El pueblo de veraneo que fascinó a Vargas Llosa en la Costa Dorada: un refugio costero donde escribió sus obras más emblemáticas
Mario Vargas Llosa, fallecido recientemente a los 89 años, encontró la inspiración en este pueblo de la Costa Dorada, rodeado de tertulias, veladas literarias y el rumor del Mediterráneo
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La calma del Mediterráneo, la brisa salada y una casa de pescadores frente al mar fueron el refugio literario de uno de los escritores más influyentes del siglo XX. Lejos del bullicio barcelonés, un rincón discreto de la Costa Dorada se convirtió durante años en testigo silencioso de la creatividad de Mario Vargas Llosa.
Se trata de Calafell, un pueblo costero de Tarragona, en la comarca del Baix Penedès, que, acogió a figuras clave de la revolución narrativa latinoamericana. Allí no solo residió el Nobel peruano, sino también nombres como Gabriel García Márquez. En la casa marinera de Barral, hoy reconvertida en museo, se celebraban veladas literarias que terminaron siendo míticas, entre paseos en barca, largas sobremesas y discusiones políticas al calor de una chimenea.
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El responsable de este idilio literario fue el poeta y editor Carlos Barral, quien se instaló en Calafell siendo un niño y nunca se separó del mar. Convertido en figura clave del boom latinoamericano desde su editorial Seix Barral, supo atraer a figuras como Jorge Edwards, Gil de Biedma o Bryce Echenique, que también encontraron en el pueblo un espacio fértil para la inspiración. "Aquello era un follón", recordó en su día su hija Danae, aludiendo a las intensas tertulias que se vivían en casa. Su madre, Yvonne Hortet, acabó por pedir a su marido que buscara otro lugar donde seguir con aquellas animadas reuniones.
El legado oculto de Vargas Llosa en Calafell
Y así nació L'Espineta, una antigua botiga de pescadors convertida en bar a apenas unos pasos del domicilio familiar. Allí, en un espacio acogedor de estética marinera, se mantuvo viva la llama de aquellas discusiones sobre literatura, política y vida. Yvonne tomó las riendas de la cocina y creó platos que se volvieron legendarios, como los mejillones con romesco, la sepia ofegada o el estofado de espina de atún salado que dio nombre al local.
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Además de su papel como refugio literario, L'Espineta se convirtió en el último reducto en Calafell de la Gauche Divine, aquel movimiento de artistas, escritores e intelectuales de izquierdas que marcó la vida cultural de Barcelona durante los años sesenta y setenta.
Mientras su epicentro urbano era la mítica discoteca Bocaccio, en la calle Muntaner, en el litoral, este pequeño local marinero mantenía viva su esencia con reuniones apasionadas, debates sin fin y una complicidad creativa que desbordaba las paredes del bar. Quienes cruzaban su umbral lo sabían: allí se respiraba libertad, pensamiento crítico y una forma de entender el arte como forma de vida.
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Hoy, L'Espineta conserva esa esencia de antaño. Aunque ahora es una vermutería, sus mesas de mármol, las fotos en blanco y negro y el aire bohemio siguen rindiendo homenaje a las voces que lo frecuentaron. Gracias a la implicación de vecinos como Tomás Cahinero y Josep Maria Papiol, el bar logró sobrevivir cuando estuvo a punto de cerrar y se ha mantenido como un símbolo cultural del municipio.
Fue en ese escritorio, con vistas al Mediterráneo, donde Vargas Llosa culminó La casa verde (1966) y comenzó a dar forma a Conversación en la catedral (1969), una de las novelas que más orgullo le produjeron, según recordaban las hijas del editor. El ambiente de Calafell —sosegado, con alma de puerto antiguo y alejado del turismo de masas— resultó determinante para que el escritor encontrara el sosiego necesario para escribir.
Qué visitar en Calafell
La localidad también invita a explorar su castillo medieval, sus playas de arena dorada o su casco histórico, que aún preserva el alma de pueblo. Calafell, además, ofrece mucho más que memoria literaria. Su paseo marítimo, la casa-museo de Barral y hasta las zonas protegidas de humedales configuran una postal diversa y con identidad propia.
Calafell se perfila así como uno de los destinos culturales más singulares de la Costa Dorada, no solo por su historia milenaria, sino por haber sido escenario íntimo de la creación literaria de uno de los gigantes de la narrativa hispanoamericana. Vargas Llosa encontró allí no solo inspiración, sino también un rincón donde escribir con libertad, lejos del ruido y cerca del mar.
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La calma del Mediterráneo, la brisa salada y una casa de pescadores frente al mar fueron el refugio literario de uno de los escritores más influyentes del siglo XX. Lejos del bullicio barcelonés, un rincón discreto de la Costa Dorada se convirtió durante años en testigo silencioso de la creatividad de Mario Vargas Llosa.