Río, mar y casas indianas: el coqueto pueblo de Asturias donde se cocinan las mejores angulas del Cantábrico y que enamoró a Sorolla y Rubén Darío
Casas indianas, playas salvajes y un manjar único en su lonja lo convierten en una joya poco conocida del norte
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- El pueblo de cuento asturiano con el "doble de hórreos que de habitantes" y un tejo milenario que protege el alma de los difuntos
- El remoto pueblo asturiano al que solo se puede llegar andando a través de una pasarela colgante de más de 80 metros de longitud
Angulas, río Nalón, arquitectura indiana, modernismo asturiano y huella artística se dan la mano en un rincón poco conocido del Cantábrico. Aunque muchos turistas miran hacia Cudillero o Llanes, hay un pequeño municipio costero que guarda un legado histórico y gastronómico excepcional.
Soto del Barco, a medio camino entre Oviedo y Gijón, despliega todo su encanto entre la desembocadura del Nalón y el bravío mar Cantábrico. Aquí, donde se levanta la playa de Los Quebrantos y florecen majestuosas casas indianas, pasaron sus veranos dos grandes nombres de la cultura universal: Rubén Darío y Joaquín Sorolla. El primero lo eligió para veranear en tres ocasiones, entre San Juan de la Arena y Riberas; el segundo, fascinado por la luz y la atmósfera costera, lo descubrió en 1902.
La vida en Soto del Barco discurre con el mismo pulso que el Nalón, que riega sus valles fértiles y marca el ritmo de la pesca. En L'Arena, su puerto pesquero y deportivo, se comercializa uno de los productos más exclusivos del norte: la angula. Capturada artesanalmente entre noviembre y febrero, se convierte cada marzo en protagonista de un festival gastronómico que reúne a vecinos y viajeros. Tanto arraigo tiene este manjar que su figura mitológica, L'Anguleru, sustituye al mismísimo Papá Noel cada Nochebuena para repartir regalos entre los más pequeños.
Veranos de arte y poesía entre casas indianas
Pero Soto del Barco es también tierra de modernismo y cultura. El salón-teatro Clarín, joya arquitectónica del siglo XIX, y el Palacio de la Magdalena, que ofrece vistas al valle, dan cuenta del esplendor que vivió gracias al retorno de los indianos, emigrantes que prosperaron en América y regresaron para levantar casonas y embellecer su tierra natal. Hoy, caminar por el municipio es hacerlo entre testimonios de ese pasado próspero, ya sea bordeando el río o adentrándose en sus miradores costeros.
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Dónde comer en la comarca del Bajo Nalón
La esencia de Soto del Barco también se saborea en sus recetas marineras, donde la tradición pesquera sigue viva en cada plato. Además de la codiciada angula, en sus mesas abundan pixín (rape), oricios (erizos de mar) y lubina, junto a potentes guisos de cuchara como la fabada o el pote. La oferta gastronómica local, que combina productos del mar y de la huerta, se ha convertido en otro de los grandes reclamos de una comarca que sabe conjugar pasado, paisaje y paladar con maestría.
Uno de los referentes es el Restaurante El Pescador, situado en San Juan de la Arena, donde la angula fresca y los pescados del día son protagonistas. También destaca el Hotel Restaurante Palacio de la Magdalena, que ofrece una propuesta gastronómica más elaborada con vistas al estuario del Nalón. Para una experiencia más tradicional, El Parador es conocida por su trato cercano y su cocina asturiana de siempre.
Los turistas que se acerquen a conocer Soto del Barco podrán adentrarse en un paisaje que ha sabido preservar su identidad. En sus calles resuena el eco de versos modernistas, el rumor del Cantábrico y el chisporroteo de la angula en la sartén. Un paraíso discreto que lo tiene todo para quedarse en la memoria.
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Angulas, río Nalón, arquitectura indiana, modernismo asturiano y huella artística se dan la mano en un rincón poco conocido del Cantábrico. Aunque muchos turistas miran hacia Cudillero o Llanes, hay un pequeño municipio costero que guarda un legado histórico y gastronómico excepcional.