La preciosa villa cántabra que comparte nombre con una sevillana y es la más bonita para visitar en Semana Santa: con un palacio barroco que hoy es Parador de Turismo
El palacio fue construido en sillería a principios del siglo XVIII, siguiendo el estilo conocido como "barroco madrileño", característico del siglo XVII. Su imponente fachada y su cuidada estructura reflejan la influencia de la arquitectura cortesana
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Entre los verdes valles de Cantabria, oculto en el corazón de la Reserva del Saja, se encuentra un rincón que conserva intacta la esencia de la tradición montañesa. Su entramado de calles empedradas y casonas de piedra transporta a otra época, donde el tiempo parece detenerse. Con apenas 170 habitantes, este pequeño pueblo es una joya que pocos conocen y que se erige como uno de los destinos más encantadores para visitar en Semana Santa, en compañía de familia o amigos.
Carmona, la cántabra, no la sevillana, es un ejemplo perfecto de la arquitectura popular de la región. Declarada Conjunto Histórico-Artístico, esta villa enclavada en el valle de Cabuérniga es un escaparate de balcones de madera, tejados a dos aguas y calles que respiran historia. Su legado se mantiene vivo, no solo en sus edificaciones, sino también en sus tradiciones, como la artesanía de los albarqueros o la ganadería de la vaca tudanca, símbolo de la zona.
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Uno de los mayores atractivos de Carmona es el Palacio de los Díaz Cossío y Mier, una imponente construcción barroca del siglo XVII que hoy funciona como Parador de Turismo. Este edificio, que en su día fue residencia de una influyente familia local, conserva la elegancia de su pasado aristocrático y ofrece a los visitantes una experiencia única en un entorno privilegiado. Junto a él, la iglesia de San Roque y la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe completan el patrimonio monumental de la villa.
Qué ver en "la flor de los albarqueros"
Además de su riqueza arquitectónica, Carmona ofrece paisajes impresionantes desde el mirador de la Asomada del Ribero, desde donde se pueden contemplar los Picos de Ozalba y la sierra del Escudo de Cabuérniga. Durante la Semana Santa, el pueblo se llena de vida con tradiciones religiosas y un ambiente acogedor, convirtiéndose en un destino ideal para quienes buscan desconectar y sumergirse en la auténtica Cantabria rural.
El carácter montañés de Carmona no solo se refleja en su arquitectura y paisajes, sino también en su gastronomía. Los visitantes pueden disfrutar de los sabores más tradicionales de Cantabria en establecimientos como La Casona de Carmona, dentro del alojamiento boutique administrado por el grupo Arha Hoteles, donde el cocido montañés y la carne de Tudanca son protagonistas. Las croquetas de cecina y los guisos caseros completan una oferta culinaria que deleita a quienes buscan autenticidad en cada bocado.
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El Palacio de los Díaz Cossío y Mier, una de las joyas arquitectónicas de Carmona, fue construido en sillería a principios del siglo XVIII, siguiendo el estilo conocido como "barroco madrileño", característico del siglo XVII. Su imponente fachada y su cuidada estructura reflejan la influencia de la arquitectura cortesana adaptada al entorno montañés. Hoy, este edificio histórico alberga un Parador de Turismo, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de hospedarse en un lugar donde la historia y la elegancia se fusionan en un entorno privilegiado.
Para los amantes de la naturaleza, este rincón cántabro es un punto de partida perfecto para explorar parajes de gran belleza, como el Bosque de las Secuoyas de Cabezón de la Sal o la misteriosa Fuentona de Ruente, un manantial envuelto en leyendas. Estas rutas, sumadas a la tranquilidad de Carmona, hacen de esta villa un destino perfecto para desconectar y disfrutar de la esencia más pura de Cantabria, especialmente durante la Semana Santa.
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Entre los verdes valles de Cantabria, oculto en el corazón de la Reserva del Saja, se encuentra un rincón que conserva intacta la esencia de la tradición montañesa. Su entramado de calles empedradas y casonas de piedra transporta a otra época, donde el tiempo parece detenerse. Con apenas 170 habitantes, este pequeño pueblo es una joya que pocos conocen y que se erige como uno de los destinos más encantadores para visitar en Semana Santa, en compañía de familia o amigos.