño, con doble cúpula —interior semiesférica y exterior conoidal cubierta de escamas—, culmina con el mencionado gallo que no solo decora, sino que tiene un papel simbólico.

Una herencia francesa con siglos de historia

Este gallo, asentado sobre tres esferas de protección contra rayos, no es la figura original. La que hoy puede contemplarse es una réplica colocada en 1927, por lo que tiene casi 100 años, mientras que la primera se conserva en la capilla de Santa Catalina. Su origen está íntimamente ligado a la fuerte presencia francesa en la Salamanca medieval, y en especial a la figura de Jerónimo de Perigord, obispo que impulsó la construcción de la Catedral Vieja tras la repoblación de la ciudad a principios del siglo XII.

Además de su función decorativa, el gallo porta un mensaje. En el ámbito religioso, simboliza la fe y la esperanza, y en Francia fue elevado a emblema nacional durante la Revolución al sustituir a la flor de lis. Esta conexión cultural cruzó los Pirineos y quedó sellada para siempre en la silueta de Salamanca, donde el gallo vigila desde las alturas el devenir de una ciudad que nunca deja de sorprender.

Pocos visitantes lo descubren al primer vistazo, pero su presencia sobrevuela uno de los edificios más emblemáticos del patrimonio salmantino. Aunque la mayoría acude a buscar la popular figura animal de la fachada universitaria, existe otro detalle menos conocido que corona el punto más alto de un templo románico único en España y cuya historia merece ser contada.

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