El restaurante en el que tienes que comer sí o sí en Castilla-La Mancha: a 1 hora y media de Madrid, con vistas al Tajo
No está en una gran ciudad ni rodeado de locales de moda, sino en un diminuto pueblo alcarreño que apenas supera los 60 habitantes. Pese a ello, es uno de los lugares imprescindibles para comer en Guadalajara
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Situado en Zorita de los Canes, en plena comarca de La Alcarria, este restaurante se levanta sobre los restos de un antiguo puente del siglo XVI, justo a orillas del río Tajo, en una zona catalogada como Reserva Fluvial. Desde su mirador —con capacidad limitada— se contempla una de las vistas más bellas de la provincia de Guadalajara: el castillo medieval de Zorita, construido entre los siglos XII y XIII, que corona el perfil del pueblo.
La recomendación ha llegado incluso a la revista National Geographic, que lo destaca como uno de los restaurantes donde se come “muy bien” en Castilla-La Mancha. Pero su atractivo va más allá del paisaje: aquí lo que manda es el producto local y una carta que varía según lo que ofrece el mercado. Carnes a la brasa, pescados de temporada y guisos alcarreños llenan una oferta que combina tradición con mimo en cada detalle.
El nombre del lugar es Restaurante Abuela Maravillas y, debido a su reducida capacidad, conviene reservar con antelación. El interior se caldea en invierno con chimenea, y la terraza —abrigada por el estribo del puente— es una opción única para disfrutar de una comida al aire libre. Si buscas una escapada gastronómica diferente, a poco más de una hora de Madrid, este rincón alcarreño merece una visita. Además, su entorno es ideal para una escapada: al imponente castillo se suma la visita a las ruinas visigodas de Recópolis, otro de los grandes tesoros del municipio.
Tradición manchega y alma internacional en los fogones
Al frente de los fogones está Matías Seijas, un cocinero uruguayo con alma de parrillero que ha hecho de la cocina manchega su terreno de juego. Entre sus platos destacan el pisto con huevo, las alubias alcarreñas con boletus y papada ibérica, o un atascaburras gratinado con miel y piñones. A su lado, un equipo multicultural da forma a una experiencia donde también cabe la fusión japo-española o el asesoramiento personalizado para cada comensal.
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