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El convento en ruinas más aislado de España: solo se llega navegando por el río Duratón
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FUNDADO EN EL SIGLO XIII

El convento en ruinas más aislado de España: solo se llega navegando por el río Duratón

Escondido entre los cañones del Parque Natural de las Hoces del Duratón, un antiguo monasterio ruinoso, solo accesible en barca, cautiva por su misterio, belleza y leyenda centenaria

Foto: Vista aérea de los cañones de las Hoces del río Duratón donde se encuentran las ruinas de este convento (Wikimedia/Ángel Antonio Caminero Gómez)
Vista aérea de los cañones de las Hoces del río Duratón donde se encuentran las ruinas de este convento (Wikimedia/Ángel Antonio Caminero Gómez)

A los pies de imponentes cañones esculpidos por siglos de erosión, en lo más profundo del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón, reposa un lugar que parece sacado de una leyenda antigua. Sus ruinas emergen del paisaje como un susurro del pasado, abrazadas por las curvas del río y escondidas entre los riscos de piedra caliza que dibujan este entorno singular. La imagen, casi onírica, se queda grabada en la memoria de quienes se aventuran a descubrirlo.

Este enclave se encuentra en el término municipal de Sebúlcor, al nordeste de la provincia de Segovia, y forma parte de una de las reservas naturales más fascinantes de Castilla y León. Para llegar hasta él, no vale cualquier medio: hay que remar. Solo es posible acceder navegando en barca o piragua por el río Duratón, salvo en contadas ocasiones, cuando el cauce baja y se puede atravesar el terreno a pie, aunque con gran precaución debido a los posibles desprendimientos. Lo habitual es contemplarlo desde los miradores del parque, pero quienes se atreven con el agua, descubren un viaje de otra época.

Foto: El impresionante santuario que se encuentra bajo una gruta y forma parte de una reserva natural. (Santuario de la Virgen de la Esperanza)

El secreto que aguarda en esta hendidura del Duratón son los restos del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, también conocido como Convento de la Hoz. Fundado en 1231 por la orden franciscana, este cenobio vivió siglos de esplendor espiritual antes de su abandono en el siglo XIX. Hoy, sus muros en ruinas, encaramados a una peña y parcialmente anegados por el embalse de Burgomillodo, ofrecen una estampa tan melancólica como cautivadora.

Un lugar con historia y leyenda

La historia de este monasterio se remonta a tiempos en los que la religiosidad popular se entrelazaba con lo milagroso. Según la tradición, fue en este rincón donde la Virgen se apareció a un pastor llamado Pedro, lo que motivó que se construyera un lugar de culto. Con los años, y ya en manos de los franciscanos, el convento floreció como centro espiritual y refugio para religiosos que buscaban recogimiento en un paraje tan sobrecogedor como sereno.

Durante siglos fue ampliado y restaurado, incluso tras el colapso parcial que sufrió en 1492 a causa de una gran tormenta. Se dice que su capilla era de gran belleza, con camarines bien ornamentados, claustros altos y bajos, y una hostería para los peregrinos. Tan importante fue este lugar, que incluso recibió la visita de Felipe II. Pero como ocurrió con tantos otros templos, la desamortización de Mendizábal dictó su sentencia: en 1835 fue abandonado y con él, sus pergaminos, obras de arte y reliquias fueron trasladados o dispersados.

Desde entonces, solo los más curiosos o intrépidos se han acercado a sus ruinas. A pesar del paso del tiempo, todavía se distinguen los arcos, muros y ventanas que un día alojaron a los monjes franciscanos. Desde la orilla del río, el monasterio parece suspendido en un mundo aparte, protegido por la naturaleza y la leyenda que lo envuelve.

Qué hacer en las Hoces del Duratón

Más allá del monasterio, el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón es un destino ideal para los amantes de la naturaleza, el patrimonio y la aventura. Este espacio protegido alberga una de las mayores colonias de buitre leonado de Europa, que puede observarse sobrevolando el cañón. Entre las actividades estrella destaca el piragüismo, especialmente en verano, cuando recorrer el río se convierte en una experiencia mágica.

Visitar este rincón es una forma de sumergirse en el pasado, desconectar del presente y dejarse impresionar por la belleza del lugar

Las rutas de senderismo también son imprescindibles. El Sendero de San Frutos, que conduce hasta la ermita homónima, es uno de los trayectos más simbólicos. Otras opciones, como la Ruta de la Molinilla o la Ruta de la Vega, permiten descubrir cuevas con grabados prehistóricos, antiguos templos rupestres y una vegetación que cambia con cada estación. No hay que dejar pasar la oportunidad de visitar Sepúlveda, villa medieval repleta de encanto, donde degustar el tradicional cordero asado y conocer iglesias románicas como la de San Justo y Pastor.

A los pies de imponentes cañones esculpidos por siglos de erosión, en lo más profundo del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón, reposa un lugar que parece sacado de una leyenda antigua. Sus ruinas emergen del paisaje como un susurro del pasado, abrazadas por las curvas del río y escondidas entre los riscos de piedra caliza que dibujan este entorno singular. La imagen, casi onírica, se queda grabada en la memoria de quienes se aventuran a descubrirlo.

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