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La desconocida ciudad europea que fue capital de tres países y que es ideal para una escapada de fin de semana
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La desconocida ciudad europea que fue capital de tres países y que es ideal para una escapada de fin de semana

Entre palacios renacentistas, catedrales góticas y canales fluviales, una pequeña ciudad europea presume de haber sido la capital de tres países distintos. Su historia, sin embargo, sigue siendo poco conocida

Foto: La plaza mayor de esta ciudad europea con vistas de la catedral al fondo (iStock)
La plaza mayor de esta ciudad europea con vistas de la catedral al fondo (iStock)

A solo 30 minutos de Bruselas en tren, entre canales, callejuelas adoquinadas y majestuosas torres góticas, se esconde una de las ciudades con más historia del corazón de Europa. Su apariencia tranquila y coqueta esconde un pasado brillante: llegó a ser el centro del poder político, comercial y cultural del norte del continente durante más de un siglo. Lejos de las aglomeraciones turísticas, este destino sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de Bélgica.

Durante el siglo XVI, esta ciudad no solo fue testigo del auge de las casas nobles más influyentes de Europa, sino que también se convirtió en la capital de tres países distintos: primero del Ducado de Borgoña, más tarde de los Países Bajos españoles y, por último, del territorio que acabaría convirtiéndose en Luxemburgo. Su historia la posicionó como un enclave esencial para entender la Europa de los siglos XV y XVI.

Foto: Ni Brujas ni Amberes: esta es la ciudad medieval casi desconocida de Bélgica ideal para viajar este verano (iStock)

La ciudad que fue capital de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo no es otra que Malinas. También conocida como Mechelen en flamenco, es una joya del arte flamenco y la arquitectura borgoñona. Además de su glorioso pasado, ofrece una combinación única de tradición, encanto local, buena gastronomía y patrimonio declarado por la UNESCO, como su campanario gótico de 97 metros.

Malinas, una historia entre imperios

Fundada a orillas del río Dijle, Malinas comenzó su desarrollo en la Edad Media, cuando recibió derechos de mercado y monopolios comerciales sobre productos esenciales como el grano y la sal. Ya en el siglo XV, el destino de la ciudad cambió radicalmente con la llegada de Margarita de York, viuda del duque de Borgoña, que la eligió como su residencia. Poco después, su nieta Margarita de Austria convertiría Malinas en la capital administrativa de los Países Bajos bajo dominio español.

Durante los siglos XVI y XVII, Malinas vivió su momento de mayor esplendor. Aquí creció el futuro emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio, y desde sus palacios se gobernaban territorios que abarcaban desde Flandes hasta Castilla. La ciudad acogió artistas, intelectuales y nobles de todo el continente, y su arquitectura renacentista aún refleja esa época dorada.

Tras el traslado de la capital a Bruselas y los avatares de guerras y ocupaciones, Malinas fue recuperando su carácter de ciudad media, industrial y próspera, especialmente con la llegada del ferrocarril en el siglo XIX. Hoy, con cerca de 86.000 habitantes, forma parte del eje más dinámico de Bélgica entre Bruselas y Amberes, y ha sabido preservar su pasado sin perder su vitalidad local.

Qué ver en Malinas, la ciudad que fue capital de tres países

Visitar Malinas es hacer un viaje por distintas épocas de la historia europea. Aunque no tiene el renombre internacional de Brujas o Gante, su belleza discreta y la calidad de su patrimonio sorprenden al viajero curioso. Aquí van algunos imprescindibles:

  • Catedral de San Rumoldo: este imponente templo gótico es el icono de la ciudad. Su torre, de 97 metros, ofrece unas vistas espectaculares si te atreves con sus 538 escalones. Dentro, destacan un tríptico de Michel Coxcie, obras sobre la vida de San Rumoldo y sepulcros antiguos.
  • Palacio de Margarita de Austria: considerado el primer edificio renacentista de Flandes, fue la residencia oficial de la regente de los Países Bajos. Aunque hoy es sede judicial, su patio ajardinado se puede visitar los fines de semana.
  • Grote Markt y Ayuntamiento: la Plaza Mayor de Malinas es uno de los rincones más bellos del centro histórico. Rodeada de casas gremiales, destaca por su animación, su arquitectura barroca y por albergar el antiguo Ayuntamiento y la Lonja de Paños.
  • Palacio van Busleyden: residencia de uno de los miembros del Gran Consejo de Malinas, este palacio-museo exhibe arte flamenco del Renacimiento y ofrece exposiciones temporales.
  • Beaterios: tanto el Beaterio Grande como el Pequeño son Patrimonio de la Humanidad. Estas comunidades de mujeres laicas ofrecen una atmósfera de paz y un vistazo a la vida devocional del pasado.
  • Cervecería Het Anker: fundada en 1471, produce una de las mejores cervezas de Bélgica: la Gouden Carolus. Puedes visitar sus instalaciones, probar platos locales y descubrir cómo se produce esta joya líquida.
  • Río Dijle y Dijlepad: un paseo por la pasarela flotante del río es una manera ideal de ver la ciudad desde otra perspectiva. También hay cruceros fluviales de 45 minutos que permiten descubrir puentes, fachadas y hasta garzas silvestres.
  • Museo Kazerne Dossin: instalado en un antiguo campo de tránsito nazi, este museo recuerda a las víctimas del Holocausto y fomenta la reflexión sobre los derechos humanos.
  • Puerta de Bruselas y Hoogbrug: restos de las antiguas defensas medievales. La puerta es la única superviviente de las doce originales, y el puente de piedra es el más antiguo de Flandes.
  • Iglesias de San Juan y Nuestra Señora: ambas albergan obras maestras de Rubens, como La adoración de los Reyes Magos y La pesca milagrosa.

Malinas es la prueba viviente de que el esplendor no siempre necesita escaparate. Fue el corazón político del norte de Europa, lugar de infancia de emperadores y hogar de mujeres poderosas que marcaron el destino del continente. Y aún hoy, caminar por sus calles es asomarse a siglos de historia preservada con mimo. Un destino perfecto para quienes buscan belleza, autenticidad y sorpresas sin multitudes.

A solo 30 minutos de Bruselas en tren, entre canales, callejuelas adoquinadas y majestuosas torres góticas, se esconde una de las ciudades con más historia del corazón de Europa. Su apariencia tranquila y coqueta esconde un pasado brillante: llegó a ser el centro del poder político, comercial y cultural del norte del continente durante más de un siglo. Lejos de las aglomeraciones turísticas, este destino sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de Bélgica.

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